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jueves, 28 marzo, 2024
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Pandemia ocasionó una alta dependencia en los dispositivos electrónicos

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Por: MARTÍN CATALÁN LERMA •

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■ Segunda de tres partes

■ Importante, no dejar de lado que con el uso prolongado de aparatos electrónicos como los teléfonos móviles o las laptops, principalmente, hay riesgo de contraer cáncer: investigador

■ Los profesores ya están cansados de las sesiones virtuales; no han sabido o no han querido calibrar la cantidad de trabajo o tareas que les solicitan a sus alumnos: Federico Guzmán

■ La educación en línea sí tuvo impacto directo; “no estaba acostumbrada a estar tanto tiempo conectada a dispositivos electrónicos”: Sofía Arellano Chávez, estudiante universitaria

■ “Antes sólo era para hacer las tareas y trabajar, pero ahora es casi a toda hora y siento que me ha afectado hasta en la vista; también me afectó estar tanto tiempo sentada”

■ “Me estoy cansando de la vista, hay que escribir ensayos, resúmenes o montón de cosas en la computadora, después hay que llevar clases en la computadora: Felipe Ángeles Robles”

■ Los docentes se preocuparon por superar la barrera del trabajo en línea, pero en ese intento de buscar estrategias para transmitir un conocimiento, en ocasiones sobrecargaron a los estudiantes: Hans Hiram Pacheco García

 

Derivado de la creciente necesidad de elaboración de tareas en formatos digitales y combinado al uso de aparatos electrónicos (computadoras, tabletas electrónicas y teléfonos celulares) para fines de entretenimiento, este fenómeno se está registrando a nivel global, es decir, no es exclusivo de México o Zacatecas, pero hay países que sí están tomando medidas. Por ejemplo, en Corea se reguló el uso de los videojuegos de 12:00 a 6:00 horas por el incremento a la adicción a los videojuegos de entretenimiento virtual.

En ese sentido, el investigador Federico Guzmán López señala que es importante que no se dejen de lado los factores de riesgo que representa la sobreexposición a los aparatos electrónicos como los teléfonos móviles o las laptops, principalmente por el riesgo de contraer cáncer.

Expone que estudios realizados por el Instituto Nacional del Cáncer en Estados Unidos, destacó que los teléfonos inteligentes emiten radiación de radiofrecuencia (radiación no ionizante) desde sus antenas y el problema es que las partes del cuerpo más cercanas a la antena absorben esa energía radioactiva.

Para dimensionar el alcance de este tema, datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del Inegi, arrojaron que, en México, de un total de 35 millones 156 mil 897 viviendas particulares habitadas, en 13 millones 204 mil 680 viviendas disponen de computadora, laptop o tablet, equivalente al 37.5 por ciento del total de viviendas del país. Asimismo, cuando se revisa los datos del número de viviendas particulares habitadas en el país que disponen de teléfono celular, alcanzó la cifra de 30 millones 775 mil 898 viviendas, equivalente al 87.5 por ciento del total de viviendas en México.

Mientras que, en el caso del estado de Zacatecas, de un total de 442 mil 263 viviendas habitadas, en 139 mil 371 viviendas cuentan con computadora, laptop o tableta electrónica, equivalente al 31.5 por ciento del total de viviendas habitadas en la entidad zacatecana. Asimismo, el número de viviendas particulares habitadas que cuentan con teléfono celular en Zacatecas alcanzó la cifra de 372 mil 814, equivalente al 84.3 por ciento del total de viviendas particulares habitadas en la entidad zacatecana.

Aunado a esas cifras, la precarización estudiantil se refleja también en que en el 68.5 por ciento de las viviendas zacatecanas no cuenta con computadora, laptop o tableta electrónica y en el 15.7 por ciento de las viviendas zacatecanas no cuentan con teléfono celular, lo que implica en conjunto un rezago tecnológico que impide la conectividad de los estudiantes para cumplir con sus clases y tareas.

Al respecto, el estudiante Felipe Ángeles Robles relata que todo el tiempo ha estado conectado a dispositivos, pues su trabajo consiste en atender equipos de cómputo, proyectores, etcétera, pero con la implementación a distancia tuvo que acostumbrarse a programas que antes no utilizaba, lo que implicó gastos que no consideraba.

“Antes de todo esto pocos conocían Zoom o Meet o Classroom o estas cosas que debes tener en la computadora y en el teléfono; esto hace que todo el tiempo te estén bombardeando por todos lados. Siento que los horarios se rompieron y todo el tiempo hay que estar conectado a estos dispositivos”.

“Mi teléfono se supone que es de una batería que dura mucho tiempo. Antes me duraba cargado varios días y ahora me dura menos de 8 horas porque todo el tiempo lo estoy usando”.

“Además, siento que me estoy cansando de la vista porque hay que escribir ensayos, resúmenes o montón de cosas en la computadora, después hay que llevar clases en la computadora y ahora hay que trabajar también desde la computadora. Incluso las actividades recreativas o hobbies también desde la computadora, porque la pandemia hizo que todo fuera a distancia”.

“Aunque haya algún momento para estar ajeno a los dispositivos siempre traes el celular, porque sabes que tarde o temprano te van a hablar del trabajo o te van a decir que ya tienes otra tarea o que necesitan que vayas a comprar la despensa. Si antes era por gusto, ahora a huevo tienes que traerlo para trabajar y estudiar”.

“El hecho de que todo el tiempo estés conectado a un dispositivo, de una u otra forma te hace esclavo a ese dispositivo y hace que no haya barreras de comunicación entre toda la gente y tú, porque independientemente de la familia y de los amigos, en la escuela y el trabajo hay la total libertad de hablarte a la hora que sea”.

“Eso genera estrés y también genera algo que a lo mejor no te das cuenta, que tus escaparates recreativos ya no es salir a caminar o ir a un museo, sino entrar un rato a Facebook o jugar algún videojuego”.

Para Sofía Arellano Chávez, estudiante universitaria, la educación en línea y a distancia sí tuvo impacto directo en la sobreexposición a dispositivos electrónicos desde el inicio de la pandemia, ya que no estaba acostumbrada a permanecer tanto tiempo conectada a ellos.

“Antes sólo era para hacer las tareas y trabajar, pero ahora es casi a toda hora y siento que me ha afectado hasta en la vista. También me afectó estar tanto tiempo sentada: me empezó a doler el cuello, los hombros, la espalda y la cabeza”.

“Incluso creo que por tanta exposición no podía descansar bien. Me dolía la cabeza de tanto estar en la computadora y de tanta información. En el trabajo me hablaban a toda hora, ya no en un horario determinado y entonces a toda hora estoy expuesta a estos dispositivos”.

“Además de que me ha afectado en lo físico, también en lo familiar, porque si al comienzo desayunábamos juntos y platicábamos, ahora estoy con el celular o con la compu en clase mientras desayuno”.

“Los maestros no han
cumplido con su parte”:
la sobrecarga de
trabajo en línea
Guzmán López comenta que en México hay 2 millones de profesores y, de ellos, solamente el 35 por ciento cuentan con las capacidades y habilidades técnicas para el uso de las tecnologías de la información para impartir clases en modalidad virtual.

En ese contexto, ante las restricciones sanitarias por la pandemia del Covid-19, se cancelaron las clases presenciales y se estableció una modalidad de clases virtuales y la habilitación de plataformas tecnológicas para enviar tareas como Classroom, Camvas, entre otras, lo que ha generado como signos vitales de la precarización del estudiante el agotamiento y desánimo para algunos por seguir estudiando.

“Ese desánimo se ha propiciado por una dinámica desfavorable para el estudiante, lo que se traduce en un círculo vicioso porque se está dando un fenómeno de transferencia del agotamiento y saturación de los profesores hacia los estudiantes. No perdamos de vista también que los profesores también ya están cansados de las sesiones virtuales, además de que no han sabido o no han querido calibrar la cantidad de trabajo o tareas que les solicitan a sus alumnos”.

Un ejemplo de esta situación podría ser en la educación secundaria, donde los estudiantes deben elaborar y subir a las plataformas las tareas de nueve materias: Español, Matemáticas, Inglés, Química, Historia, Formación Cívica y Ética, Tecnología, Educación Física y Artes.

Otro ejemplo sería el de segundo grado en las preparatorias de la BUAZ, donde la currícula es de ocho materias: Ciencias Sociales, Computación, Física, Humanidades, Inglés, Matemáticas, Química y Taller de Lectura y Redacción.

Hans Hiram Pacheco García, secretario Académico de la BUAZ, explica que los docentes se preocuparon por superar la barrera del trabajo en línea, pero en ese intento de buscar estrategias para transmitir un conocimiento, en ocasiones sobrecargaron a los estudiantes.

“Los jóvenes han expresado que al maestro se le hacía fácil, fuera de horario, le enviaba mensajes a los alumnos en el que les adjuntaba un archivo para su lectura y les solicitaba alguna tarea para la siguiente clase. Entonces hubo una sobrecarga que atribuimos al esfuerzo del maestro de buscar estrategias para que el alumno pudiera aprender, pero esto llegó a una situación de sobrecarga de los estudiantes y además no hubo interacción o retroalimentación, mientras que lo usual en el aula es que los jóvenes se acercan al docente para resolver dudas”.

Asimismo, fue común que no hubiese interacción entre alumnos y docentes cuera de clase, lo que sí hay en clases presenciales, ya sea en los pasillos, en la biblioteca o en los cubículos. Con la educación a distancia se cortó esa relación que era más estrecha en la clase presencial.

En este tema, Felipe manifiesta que la educación a distancia impactó negativamente en la comunicación e interacción entre alumnos y docentes, además que estos exageraron en la petición de tareas que incluso no tenían retroalimentación.

“Ciertamente estoy estudiando en un nivel profesional, pero eso no significa que no deba haber retroalimentación u otro tipo de aprendizaje. Por ejemplo, cuando teníamos clases presenciales había algo que no existe mucho en la modalidad a distancia: la retroalimentación”, expuso.

“Cuando estábamos en clases presenciales, éramos varios los que comentábamos o externábamos nuestra opinión, pero ahora solamente somos dos o tres. El hecho de que ahora no exista esa participación hace que los trabajos escolares se vuelvan más complejos”.

“Cuando no hay esta retroalimentación que sí había en el aula, se vuelve pesado porque por nosotros mismos debemos tratar de desmenuzar toda la información, hacer tareas, hacer reportes de lectura y además encontrar el espacio y motivación para hacerlo”.

“Entonces ha sido una sobrecarga de trabajo el hecho de sentarte varias horas para las clases en línea, en donde el profe habla y hasta se siente gacho que nadie más le retroalimenta, y luego realizar todos los trabajos escolares que piden en las demás materias”.

“Te tienes que chutar las clases y después todavía hay que hacer una lectura de 30 páginas y después un ensayo sobre eso. Imagínate eso por seis materias. Por supuesto que se vuelve más pesado a como era antes, porque en el aula tenías retroalimentación”.

“Ahora con las clases online se nota que los alumnos estamos cada vez más cansados por este exceso de trabajo y no nada más por el exceso de trabajo, sino también por falta de motivación, por ver a los profesores también agotados”.

“Se puede entender que ellos no estaban preparados para algo así, pero te hace entrar en una dinámica donde no ves motivación de la otra parte, donde ves que la otra parte está venida a menos y tú también lo recibes porque a fin de cuentas es tu maestro”.

“Tengo un par de maestras que a mí me parecen las mejores que he tenido, pero ahorita las veo cansadas y eso también hace que uno no sienta la misma motivación. No es por echarles la culpa, sino que es parte de cómo son las cosas y de cómo ha hecho que la educación venga a menos”, enfatizó.

En el caso de Sofía, sucedió que los docentes de su licenciatura se desentendieron del proceso educativo luego de implementarse la modalidad a distancia y, en lugar de preparar clases o actividades, sobrecargaron de trabajo a los estudiantes.

“Los maestros nos ponían a exponer todas las clases, sin siquiera retroalimentar ni si estábamos bien o no. Hubo casos en que los maestros repartían los temas y nosotros exponíamos toda la materia. Esa parte me molesta e impacta en la sobrecarga de trabajo, mientras que ellos no cumplen con su parte”, puntualizó.

“Una maestra, desde el principio de la pandemia, presentó muchos problemas mentales e incluso nos dijo que estaba yendo con un psiquiatra, pero la manera en que trabajó en línea nos provocó problemas. No nos impartía clases y las que daba eran sobre su vida, su esposo, su nieta y sus viajes y lo único que hizo fue pedirnos trabajos de manera excesiva”.

“La materia era sobre Teoría de Grupos y cuando le preguntaba qué significaba “Teoría de Grupos”, seguía platicando de sus cosas y después solo pedía de tarea leer 30 páginas para comentarlo en la siguiente semana, pero en esa clase no había nada de comentarios sobre eso. Nos pedía tareas o actividades que se les ocurrían, pero solamente era más trabajo para nosotros”.

“En clase, de pronto estaba hablando de manzanas y al minuto de cocodrilos; de pronto no conectaba sus ideas y llegó al punto en que lloró frente a nosotros y nos decía que se sentía mal”.

“Cada que yo terminaba con esa clase salía emocionalmente mal por ver a mi maestra así, pero también por el hecho de cuestionar cómo me estaba formando una persona que la estaba pasando mal”.

“La situación llegó al grado de que en el grupo metimos oficios, hablamos con el Consejo y logramos quitarla y que nos pusieran a otra maestra y apenas después de vacaciones de Semana Santa empezamos a ver el contenido de la materia”.

“Hubo otro caso en donde también tuvimos problemas porque una maestra no nos dio clase. En el Classroom decía que habría clases cada 15 días y entrega de un ensayo semanal de 6 cuartillas basado en textos que nada que ver con la materia de Pedagogía de las Artes Escénicas”.

“También hablamos con esta maestra y le expresamos que no es que no pudiéramos hacer un ensayo semanal, pero que también teníamos oras materias en las que debíamos de cumplir y entonces le solicitamos que bajara un poco la carga de trabajo”.

“Ha sido una sobrecarga de trabajo muy fuerte y siento que los maestros ni siquiera revisan las tareas. Nada más las dejan por dejarlas, como para que no se diga que no están trabajando. porque no hay retroalimentación en nada”.

“Entonces, ver a mis maestros que tenían familiares que estaban falleciendo por Covid, o que estaban contagiados, además del trabajo a distancia, también impactó en nosotros porque dejaban de darnos clases o se sentían mal o solo dejaban más trabajo solo para cumplir con su trabajo”, agregó.

“Estudiar como si no
pasara nada”:
sedentarismo, estrés
y depresión
La combinación de las restricciones sanitarias por la pandemia del Covid-19 y la sobrecarga de actividades para el estudiante, ha significado una tendencia al aumento de trastornos mentales y emocionales, expresados en cuadros de ansiedad, estrés y depresión del estudiante. Esa vida sedentaria también ha significado una propensión hacia el incremento de problemas de salud física del estudiante, expresado sobre todo en el aumento de la obesidad infantil y juvenil en México y Zacatecas.

Para Felipe, “este es el punto más grave porque tiene que ver directamente con todo lo que ha afectado la pandemia. No nos damos cuenta, pero nos va absorbiendo de manera que hemos perdido la órbita de lo que ha pasado”.

“Hay algo que a mí me aflige bastante y es el hecho de que la mitad del tiempo de lo que dura mi carrera me la voy a pasar en línea, tiempo en los que pude haber ido a prácticas, a ponencias o a un montón de cosas en compañía de los otros estudiantes, no por el hecho del desmadre, sino simplemente para contraponer ideas porque eso ayuda y motiva”.

“Otra parte que me ha pegado mucho es que soy músico y llevo más de un año que no puedo tocar en vivo, y así como estoy yo todas las personas no pueden hacer cosas que normalmente hacía, lo que genera depresión, estrés, tristeza”.

“He notado en mis compañeros que les ha afectado mucho esta situación porque yo los consideraba brillantes y se han caído; ya no los escucho con buenos argumentos como antes, sino que ahora los escucho tristes y enfadados”.

“Además, muchos se han ido, han preferido salirse, porque no encuentran motivación o simplemente porque no encontraron la forma de seguir. Entonces, pienso que esta es la parte que más ha golpeado”, enfatizó.

“¿Sabes qué es lo que me causa conflicto? – pregunta Sofía y se responde a sí misma – Tener que seguir viviendo y estudiando como si no pasara nada, como si allá afuera no hubiera un montón de problemas. Todo eso me ha generado estrés y depresión”.

“Este semestre me ha llovido fuerte. En mi familia nadie se había contagiado de Covid pero hace poquito ocurrió con una tía y también le diagnosticaron cáncer a mi tío. Después de eso me contagié yo. Todo eso me generó estrés excesivo y depresión muy fuerte porque pensaba que mi tío se iba a morir y yo tenía que estar dentro, en cuarentena, sin poder hacer nada afuera”.

“Y estar en la angustia de no saber si contagié a mis papás, a mis hermanos. En esas dos semanas que estuve en mi cuarto me llegó una depresión terrible. Aparte de tener el Covid, sufrí consecuencias fuertes, me dieron cuadros de ansiedad por no poder salir y no sentía motivación de nada. Entonces, este punto es el que más ha pegado la pandemia, en la salud mental”.

“Tener Covid no es estar de vacaciones y poder hacer o adelantar muchas cosas. Ni siquiera tenía fuerzas ni ánimo para hacerlas. Mi cuerpo se sentía pesado, con dolores de cabeza intensos y hasta se están acomodando las cosas. La pandemia fue un detonante para la ansiedad y depresión”, puntualizó Felipe.

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2 COMENTARIOS

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