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martes, 13 mayo, 2025
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La tierra y la sombra, del director César Augusto, se inscribe en la Semana de la Crítica de Cannes

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Por: CARLOS BELMONTE GREY •

■ La obra fue la terapia personal del creador para superar el dolor de la muerte de su madre

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■ Actores de la cinta no pudieron ver el guión, sólo un par de escenas al final del rodaje

CANNES, FRANCIA. Una pequeña casa de una sola planta, de adobes y piedra, con techo a dos aguas de tejamanil, un pequeño pórtico que da sobre un terreno limitado por los extensos sembradíos de frondosa caña de azúcar, en medio –entre la casa y el sembradío- un gigantesco árbol cuya fresca sombra cubre la única banca de madera y al lado de una pequeña casa, también de madera, para los pajaritos. El plano de la cámara es grande, del conjunto. Una imagen que recuerda el idilio de tranquilidad de la campiña. Este espacio está habitado por una madre y, a la vez, vieja abuela, su hijo, su nuera y su nieto. Sólo falta el padre ausente desde hace muchos, es un fantasma. Descrito así, personajes y ambiente, parecen jalarnos a la añoranza del idilio natural, del lugar de reposo y de la vuelta a la naturaleza.

Pero el director colombiano César Augusto Acevedo en su filme, inscrito en la sección de la Semana de la Crítica, La tierra y la sombra rompe ese idilio. Lo dota y baña de historias que se entraman entre la lucha social de los campesinos, la denuncia ecológica y el drama íntimo de la familia que sufre de esta realidad.

La obra fue la terapia personal del director para superar el dolor de la muerte de su madre hace ocho años y la ausencia de su padre en su vida. Desde entonces empezó a escribir y a retocar su guion, y a filmarlo el año pasado, comentó Acevedo protegido por la sombra de una sombrilla en la playa Nespresso en pleno bulevar de la Croisette.

Es por eso que el dolor personal quedó transmitido en su historia. Pero es un sufrimiento narrado más por los movimientos de la cámara que por lo diálogos repetidos sobriamente, casi sin emotividad por los actores, en su mayoría no profesionales y lugareños de las azucareras.

Los travellings arrastran a los personajes y el escenario es casi bidimensional, no hay profundidades. La cámara recorre el espacio, acompaña a un personaje y deja rezagado al otro hasta ponerlo fuera de plano, luego va y regresa a buscarlo para juntarlos. De repente apunta a lo alto del árbol, a la casa, a las plantas respetando la mirada de los personajes, pero siempre divorciándolos. Para marcar así los ritmos de los sentimientos que entre ellos tienen y van sanando a “través de tiempos largos organizados en función no sólo del acercamiento de los cuerpos físicos, sino también remiten al encierro emocional. Es muy importante destacar el movimiento de los actores para ver cómo y dónde están”, aseveró Acevedo.

Por este tono es obvio, subrayó reiteradamente Acevedo, que el balance de la trama recae principalmente en la narración de los sentimientos de la familia por encima de lo ecológico y social. El microcosmos creado alrededor de una historia de desencuentro de una familia de campesinos avasallados por el trabajo de las azucareras, le abrió las ventanas a la realidad de la invasión y destrucción del mercado capitalista. Sin embargo, se preocupó de no caer en digresiones que nublaran la construcción de las sensaciones.

 

Actores no profesionales, estrategias para capacitarlos

La película no tiene más que a un solo actor profesional: “Debido a la carga dramática de la película quise hacerlo con profesionales pero no encontré con quién hacerlo. Quería una verdad del campo. La cara, las manos, las voces de gente que trabaje en el campo”.

“Lo que sí hicimos con los actores fue que trabajamos con ellos intensivamente durante cinco semanas antes de comenzar rodaje, apoyados por Fátima Toledo. Ella hizo la preparación de la Jaula de Oro, entre otros. El método de ella es que no les dábamos el guion, sólo en la última semana preparamos un par de escenas. La idea era recuperar la memoria sensorial de las personas, que fueran conscientes y que recuperaran sus memorias. Yo buscaba conexiones de episodios de sus vidas que tuvieran que ver con la escena que iban a representar. Por ejemplo, en la escena en la que el niño llora porque tiene que despedirse de su padre, era al final de rodaje, y era la última escena. Entonces, como habíamos trabajado como una familia durante todo el rodaje, le dijimos que tenía que despedirse de su familia y le salieron las lágrimas”.

La película por lo pronto ya atrajo las miradas de los distribuidores europeos y muy seguramente tendrá salida en cines franceses en septiembre de este año.

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