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miércoles, 16 abril, 2025
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■ Hacer cerámica es traducir ideas y emociones que, de otra forma, son imposibles de decir, afirma

Emmanuel Arteaga Sosa: la tierra como lenguaje

■ Su obra puede entenderse como una serie de sueños encarnados en barro, hechos para hablar, para incomodar, para recordar, para quedarse

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Por: ALEJANDRA CABRAL •

En una pequeña habitación de Guadalupe, Zacatecas, entre barro, un horno y herramientas, Emmanuel Arteaga Sosa ha ido modelando un camino artístico que se nutre de la tierra. A sus 24 años, este joven ceramista y alfarero ha hecho del barro zacatecano un lenguaje con el que expresa crítica, memoria y mito. Su obra se distingue por su carga simbólica y su voluntad de ir más allá de lo decorativo. Para él, hacer cerámica es traducir ideas y emociones que, de otra forma, son imposibles de decir.

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La conexión con la tierra llegó temprano, aunque de forma dispersa. Como muchos niños, disfrutaba dibujar, moldear plastilina o hacer figuras en talleres de verano. Pero sería hasta la preparatoria cuando, casi por casualidad, descubrió la cerámica gracias a una amiga que lo invitó al taller de la maestra Karina Luna, y esa afinidad se transformó en vocación. “Desde el primer día que llegué sentí que conecté con la tierra, con los materiales… y lo convertí en algo mío”. Esa sensación de pertenencia lo acompaña hasta hoy.

En su formación no hubo academias de arte ni becas, sino cursos comunitarios, ensayo y error, y una voluntad constante por aprender. Durante la pandemia, cuando los talleres cerraron, empezó a hacer piezas desde casa. Vendía por Instagram bajo el nombre de un pequeño proyecto artesanal: “Sachi”, y con lo que ganó fue reuniendo lo necesario para su primer espacio de trabajo independiente.

En sus obras confluyen
referencias a la cultura
wirrárika, a la historia
de Zacatecas, al mito
prehispánico, a la minería, y
también a la violencia social

Su obra se caracteriza por una carga simbólica poderosa. Muchas de sus piezas han sido premiadas en certámenes estatales de arte popular: El Guardián del Peyote, Rostro de cantera, corazón de plata, Roque, El minero o El fantasma del Quinta Real, son algunas de las esculturas que ha presentado. En ellas confluyen referencias a la cultura wirrárika, a la historia de Zacatecas, al mito prehispánico, a la minería, y también a la violencia social. 

Una de sus obras más impactantes, es un busto femenino con una mano marcada en la boca. La silueta de los dedos, convertida en cráneo, simboliza la violencia del silencio forzado. “Era una crítica a los feminicidios, a la represión. Una manera de hablar desde la cerámica”, explica.

Sobre la comunidad ceramista en Zacatecas, Emmanuel destaca que existe un entorno cada vez más abierto al intercambio de conocimientos, donde los artistas con mayor trayectoria suelen compartir sus técnicas a través de talleres accesibles para personas de todas las edades. 

Reconoce que antes de su adolescencia no tuvo acceso a esa información, pero actualmente ve con gusto cómo se han multiplicado los espacios formativos. En este proceso, la Subsecretaría de Desarrollo Artesanal ha tenido un papel importante, al organizar cursos gratuitos en periodos vacacionales, así como expo-ventas que permiten comercializar las piezas y visibilizar el trabajo artesanal, destaca el joven. 

Emmanuel Arteaga se considera a medio camino entre alfarero y ceramista: toma materiales tradicionales, como el barro rojo zacatecano mezclado con arcilla producida en el Parque Industrial de Guadalupe, pero los transforma en piezas que escapan a lo utilitario. El joven busca romper con el concepto tradicional de la cerámica utilitaria —como las ollas o los pisos— para explorar su dimensión narrativa y simbólica, incluso conceptual. 

A veces planifica sus obras a través de bocetos y escalas, pero el contacto con el barro lo lleva a ajustar el rumbo de las piezas durante el proceso. “La tierra, al final de cuentas, habla. A veces uno empieza con una idea, pero al moldear, todo cambia”.

La tierra es, de hecho, una
constante en su vida. No
solo por la cerámica, sino
también por su profesión
como ingeniero minero

La tierra es, de hecho, una constante en su vida. No solo por la cerámica, sino también por su profesión como ingeniero minero. Pasa parte de su tiempo en Fresnillo, dentro de una mina. Aunque el entorno laboral es distinto, encuentra una relación entre ambas actividades, ya que ambas implican entender la tierra, transformarla, extraer algo de ella. 

En la cerámica, esta transformación adquiere un matiz poético: es un proceso que involucra los cuatro elementos —tierra, agua, aire y fuego— para lograr que la materia se convierta en objeto, símbolo y presencia. Esa visión de la tierra como materia sagrada, como espacio creativo y simbólico, atraviesa su discurso. Sus piezas se vuelven esculturas, pero también formas de pensamiento. 

A futuro, Emmanuel desea seguir explorando y fusionando técnicas con madera, porcelana, escultura pintura y escritura, además consolidar un espacio propio: una Galería-Taller donde las personas puedan tomar café, observar piezas y, si lo desean, adquirir alguna. 

Cuando se le pide definir por qué hace cerámica en una sola frase, el joven recuerda un lema que usaba cuando vendía sus piezas en su ‘micronegocio’: “El lugar donde los sueños se ponen en tierra”. Y esa es, quizá, la mejor forma de entender su obra: como una serie de sueños encarnados en barro, hechos para hablar, para incomodar, para recordar, para quedarse.

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1 COMENTARIO

  1. Excelente Nota y Narrativa del Trabajo de este Joven Artesano, enhorabuena por Él y Por el arte que gana un Joven Talentoso en la Cerámica y Alfarería

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