Comentaba hace unas semanas que la elección del presidente Nacional del Partido Acción Nacional, llevaría consigo algunos retos importantes para la nueva dirigencia.
Para Acción Nacional, la democracia no es simplemente un método de selección de candidatos o de acomodo de la búsqueda de las posiciones del poder. La democracia es un estilo de vida, y eso debería de ser para los militantes de dicho Instituto Político.
Señalaba Carlos Castillo Peraza, uno de los últimos ideólogos doctrinales de Acción Nacional, y cito “[…] La democracia vista un poco poéticamente, es la historia de los desiguales para ser iguales ante el Derecho. […] La historia de la democracia es eso. Que los distintos estemos de alguna manera iguales ante el Derecho para poder organizarnos para vivir con justicia. […] La democracia es una forma de vivir en el respeto, en el diálogo, en la política. Es un método para tomar decisiones. […].”
En consecuencia, la democracia más que el simple juego electoral, es un verdadero estilo de vida, es una forma de realizar valores personales y sociales, es la manera en que el ser humano pone en práctica su dignidad en el aspecto concreto de participar en las decisiones colectivas que afectan nuestro destino personal y el destino de las comunidades humanas.
Y esa democracia, se vio reflejada en la elección de la dirigencia Nacional de Acción Nacional, en la que por primera vez en la historia de este instituto político, se definió quien dirigirá el derrotero del PAN en el siguiente año y medio en un entorno de elección abierta a toda la militancia del Partido.
De las campañas en particular, prefiero no hablar, “haiga sido como haiga sido”, dijera Felipe Calderón, esa etapa se consumó y es momento de dejarla atrás. Acción Nacional superó los escenarios más catastrofistas –incluido el mío-, y las declaraciones de ambos candidatos así lo respaldan.
Una vez concluida la elección que inició en el mes de marzo y concluyó el pasado domingo 18 de mayo con la elección de Gustavo Madero, surgen otros retos que considero importantes y que tendrá que resolver la nueva dirigencia.
El primero de ellos, es lo que llaman los políticos la operación cicatriz, es decir, empezar a reconstruir la unidad partidista.
Ernesto Cordero señaló que no judicializaría la elección y reconoce su derrota en las urnas, un hecho de admirable madurez política y que bien o mal, se le tiene que reconocer.
Gustavo Madero, también con gran madurez política, extiende la mano y señala que será incluyente en la conformación de los órganos de dirección del partido.
Ambos contendientes, deben de entender que por encima de los intereses de grupo o personales que los llevaron a buscar la presidencia de Acción Nacional, los panistas conforman una “comunidad de destino” con intereses superiores a los ya señalados, y que son los que dieron pie a la fundación de ese Instituto Político.
De la misma manera, los equipos que acompañaban a uno u otro candidato, deben de entender que a todos los militantes de Acción Nacional los debe de unificar su doctrina y su deseo de transformar a México.
A los panistas no se les debe de olvidar todas y cada una de las lecciones que les ha dado el electorado cuando salen confrontados a una elección constitucional, no se les debe de olvidar que van en el mismo barco, y que depende de ellos con sus acciones o lo que dejen de hacer, que éste se vaya a pique o siga navegando.
Es el momento adecuado para se busque el acercamiento a través del dialogo, pero no un dialogo infértil, sino una deliberación basada en la verdad y en el consenso, pero sobre todo que busque construir acuerdos y soluciones que lleven a Acción Nacional a recuperar la confianza de la ciudadanía.
Ernesto Cordero y su equipo de campaña, no pueden mostrarse mezquinos a la hora de brindar el respaldo a la dirigencia electa, así como los panistas no lo pueden ser con la Institución a la que representan en todos y cada uno de los estados de la república.
Gustavo Madero, tendrá que tener la HUMILDAD suficiente, para entender que el poder es solo un instrumento que se debe poner al servicio de los mandantes, que no solo son los que le dieron su apoyo sino todos y cada uno de los panistas que conforman la militancia, pero aún más allá, todos y cada uno de los mexicanos que aun respaldan y confían en Acción Nacional.
Otro de los retos que vislumbro para el PAN, es recordar que el partido no sólo les pertenece a los panistas, sino que fue una institución creada para que los ciudadanos participaran en la vida pública de nuestro país, para desde ahí implementar la doctrina partidista, y no para formar políticos profesionales que buscan brincar de un puesto a otro en la búsqueda de la satisfacción de sus intereses personales.
Los políticos se han perdido en las mieles del ejercicio del poder, señalaba Carlos María Abascal, y eso es una realidad contra la que también tendrá que enfrentarse la nueva dirigencia.
Pero no solamente la dirigencia electa, los panistas deberán entender que más allá de grupos e intereses por las posiciones de poder, deberán reconstruir juntos y no separados en grupos o familias, a esa institución que representaba una opción electoral confiable, y dejar de lado prácticas que hicieron que Acción Nacional pareciera una mala copia del PRI.
Si los panistas logran entender los retos que tienen como partido político, y ven más allá de sus controversias internas, y sobre todo, consiguen comprender que los adversarios políticos no son los compañeros de lucha, si no el PRI de siempre –y no el nuevo como lo quieren vender-, me parece que Acción Nacional puede vislumbrar un futuro no muy lejano de triunfos y logros electorales.
De lo contrario, si continúan con las luchas intestinas, creando grupos por un lado y por otro, la sociedad una vez más cobrará la factura, y Acción Nacional seguirá siendo un eterno partido de oposición.
Desde mi óptica esa es mi apreciación, ustedes por supuesto, tendrán la última opinión. ■