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lunes, 16 junio, 2025
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La fragilidad de la privacidad

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Por: SERGIO CONTRERAS PADILLA* •

Durante los últimos cincuenta años, han sido añadidos nuevos ingredientes que permiten comprender las formas en las cuales se organizan las sociedades, tanto en sus formas de comunicación como en sus estructuras democráticas. Uno de tales principios -aunque si bien no es nuevo pues tiene sus raíces filosóficas en los siglos XVII y XVIII- es el término de sociedad abierta. Tal concepción con raíces en el racionalismo y el idealismo alemán obedece a un principio de apertura de aquello que es público, o bien, que por sus características internas lo sea.

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Con la emergencia de los estados modernos y las crisis que arrastran constantemente, dentro del campo político lo abierto se ha convertido en una necesidad política, no social. Con esto me refiero al funcionamiento a partir del marco normativo como autorregulación de lo público y como extensión de eso público para ser compartido en lo social. Es por esto, que en una gran cantidad de países el concepto de gobierno abierto es fomentado por lo político, se trata en el fondo de un espejo, o bien, de la mimesis a los sistemas de gobierno. Lo abierto no se refiere a ningún valor, sino a formas de gobernar lo público.

Ahora bien, si tal apertura tiene como base un marco normativo y la voluntad política de los representantes públicos, para que aquello que es considerado como público pueda ser de puertas abiertas, tal apertura alcanza también la vida privada. Contrario al derecho a conocer se encuentra el derecho a no ser conocido, y con esto me refiero a lo que Hegel llamaba la esfera íntima del individuo, la vida privada. El derecho a mantener la vida privada oculta a los ojos de los demás, es una garantía consagrada también en los resortes normativos de lo público que precisamente le da el derecho al individuo para revelar o no aspectos de su privacidad.

La privacidad en lo individual será entonces lo contrario a lo abierto en lo público. Sin embargo, en las sociedades contemporáneas, parece que tal concepción se ha fragmentado, al menos por dos fenómenos muy conocidos: la globalización y la penetración tecnológica. En el primer caso me refiero a la pérdida de lo local para ser montado a un plano internacional. Sobre esto existe bastante bibliografía sobre todo en el campo de la etnografía que demuestra cómo los cambios globales han transformado los escenarios comunitarios. Algunos teóricos responsabilizan a la economía y al sistema político de esta multiculturalidad emergente que permite que lo diverso se expanda sobre lo endógeno.

Ahora bien, el segundo componente y sobre el cual me interesa reflexionar, es la nueva tecnología. Los nuevos fenómenos sociales han sido analizados por una gran cantidad de corrientes científicas. Uno de dichos enfoques, centra sus baterías en la tecnología como palanca para el cambio, y desde esta perspectiva gracias a la nueva tecnología los gobiernos locales pueden subirse al tren de la modernidad: construir gobiernos abiertos. Con base en este argumento los sistemas políticos pueden diseñar programas, realizar reformas, firmar acuerdos o tratados para dar legitimidad a lo abierto como una extensión de la transparencia pública.

En el plano individual el uso tecnológico parece ir más allá de la política de lo abierto. Intencional o no, una gran cantidad de seres humanos en todo el planeta, tienden a escapar de lo privado, es decir, de aquello que en el marco de regulación social les da el derecho de autocontrol. Las personas comparten cada vez más trozos de su vida privada mediante artefactos tecnológicos. Los teléfonos móviles participan en la circulación de millones de datos personales que cada minuto inundan las redes digitales.

Develar la privacidad como se devela mediante la tecnología pone en la misma dimensión lo privado y lo abierto. No existe en la sociedad digital una diferencia de fondo entre ambos campos. Aunque existe en la concepción y hasta en las formas legales, lo cierto es que para el usuario de la tecnología tal división puede ser inexistente. Lo privado ahora es abierto, mientras que lo abierto que debería de ser abierto, no siempre lo es. Pero más allá de la política por lo abierto del paradigma global y del paradigma tecnológico del capitalismo económico, la eliminación de los candados que encierran la vida privada es una acción individual. Somos testigos desde nuestras pantallas y de la ideal vida virtual que vivimos, del debilitamiento de la privacidad. ■

 

*Master en Sociedad de la Información por la UOC

 

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