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jueves, 18 abril, 2024
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Madriguera 

■ [Segunda parte]

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Por: MARIANA FLORES •

La Gualdra 539 / Río de palabras

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Reporte 01/Proy_Madriguera/Clara-54YH-2050 

Fecha: Por definir 

Lugar: Desconocido

Legué a lo que parecía ser el sótano de una casa abandonada. Tristeza y desolación son las emociones que sentí al pisar la madera vieja de ese abandonado lugar. Emociones como combustible para viajar en el tiempo ¿quién lo diría? Tardé un par de horas en recuperarme, en dejar de llorar, en pensar que hay esperanza.

Al recuperarme salí de aquella casona abandonada. Al salir, reconocí algunas estructuras metálicas de las peceras; hay autómatas caminando en las calles, sin rumbo. Sufren. Pero hay algo con lo que no contaba, las personas que me he encontrado, al escucharlas hablar no les entiendo nada. Ni siquiera articulan palabras o sonidos guturales, cuando hablan, escucho como un zumbido, como si fuera estática de algún aparato. 

Primero me econtré a una señora con un bebé, los seguí para averiguar qué estaba pasando con mi imposibilidad para entender algo. Pensé que era un efecto del viaje. La señora con el bebé habló con un joven e intercambiaron unas bolsas de papel. Ahí supe que ya escaseaban productos. La señora sacó ansiosa de la bolsa de papel un bolillo duro como una piedra. Lo olió con los ojos cerrados, como en éxtasis, lo empezó a lamer con desesperación. Entendí lo que pasaba, pero de las palabras nada. 

Luego me encontré un camellón arbolado, como de ensueño, los árboles gigantes, plantas colgantes; se sentía la humedad y podía percibirse el olor a tierra. A la mitad del camino, un gato pinto pasó frente de mí, ¡increíble! Tenía por lo menos diez años que no veía uno de esos. Me rodeó las piernas y lo cargué. A mi lado pasó alguien corriendo, hablando por una especie de walkie talkie, “en dos horas bajan esas cosas horrendas, voy corriendo a la casa, estoy a unos cuatro kilómetros”. Por fin, entendía las palabras. Solté al gato para que merodeara, me senté junto a un arbusto.

 Una casona vieja llamó mi atención, había alguien en la ventana, me hacía señas. Algo raro comenzaba a percibir, “tal vez ya no tardan en bajar”. Luego, una mujer encapuchada, al otro lado del camellón me gritó algo, no entendía otra vez. Llamé al gato, lo cargué y le pedí a la mujer que me repitiera lo que dijo, entendí. Me indicó que subiera a la casona, al último piso que ahí era seguro, “faltan dos horas” me dijo. 

Entré a la casona abandonada. Había pestañas postizas tiradas por doquier…“Te llamaré Logos”, y solté al minino para que explorara. Subí hasta el desván. Todo rechinaba, había un ventanal y una silla. Me senté y observé el apacible camellón… y vi a Logos. Imposible, está aquí en la cornisa. Es una trampa. A lo lejos, me veo, estoy caminando y mirando hacia acá, trato de hacerme señas, “no entres”…

Espero reciban esta información a tiempo. 

Clara.

*@LaMayaFlores

Escritora, socióloga y guionista.

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