En su reclamo para que se le pagara lo que él de su “peculio” desembolso en calidad de préstamo para la construcción de la escuela de primeras letras, el exdelegado de Sierra de Pinos se encontró con los vericuetos laberínticos burocráticos de todo gobierno. Don Vicente de la Rosa, le recordaba al Intendente las instrucciones que por entonces éste le ordenó, y detallaba la información en el siguiente tenor: “Con fecha 11 de noviembre del año próximo anterior de mil ochocientos tres dirigí a V. nota, donde constan algunas ofertas que se hicieron por varios sujetos para el establecimiento de una escuela de primeras letras, con prevención de que procurará V. hacer efectiva la cobranza. Y no habiendo tenido hasta ahora la menor noticia del resultado de esta diligencia; prevengo a V. que en el caso de no haberse verificado; la haga efectiva, dirigiendo cartas a los sujetos ausentes: que forme nueva junta de vecindario con asistencia del cura párroco en donde excite los ánimos de los sujetos pudientes, para que con el auxilio de lo que nuevamente se colecte pueda concluirse la fábrica material de la casa, haciendo se forme antes un presupuesto formal del corto de la obra y reintegrar a D. Vicente de la Rosa, las cantidades que tiene suplidas”. (1).
A lo anterior, de la Rosa informaba al intendente sobre las causas por las que no fue posible recabar los fondos requeridos para la fábrica de la escuela, argumentando que no obstante haberse cumplido con el encargo: “[…] no tuvo el debido efecto, a causa de que en la nueva junta que se celebró, muchos de este vecindario estaban ausentes, otros habían mudado de jurisdicción. Unos eran ya muertos, y otros se hallaban en términos de no poder efectuar sus ofertas, por su insolvencia. Y de este modo se embarazó el saldo de la cantidad adeudada con gran perjuicio mío. Por lo que ocurro a la acreditada justificación de V. para que en vista de lo expuesto y del perjuicio que me ha resultado se sirva determinar, que del fondo de propios de este Real se me satisfaga la expresada cantidad y puesto que la finca para cuya reparación puse de lo mío los reales que he dicho, queden en toda propiedad a favor del fondo. Por tanto: “A Vm. Suplico, se sirva mandar como pido, por ser de justicia. José Vicente de la Rosa. (Rubrica)”. (2).
Lo extenso de la cita nos lleva a hacer la lectura del procedimiento que por entonces se seguía para edificar o remodelar una finca que hiciera las veces de escuela. En primer término, una vez enteradas las autoridades políticas de la necesidad de fundar o reconstruir una escuela (como es el caso que nos ocupa) que el vecindario de alguna población demandaba, la autoridad, en este caso el Intendente de Provincia, se dirigía a los subdelegados de los partidos políticos. Estos a su vez hacían lo propio con los alcaldes, procediendo en consecuencia. En el caso de las cabeceras de partido el Subdelegado o Jefe Político de Partido, asumía a su vez las funciones de Alcalde.
Lo primero que hacían las autoridades municipales era enviar cartas llamadas “excitativas” a los vecinos “pudientes” sensibilizándolos sobre la necesidad de fomentar la educación y llevar las luces de la ilustración y el saber a la niñez y juventud del lugar. Seguidamente invitarlos a que contribuyeran mediante la aportación de cuotas voluntarias para la consecución del filantrópico propósito.
En las misivas (invitaciones o cartas “exitativas”) que se hacían llegar a las gentes acomodadas y demás vecinos, se les convocaba además a que asistieran a una reunión (“junta”) en la que el Sr. cura párroco de la comunidad volvía a exhortarlos tocando las cuerdas sensibles de su religiosidad, y una vez “excitados” espiritualmente (psicológicamente, valga decir) y convencidos, procedieran a colaborar con sus aportaciones.
Referencias:
AGN. Archivo General de la Nación
1 AGN. Gpo. Doc. Intendencias, “Instancia de Don José Vicente de la Rosa, (solicitando) que se le satisfaga el dinero que restó para la construcción de la fábrica material de la escuela de primeras letras de Sierra de Pinos”.
2 Ibid., folio 14.