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lunes, 17 marzo, 2025
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Combustión y liquidez en ‘Viejos comiendo sopa’, de Javier Acosta

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 591 / Libros / Poesía

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De Javier Acosta he aprendido que la poesía es un animal traslúcido que se enfrenta continuamente a un fenómeno conocido como ecdisis, es decir, el cambio ineludible de escamas, exoesqueleto o cutícula, para permitir el crecimiento después de haber llegado al final de una etapa en la vida. Dos de sus poemarios exploran esta condición: Versiones del vacío (2019) y Mi vida como pájaro (2019), donde simbólicamente cruzan al otro lado de la piel, para vestirse en ese otro flanco, con otro tipo de ceniza después de hurgar las brasas del cambio.

De lo anterior, cada que es posible, le he preguntado a Javier Acosta sobre los cambios necesarios que un autor o autora de poesía debe propiciar al momento de escribir, y cada respuesta suya cambia de piel como parte de la metamorfosis ineludible del ser humano, y es que el pensamiento es una brasa viva que jamás se apagará y que podrá consumirlo todo, a la vez, que extingue el interior de cualquier persona mientras el mundo no deja de arder. Su poemario Viejos comiendo sopa (2021), no es la excepción. En él, Javier Acosta cruza varias veces la extensión del vacío y desarrolla otro tipo de destilación del canon literario, para acotar la brecha entre el pensamiento poético e histórico y con ello estimular múltiples referencias que permitan contrastar imaginarios colectivos con los significados personales que se trazan día a día. Es otra manera de arder por dentro, como parte de las antípodas que la poesía provoca en cada persona, pero a la vez, es un pozo de agua inagotable donde el fuego puede transformarse en un líquido que aprende no sólo a apagar incendios, sino a fluir entre los materiales diversos de la materia, mudando de piel, para trastocar cualquier extensión estética del pensamiento poético, y de esta forma comprendo que el poeta o la poeta, debe cambiar de vez en cuando para no agotar su combustión y liquidez internas:

 

METÁFORA DEL CORAZÓN Y LA GALLINA
(“Viejos comiendo sopa”, p. 52)

No has querido ser menos,
también para llegar al corazón,
buscas el rumbo a tu manera.
Ves el reloj, tomas el pulso de tu cuello,
cierras el puño y miras su tamaño.
Llevas la hebra para no perderte,
caminas todo el santo día
por el negro pasillo de la izquierda.
Porque te lo dijeron,
piensas que el corazón parece un corazón;
pero un día también pisas en falso,
encuentras la escalera
que te lleva hacia el sótano, ahí muy abajito,
donde solo se ve lo que es oscuro,
donde ahora mismo la gallina del día
es degollada para el caldo. Donde hay quien te dice
por fin bajaste, ven, toma esta cucharada,
prueba qué tal quedó de sal,
y entonces te das cuenta
de que más vale llegar a tiempo que ser invitado.
Has llegado por fin al corazón, que no parece nunca
un corazón.

De eso va este libro, quizá así fue concebido por el autor, lo que demuestra un gran valor conceptual en su escritura, donde cada poema busca su propio camino mezclándose con las influencias estéticas de sus lectores lo cual provoca tres tipos de erudición: la experiencia local del mundo, la destreza poética del autor, y la desplazamiento cognitivo de dichos lectores. Logra un ir y venir por el mismo río dentro de sus páginas, con la versatilidad de que cada hundimiento es un camino distinto del otro. Cada poema es una extensión de ese río, conscientes de su propia manera de hundir o de posibilitar distintos trayectos hacia otras aguas.

Viejos comiendo sopa se ubica entre los libros de poesía que suman articulaciones para acercar de forma ecléctica distintos registros poéticos que permiten resonar el imaginario de lo plural. Además presenta un alta factura verbal, un dominio de contenido histórico y literario, una facilidad tácita al desdecir mitos, fábulas, vida y obra de otros autores, así como la reflexión poética dentro de él, que permite ampliar las versiones de uno mismo, entre los materiales que usamos para entender el mundo, y a la vez, comprender nuestras propias interacciones dentro de él. Cabe resaltar que el libro de poemas Pasífae (2023) bien podría ser una extensión de Viejos comiendo sopa, es quizá la misma versión del río que ha mutado infinidad de veces, porque están escritos con la misma brasa y comparten cierta mutabilidad al transitar por una honestidad creativa semejante, al ser otro, otra, u otros y otras voces internas que hurgan las enyerbadas aventuras del autodescubrimiento, para sanear o terminar de quebrar lo que somos, o no somos, porque no lo decidimos aún. Porque la poesía que consumimos, que nos consume o ahoga, al final del día, es un espejo de nosotros.

 

 

* * *

Javier Acosta, Viejos comiendo sopa, México, Universidad Autónoma de Sinaloa, 2021, 60 pp. Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para obra publicada 2022.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_591

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