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jueves, 25 abril, 2024
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La obligada necesidad de convencer al tribunal social

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

A pesar de la indiferencia institucional al tema y de los silencios mediáticos que a unos supo a prudencia y a otros a (¿auto?) Censura, la muerte de Jorge Iván Ávila se instaló en la agenda pública y en la discusión social. 

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Lo noten o no, lo crean o no, a través de redes sociales, tímidos murmullos en sitios públicos y conversaciones abiertas en privados, el tema se conoció lo suficiente, de tal forma que ni los medios ni las instituciones, o los actores políticos, pudieron ignorarlo. 

Ya algo se sabía desde julio pasado, cuando ocurrió la riña a las afueras del bar Caviar Izquierdo. El hecho trascendió de boca en boca, por una parte, por haber quedado videograbado, y por la otra, por correrse el rumor de que estaba involucrado en ella un hijo del gobernador.

Pero luego todo quedó en aparente calma, hasta que el sábado 15 se supo que Jorge Iván, el joven protagonista de esos vídeos en los que recibe una golpiza colectiva, había fallecido. 

Aun entonces predominó el silencio en los medios y las comunicaciones oficiales, sólo una esquela en el Facebook de la preparatoria 1 de la UAZ confirmó la noticia.

El lunes 17 el silencio no pudo sostenerse más y la manifestación pacífica de un centenar de jóvenes, inaugurada por la declaración de un testigo de parte de los hechos, obligó a la cobertura mediática más allá de lo estatal. 

La narrativa del cauteloso declarante confirmó, a grandes rasgos, la que se contaba en redes sociales, aunque sin precisar del todo quiénes eran los participantes.

Dijo, sí, que se trataba de personas relacionadas con el poder, aunque se contuvo de dar nombres. Dijo también que había presencia de policías estatales haciendo las veces de “guaruras” de los agresores, a quien estimó en siete personas, que además de ser superiores en número, contaron presuntamente con la protección de elementos oficiales. 

A pesar de ser siete, entre los que estarían también hijos de empresarios y otros políticos, el enojo social ha recaído naturalmente en uno de ellos, por ser el de mayor relación con el poder y en consecuencia el que tendría más garantías de impunidad.

Tres dimensiones pueden tener este problema, que crece como tumor silencioso en la sociedad zacatecana y alcanza al gobierno estatal: la jurídica, la política y la humana. 

La primera de ellas es quizá la menos problemática. El transcurso del tiempo entre la riña y la muerte de Jorge da posibilidades, a un buen abogado, de entretejer un discurso que aleje la discusión legal del delito de homicidio. 

Podría apoyarse también en el desvanecimiento de datos cada vez más probable conforme pasa el tiempo, además de los errores reales y fingidos de los encargados de la investigación y la imputación. 

Rocas que serían diamantes en manos del mejor abogado que el dinero y el poder puedan conseguir. 

Lo político es más complicado, nos encontramos en la intersección perfecta entre conocer el pasado de impunidad que hoy nos tiene hartos, y la posibilidad de un futuro distinto a lo que antes nos parecía casi normal, cuando menos lo acostumbrado. 

Pero en lo humano es donde está el mayor de los retos. No solo para la víctima y su familia, sino para quienes se señalan como agresores, porque sin importar lo legal, si resultan culpables en el juicio social no habrá poder suficiente ni sexenio tan largo para que se libren del rencor y del rechazo social. 

Es ese tribunal, el social, el más severo de todos, y quizá para algunos el más injusto también. 

A ese tribunal, más que a cualquier otro, tiene que convencérsele por el bien de todos de que Jorge y su familia tuvo justicia. 

Esto no se hará por magia ni por decreto, requiere, para empezar, la disposición de hablar del tema con transparencia, también de la clara voluntad de investigar, y sobre todo de la confianza popular con la que ninguna entidad local parece contar, al menos en este tema. 

Todo ello (y más) es lo obligado en lo legal, y lo conveniente en lo político. Pero por encima de todo, eso es lo necesario en lo humano porque Jorge y su familia merecen justicia, pero también, porque para los señalados como responsables no habrá más futuro que el exilio y la muerte social si no queda clara su inocencia o su afrontamiento de las consecuencias. 

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