■ Nómada*
La fundación del real de minas de Nuestra Señora de la Concepción, de la sierra de Pinos, data del siglo 16, durante las exploraciones realizadas por Juan de Oñate; de esta época a la fecha, Pinos se fue conformando como una hermosa población en donde sobresalen el templo de San Francisco, la parroquia de San Martin, el templo de Tlaxcalita y la iglesia de la santa Veracruz, construcción hermosa del siglo 18.
La feria regional de Pinos se realiza del 15 al 25 de febrero y en ella podemos encontrar danzas de Matlachines y de la pluma, serenatas, bailes, juegos pirotécnicos, torneos de gallos, mezcales, melcochas, queso de tuna, condoches, gorditas de horno, y patoles blancos.
La feria actual de Pinos es digna de visitarse y disfrutarse porque tiene una gran riqueza en cuanto a la cultura popular y en torno a su patrimonio tangible e intangible. Existe una crónica de inicios del siglo pasado, hecha por el escritor León García Rojas, la cual les comparto porque en ella se muestra el valor cultural de la fiesta zacatecana.
Era el mes de febrero, el más esperado por la pequeña ciudad, pues era la feria del santo patrono San Matías, así lo requería cada año y ya se esperaba que viniera mucha gente de fuera, los jugadores tahúres de la feria de León, Guanajuato, que se había celebrado el 20 de enero, día de San Sebastián y que terminada, se prestaban a llegar con las jaulas de gallos bien repletas, con el fin de prepararlos y que estos estuvieran descansados para las peleas que tendrían que efectuarse, pues la gente que anda de feria en feria ya sabía en donde poder seguir su tren de vida, de juergas y de vicios.
En nuestra juventud todo es hermoso y espera uno con ansia con cualquier pretexto para divertirse, así que cuando se observaba que ya las autoridades se habían ordenado el “Rayado de la plaza”, o sea, el que se disponía se rayasen con callos diversos locales para que se fijaran ahí los distintos puestos que se establecían, no había duda, la feria se acercaba, y los montones de muchachos al salir de las escuelas se detenían a observar curiosamente las maniobras que se hacían al respecto, sintiendo cada uno en su interior una extraña sensación de alegría por la temporada de la feria que se avecinaba.
Llegaban a las fiestas mucha gente de diferentes esferas sociales, pues muchos de ellos hacían el viaje con el fin de divertirse sanamente y otros con el fin de ver que se podían llevar, ya fuese en las peleas de gallos, carreras de caballos durante el día, y por la noche el juego de cartas y en la ruletas.
En la plaza de gallos, el palenque también se llenaba y no era mal visto que concurriesen algunas familias a tales festejos y entre pelea y pelea se deleitaba a la concurrencia con canciones que entonaban las “cancioneras” que en aquellos tiempos había, pues no existían tríos o conjuntos como los hay en la actualidad, llamándoles simplemente cantadoras, que eran grupos de tres o cuatro mujeres por lo regular ya otoñales, bien pintarrajeadas que aunque eran de diversas partes de la República, siempre decían ser de Guadalajara o bien se autonombraban tapatías.
En la plaza principal, o sea en el jardín, todos los días se efectuaban concursos musicales los cuales eran amenizados por la Banda Municipal, la cual también alternaba con las Bandas de Villa García, Aguascalientes o Zacatecas. Visitaban también la población buenas compañías de teatro, entre las que lo hacían era la de Matilde del Pozo, quien era conocida en esos tiempos en toda la República y la cual llegaba con el fin de hacer largas temporadas. ■
*Espacio patrocinado por la Secretaría de Turismo de Zacatecas.
*Espacio de difusión de las fiestas y tradiciones zacatecanas del museo Etzcuincle.