La verdadera fórmula del crecimiento y el desarrollo, es la suma de esfuerzos tanto de hombres como de mujeres y, desde cada trinchera en dónde contribuyan positivamente a edificar la grandeza de esta Patria. El pueblo es el Ente Soberano, no son los partidos políticos y algunos de sus mediocres actores, varios de ellos solo se acuerdan del electorado cuando quieren seguir chupando del presupuesto y vivir a sus anchas. Sin lugar a dudas y pese a los sensibles oídos que han vivido y mamado de la ubre gubernamental de pasadas administraciones, México ha padecido un sin número de agravios contra su pueblo, contra las mujeres, perjudicando a la clase trabajadora, por ejemplo, adjudicándoles viviendas cada vez más reducidas que se pagan en 25 o 30 años, mientras que otros, tienen hectáreas al por mayor, y ya tienen garantizada la satisfacción de las necesidades de sus quintas o sextas generaciones a las cuales todavía ni conocen. Así pues, debemos trabajar arduamente para que las próximas poblaciones que ocupan el territorio, adviertan avances concretos en cuanto a la superación de la pobreza, la extinción de la marginación, la discriminación y la desigualdad; por lo que todos los esfuerzos, deben centrarse en generar un acceso equitativo a las oportunidades, más allá de luchas que ya rebasan décadas de rumiantes y concienzudas reflexiones, marchas, protestas, bloqueos y diálogos encarnecidos. Estoy convencido de que un verdadero trabajo de conjunto que aglutine tanto a hombres y mujeres, personas con discapacidad, grupos de la diversidad sexual, pueblos originarios y citadinos, será la fuente de donde emane el progreso efectivo, ya que está visto que precisamente las desigualdades y las divisiones, constituyen el campo fértil para que el suprapoder económico disponga de nuestros recursos, de nuestro patrimonio común, de la soberanía, del sistema jurídico, de las instituciones y del país mismo, para el cumplimiento de sus fines que no tienen límite. Es la desarticulación social, la condición para la proliferación de la delincuencia, también es el que permite la manipulación colectiva, las luchas sin cuartel de soldados que enarbolan la bandera democrática, a partir de la cual, pretenden su enriquecimiento y la generación del lucro insultante de los grandes capitales (generalmente extranjeros), que jalan los hilos de los actores políticos por sobre los partidos políticos y por encima de los ideales de la Nación. El desasosiego ciudadano se controla por distintos puntos, el clero y su estela de sacrificios para acceder al cielo, los medios masivos de comunicación y su futbol con todo y su mediocre selección mexicana; sus competencias artísticas no creíbles, sus novelas estúpidas, por ejemplo, las tres marías de Thalía: María Mercedes, María la de Barrio y Marimar), la explotación de niños y niñas que padecen discapacidades, enfermedades y distintos dolores; el miedo que genera la delincuencia, las discusiones estériles, la guerras iniciadas por cualquier pretexto y, por si fuera poco, en lo cotidiano nos peleamos por los pocos estacionamientos que hay, agredimos a otros conductores, dañamos el ambiente y las distintas formas de vida, regañamos a las y los niños cuando osan salir a la calle porque las casas que pagaron sus padres durante treinta años, no permiten su libre desenvolvimiento debido a la cercanía de sus paredes y la escasez de sus patios, mientras que, por el contrario, hay extranjeros que se apropian de costas, fronteras y grandes extensiones de tierra que debieran ser de los mexicanos, aprovechando la anuencia y facilidades otorgadas en su momento, por algunas autoridades y personajes corruptos que explotan al máximo en su breve estancia por las dependencias y administraciones gubernamentales, olvidando que precisamente, los fines de la Administración Pública son la satisfacción de los intereses colectivos. Debemos despertar del letargo político y social en el que hábilmente nos han colocado y, ya despiertos, dejemos de ser hipócritas como sociedad, participemos activamente en la construcción de nuestro presente y nuestro futuro, edifiquemos la Nación que heredaremos a nuestros hijos; dejemos de enseñar a nuestros jóvenes de que el engaño, la diatriba, la labia y la corrupción son los caminos que conducen al éxito, enseñémosles a nuestros niños a reflexionar en la grandeza de México, a respetar el derecho de los demás, a respetar la vida y a vivir en la abundancia que nos brinda nuestra tierra; cortemos para siempre el cordón de la hipocresía que hemos heredado de las generaciones pasadas, dejemos de ser hipócritas sociales y aprendamos a ser libres. Ojalá.
Reflexiones sobre la sociedad hipócrita
