Rock alternativo
La Paz de Octavio
Una vez que Ocio A. C. cumplió con su cometido, Erick Bautista tuvo oportunidad de reunirse con otras dos personas que se interesaron en dar continuidad al proyecto anterior y volvieron a contactar a Gustavo y a su hermano Isaac para que se hicieran cargo de vocales y teclados, respectivamente; al bajo iría, de nueva cuenta, Bayro Delgado, y en la lira, Raúl. Corría el año 2003 y la banda estaba de vuelta en los escenarios, participando de forma activa en los mejores eventos; tocó en el 19 y 20 Festival Cultural Zacatecas, grabó la pieza ‘Una página más’ en el disco tributo a Antonio Aguilar, estuvo en La Tocada, en el tercer y cuarto Día Estatal del Rock, asistió al segundo Encuentro de Bandas Zacatecanas en El Chopo en el año 2006, continuando con presentaciones en diversos foros como el Centro Cultural Ciudadela del Arte, hasta romper de modo paulatino, tras lograr conjuntar una sólida agrupación con dos guitarristas (Agustín y Juan José), Raúl al bajo, Gustavo en las vocales, Isaac en los teclados, Erick en la batería, mientras una chava de nombre Priscila les hacía coros. Las últimas presentaciones en conjunto colocaba a estos músicos entre lo más granado del rock alternativo zacatecano, de ése que ya no hay, pero llegaron los cambios de elementos y ya nada funcionó bien; salió el guitarrista y su lugar fue ocupado por ‘Pepe’, de Poética Solar; luego salió el baterista y, enseguida, sucedió la disolución en 2007. Era una de las mejores propuestas del circuito, pero los egos, la falta de dirección, las necesidades personales y el apego a una serie de autoridades que los manipularon ideológicamente hasta convertirse en esquiroles y mercenarios de la música ocasionó que las mismas bandas comenzaran a tratarlos con indiferencia, pues sólo se reunían para eventos que el Instituto Zacatecano de Cultura (IZC) les contrataba, violentando el orden que ya existía para que los demás grupos lo hicieran; de esa manera, se fueron ganando el repudio del público, todo por seguir a pie juntillas las indicaciones de un cacique del rock zacatecano, el propio IZC, que aglutinó entre sus filas a puros músicos sin conciencia de lucha, del arte, del respeto a la organización.
Aspid
Una de las bandas de rock alternativo más importantes del estado; su posición ante el resto de las agrupaciones la colocaba como la opción para dar el estirón a escala nacional, por la calidad de sus interpretaciones y porque el rock, desde su particular punto de vista, la comprometió con las tendencias que más proliferaban en la escena en esta etapa de creación. Las piezas que conformaban su ‘set’ eran de su autoría en su totalidad y estaban plagadas de armonías que venían traspasando las fronteras del tiempo, pues lo mismo sonaban como los grupos sicodélicos, que adoptaban el ‘feeling’ del rock latino que despegó enormemente en esta década. La propuesta, en general, era una fusión entre el pop, el tecno y las raíces del rock alternativo, que tomaba la esencia del bossa-nova, el blues, la balada y los requintos untados al borde de la sensibilidad del escucha, apegados a las líneas de Rostros Ocultos y Enanitos Verdes.
La agrupación surgió a finales de 1999 con David Durón en guitarra, teclados y voz; Maggie en bajo y voz; Mauro Valdez en la batería, y Emmanuel Vargas en la otra guitarra que se incorporó como parte fundamental del grupo para dar mayor cohesión a la música que estaba elaborando. En 2002 dio a conocer su disco ‘Alcancía de sueños’, grabado en Estudio El Cerdo Feliz, entre abril y julio de 2000, y el cual contiene las piezas ‘Hermano negro’, ‘Rock latino’, ‘Faire l´amour’, ‘Libertad’, ‘Escapar’, ‘Jala del gatillo. Es tan fácil’, ‘Lado animal’, ‘La serpiente’, ‘For you’ y ‘Veneno’. En el teatro Fernando Calderón grabaron un material en vivo, el cual quedó enlatado; dos tres años después apareció por ahí entre los cuates; excelente material. Por cuestiones de superación, la banda fue desapareciendo poco a poco para reaparecer en años posteriores como resultado de las negociaciones con el IZC, para su reaparición en los momentos oportunos.
Malamuerte
Definitivamente, la agrupación zacatecana que mejor se ha plantado en los escenarios ha sido Malamuerte, que viene desde mediados de los 90 tras haber sufrido varias transformaciones en su alineación, pero no en su esencia musical. La experiencia de Lárizen la composición deja fluir tranquilamente las notas que en todo momento te meten a las oscuras sombras de la quietud invernal; no hay reproches, no hay situaciones de hastío, sólo escucha las notas caer. De ese modo, y bajo el estigma de La Cura y las poses caifanescas de Saúl, resuenan por todos los rincones de las almas atormentadas con sus oscuras y depresivas notas que provienen desde las primicias de los sonidos metaleros. El que la ha rifado, desde las líricas color púrpura de esencia visceral y solsticios en proceso, se ha plantado, desde entonces en los escenarios, con los brazos abiertos, a veces oscuro a veces no tanto; sin embargo, la presencia de Láriz en todo el bagaje produce ensombrecimientos en las almas que fortuitamente atraen hacia su interior, el que ahora ocupa el séptimo escaño entre los ángeles, para ir poco a poco percibiendo la presencia de una malamuerte que, aunque desfigurada, no deja de poseer un grado de enajenante maldad. La poesía surge de entre el tablado, convirtiéndose, en segundos, en copiosas melodías que arrancan trozos de sufrimiento a tu desgastado y viejo corazón o joven, según tu estado de ánimo; de cualquier manera, las composiciones que interpreta la vieja dupla Láriz – Lizardo transmiten toda la sensibilidad que encierra su música cuando parafrasea los ancestrales sonidos setentaochenteros. A un costado, Diego Lorea acompaña con su guitarra los esquemas filosóficos del alma mundana, convertida en figura etérea reflejada en los perceptibles sonidos de la guitarra principal. César se hace cargo de jugar ese rol que ha sostenido entre sus poderosas marañas, una media docena de bateristas que destacan por su destreza, entre ellos Cristóbal Murillo, parco, callado, aguzando también el oído, registra en los tambores, los golpes que con seguridad asesta a su batería, para acompañar sin reposo, sudoroso, los sonidos del instrumento grave que Alejandro “Chonecas” Lizardo lleva hasta el final, cuando hay que tomar en un puño, en un sólido racimo de destellantes bridas, la polvosa y obligada tierra de panteón. Con Carlos Flores en guitarra y voz, Nidia Torres en vocales, Gonzalo Lizardo en la batería, Augusto Santoyo también en la bataca, han destacado por su aportación al rock zacatecano. Con su disco independiente ‘Canciones para nadie’, dedicado a la memoria de un roquero de coraza, José Antonio Chew Fernández, llegaron al corazón de los escuchas el día de la presentación en la legendaria cantina La Oficina, donde las impresiones fueron gratas al escuchar y admirar el desarrollo en las voces de la sensual Nidia y la participación del ex vocal Carlos, al momento de ejecutar ‘Tierra de panteón’. Las piezas ‘Mamut’, ‘Montaña’, ‘Largo suspiro’, ‘Maldito cisticerco’, ‘Diversol’, ‘Tu luz’,’Sexual’, ‘Perdí mi esencia’, ‘Sombra animal’, ‘L´agua’, ‘No confort’ han quedado para la historia. La banda ahora está conformando una alineación que compagina todo el proceso existencial de una agrupación que está legando una propuesta muy honesta al rock local, César Láriz en guitarra y voz, Alejandro Lizardo en el bajo, Rafael Castañeda en la otra guitarra, Diego Lorea en teclados y guitarra y Erik Rodríguez en la batería. Sus anteriores trabajos, ‘Carbón en la laguna… y noches de más’ y ‘Maquetas 96 – 98’, destacaron por su frescura.