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viernes, 16 mayo, 2025
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10 motivos para no escribir (primera parte)

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

1- Excepto a su novia, novio, conocidos de infancia, adolescencia, amigos de cantina, madre, tía, abuelita, suegra, cuñada o cuñado, etc., nadie entiende lo que usted quiere dar a entender con eso que presume como cuento, novela o poema. Ponga usted un poco más de atención luego de que, feliz, lea su texto una vez que lo ha terminado. Claro, quien lo lea le dirá que entiende lo que usted quiere dar a entender, pero eso que realmente entienden no es lo que realmente usted quería dar a entender, por lo que el primer problema al que se verá usted expuesto como joven escritor mexicano del siglo XXI es cuando les pida la opinión de lo que entendieron, puesto que no lo deberían haber entendido así.

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En realidad, la falta de comprensión textual los llevará a la mentira. Si se trata de su novio o de su novia, tal vez usted esté acostumbrado, pero de ahí a que le mientan su madre, su abuelita, su suegra o su tía no tiene perdón en un país como el nuestro donde los escritores abundan como cucarachas, no así los lectores. Si es una lectura en voz alta la que usted lleva a cabo para dar a conocer sus grandes creaciones literarias, lo que desean en la reunión familiar es que usted acabe lo más pronto posible para encender la televisión y ver tranquilamente la telenovela de las nueve, o sencillamente para no hablar ni escuchar ni ver nada: basta con que usted al fin se calle y punto.

2- Antes de comenzar a escribir, hágase la siguiente pregunta romántica: “¿para qué escribo?”. En la actualidad, ya lo señalamos (lo repito porque a muchos no les queda claro), hay miles de escritores: levanta uno una piedra y aparecen más de cien, y tan sólo unos cuantos lectores, lo que nos coloca ante una grave situación: el desperdicio de papel y un daño ecológico que ya es irreversible, eso con tal de que nuestros jóvenes escritores mexicanos saquen mil ejemplares de su novela y vendan cuando mucho la mitad. Lo que usted dice en sus textos ya lo dijeron otros de mil y una formas más interesantes que la que usted propone como vanguardia literaria o como una nueva escritura. ¿Sabe qué es lo peor?, ellos ya ganaron premios, se embolsaron unos cuantos miles de pesos. Escucho usted bien: ¡di-ne-ro!, ese bien monetario que sirve para tener al estómago contento y llevar a la novia al menos a un hotel de tres estrellas. ¡Chin!, ha regalado su trabajo cientos de veces con tal de que le publiquen tal cuento o poema, porque una absurda tradición le dice que los escritores deben ser pobres y viciosos. Como usted comprobará, ellos, los de la alta élite cultural, tienen el reconocimiento de un sectario grupo de lectores que igual ni los lee, pero al menos los reconoce, les pide autógrafos, se toma fotografías con ellos, los pone en ridículos altares, son incapaces de recordar que existe (o que existió) algo que se llama la crítica literaria.

¿Tiene caso escribir? Si usted contesta que sí vaya a cualquier librería y adquiera el libro Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke. Obvio, no será usted mejor autor luego de leerlo de una sentada, pero sí será un narrador tierno, lleno de falsas convicciones, creerá usted en esas tonterías del oficio, la vocación y el sacrificio por la literatura. ¿Y sabe qué?, los narradores tiernos siempre causan compasión, y al menos terminará por llevarse a las chicas guapas de las fiestas, ávidas de que les dedique un espacio en su siguiente cuento o poema, aunque en el fondo usted comprenda que no va a publicar más allá de lo que le exigen sus cinco mil amigos en su muro de Facebook.

3- Primer punto: no sabe usted lo qué es la escritura. Vamos, tiene una vaga idea gracias a las materias de literatura y redacción de la secundaria o de la preparatoria, pero no pasó de ahí y ya es hora que acepte su derrota y el gasto inútil en esos talleres literarios donde no hicieron otra cosa que timarlo.

Segundo punto: a nadie le importa lo que usted haga o deje de hacer, así que deje de sufrir en el mundo, de atormentarse por el dolor que le provoca cada palabra que sale de su melancólico corazón cual si se tratase de un problema de hemorroides, cuando está científicamente comprobado que del corazón no salen más que latidos y la sangre que bombea a todo el cuerpo, deje usted de representar al amor y la amistad con un corazón, antes que eso investigue y vea cómo un corazón real es de lo más asqueroso.

Tercer punto: Deje el alcohol y las drogas a falta de inspiración o musa, busque algún grupo de ayuda para sus tantas y presuntuosas adicciones, así sea cristiano, y empiece a preocuparse por su futuro. Le puedo asegurar que la escritura pronto se va a olvidar de usted, que lo dejará desnudo a mitad de la calle.

4- Si a pesar de todo decide escribir, recuerde que muchos lo verán como un extraterrestre que un día descendió de una enorme nave espacial. Ya estamos puestos en la presentación de su primer libro, ya habla usted de él, de su literatura, de cómo se sienta a escribir de las 10 a las tantas de la madrugada, y no faltará alguien inteligente que le pregunte: “¿y qué escribes?”, nervioso, usted contestará: “¡ah, cuentos!”, “sí, sí, ya sé que cuentos (obvio, la presentación es de un libro de cuentos), ¿pero de qué tipo?, ¿para niños o para adultos?». Tiene que estar preparado para las respuestas, de ser posible memorícelas antes de salir de casa: inventé fórmulas inexplicables e ilegibles. Por ejemplo, usted puede decir que “escribe cuentos porque su problemática ontológica va mucho más allá de su auténtica esencia existencial”. También puede usted decir que escribe porque una noche de invierno, de las más frías, Jesús se le apareció después de fumar un poco de marihuana, le tocó la frente (de ahí la caída de cabello) y le gritó: “¡hijo, tú vas a ser escritor!”.

5- Por favor, no sea egoísta y piense en los demás, no atente contra ellos, ¿qué culpa tienen de sus habilidades artísticas?, ¿qué necesidad tienen de escucharlo en presentaciones callejeras o de leerlo en Facebook? Apele a su moral católica, haga un bien a su prójimo y cargue el saco de culpas en la espalda. No es necesario que los simples mortales caigan abatidos y desconfíen de grupitos culturales que antes que acercarse a ellos buscan hacerlos menos, como en el club de Tobi. Ya cayeron muchos con cientos de libros. Se lo puedo asegurar.  ■

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