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viernes, 4 julio, 2025
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¡Urgencia! ¡Urgencia! El barco se hunde…

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Por: Sergio Rodríguez Ayala • admin-zenda • Admin •

Cuando el ser humano carece de razón, de empatía y de inteligencia opta por hacer las cosas sin consciencia, sin pasión, sin poder ver más allá de sus narices. La actualidad de nuestro país y del mundo en general es alarmante, nos encontramos naufragando, navegando sin rumbo, sin un panorama claro y con un horizonte que cada vez más se vislumbra oscuro, desolador y por qué no, aterrador.

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Estamos viviendo una época que muy pocos disfrutan y la gran mayoría padece,  un periodo en el que nos hemos preocupado tanto por acrecentar nuestras riquezas materiales que nuestro interior se nos ha olvidado dejándolo vacío, un tiempo en el que la vida se nos ha ido en acumular prestigio ante los demás, y hemos purgado y abandonado nuestros principios, nuestros valores.

No podemos seguir navegando con una venda en los ojos, atados de manos y pies, haciendo como si nada pasara, con una actitud de indiferencia hacia nuestro país, hacía nuestros maestros masacrados, hacía nuestros estudiantes muertos, nuestros niños asesinados, hacia nuestras mujeres violadas y ultrajadas, hacia nuestros “líderes” corruptos y con ansiedad de riqueza a costa de los demás, hacia la violencia que atiborra cada espacio de este país; hoy, la urgencia de vida en nuestro país es lo último que recordamos, tristemente, la sobrevivencia a costa de lo que sea, es nuestro principal objetivo.

La corriente nos arrastra cada vez más a lugares que jamás imaginamos llegar, veíamos a lo lejos como las guerras se disputaban al otro lado del mundo, como los jóvenes se volvían asesinos dentro de las escuelas en el país vecino, como la pobreza y el hambre mataba pueblos enteros, como las injusticias y la corrupción se iba haciendo más evidente en los sistemas de gobierno, como el descaro y la sangre fría caracterizaba las confesiones de violadores, sicópatas y narcotraficantes, como los estúpidos discursos  eran aplaudidos y alabados por multitudes.

Ahora, esa corriente a la que temíamos llegar es una realidad, es nuestro cada día, donde se ha rebasado lo pronosticado y se han encendido focos rojos. La tripulación se encuentra en crisis, las balaceras, las violaciones, los asaltos los tenemos en la esquina de nuestras viviendas, los iniciales delincuentes están dentro de nuestros hogares bombardeados por infinidad de información, los próximos líderes corruptos se forjan en nuestras escuelas.

Y el naufragio sigue, el despilfarro de dinero para procesos electorales, los programas de beneficencia disfrazados de buenas intenciones pero con fines de enriquecimiento personal, los millones de pesos que se utilizan para las casas y automóviles de los altos funcionarios públicos, la incongruencia con las palabras y acciones de líderes que son atraídos por el sistema dejando a un lado al pueblo y sobreponiendo su incremento material, los incuantificables sobornos y compensaciones a dependencias, generando así que el naufragio se disfrute y se sufra en un mismo lugar.

La urgencia de rescatar este barco es más que obvia. Las quejas, las manifestaciones, los ataques a establecimientos, los paros laborales y los discursos como el que ahora escribo no son la solución. No basta con estar gritando y maldiciendo lo que nos acontece, no basta con perjudicar a quien tanto daño nos ha hecho, no basta con criticar la capacidad de un ex futbolista para gobernar. Y no basta, no basta porque esa esencia del mexicano es lo que ha generado el caos que se vive, hemos jugado siempre un ganar-perder, donde el crecimiento del otro no nos parece, donde si me va mal, a los demás también debe irles mal, donde la incongruencia en nuestro vivir es nuestra principal característica como seres humanos.

Estamos viviendo en una sociedad de doble moral en la que queremos dos policías, una que ponga el orden y otra que me dé un chance; queremos dos tipos de políticos, uno que sea serio, honesto y preparado, y otro que me apoye solo a mí, que se robe “poquito” para que me beneficie, queremos dos códigos de ética, uno en el que mi mujer sea casta y pura y otro en la que la del vecino sea flexible; queremos dos códigos migratorios; uno que me permita mano de obra barata y otro que eche de aquí a los vagabundos que se dejan ver en la calle. Es difícil, queremos que la ley se cumpla rigurosamente cuando no es para mí ni para ningún familiar cercano, queremos aumentos salariales pero queremos seguir trabajando lo mismo, queremos empleo pero no trabajo. ¿Entonces? Existe una deshumanización en la sociedad que no nos permite avanzar, hace falta regresar esa humanidad y dignidad que como seres pensantes hemos perdido.

Me atrevo a decir que la solución está en jugar un ganar-ganar, en hacer la diferencia día a día desde nuestros puestos, en poder ver más allá de lo superficial e interiorizar, está en poder asumir un verdadero papel de maestro, de doctor, de abogado, de ente social.

Debemos generar constantemente un mundo mejor, donde el poder no se convierta en un fin sino en un medio para lograrlo, donde la empatía, la colectividad y la congruencia sea nuestra carta de presentación, donde las modas pasen y no se lleven nuestros valores y principios, donde los logros del otro generen felicidad y no envidia, donde pueda tener el valor para ayudar, pero también, para ser ayudado.

Vayamos por la vida en urgencia, sacando a flote con nuestras acciones a este barco que le está costando y mucho, que está pagando precios gigantescos y mientras no dejemos de criticar en lugar de proponer y accionar, mientras sigamos esperando a que otros hagan las cosas, mientras veamos cómo este mundo se consume en odio, represión, guerras y violencia la vida se nos irá en urgencia.

Como ciudadano mexicano  asumo mi responsabilidad y adquiero mi compromiso para que este barco llamado México no se hunda y sea sacado a flote de uno en uno, hombro con hombro desde la trinchera que ostento, generando cadenas de unión, de lucha, de perseverancia, pero sobre todo, de consciencia de lo que se vive en la actualidad. ■

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