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viernes, 29 marzo, 2024
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La precarización estudiantil: efectos de la pandemia y la educación a distancia (Primera de 3 partes)

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Por: MARTÍN CATALÁN LERMA •

■ Hay deserción escolar y sobreexposición a los aparatos electrónicos

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■ Enfrentan la modificación del ciclo circadiano, que se refiere a la interrupción de su ciclo natural de sueño, porque elaborar tareas les significa usar más horas para cumplir

■ Otros factores, sobrecarga de trabajo en línea, transferencia del agotamiento y saturación de los docentes a los estudiantes, aumento de sedentarismo, ansiedad, estrés

■ Hay depresión del estudiante, incremento de problemas de salud física, transferencia del cansancio y desgaste del alumno a su familia: Federico Guzmán López

■ A un año y medio por la pandemia, para los alumnos es un recuerdo lejano, nostálgico, acudir a la escuela, ver a las personas a los ojos y abrazar a los amigos y maestros

 

Como consecuencia de la pandemia global por el Covid-19, los análisis han girado en torno a la precarización laboral, el “Homeoffice”, los trabajadores desocupados por el cierre de empresas, los trabajadores informales, las afectaciones a la salud y la pérdida de vidas humanas por las personas contagiadas del SARS-CoV-2, la pérdida de ingresos y el incremento del número de las familias en situación de pobreza, pero no se han examinado las condiciones de precariedad que también han enfrentado los estudiantes de todos los niveles educativos.

¿Cómo y de qué manera se está precarizando la vida del estudiante? Federico Guzmán López, doctor en Estudios del Desarrollo, expone que la población estudiantil de distintos niveles, desde educación básica, media superior y superior, está experimentando una dinámica de precarización estudiantil expresada en: deserción escolar, modificación en el ciclo circadiano, sobreexposición a los aparatos electrónicos, sobrecarga de trabajo en línea, transferencia del agotamiento y saturación de los profesores a los estudiantes, aumento de sedentarismo, ansiedad, estrés, depresión del estudiante, incremento de problemas de salud física del estudiante, transferencia del cansancio y desgaste del estudiante a su familia.

Por tanto, “la precarización del estudiante debería ser un asunto de interés público esencial en la agenda del desarrollo de Zacatecas y del país, para revisar de manera integral lo que está ocurriendo con este fenómeno social emergente y que se establezcan medidas de política pública que atiendan este problema social y construir un punto de equilibrio entre garantizar el derecho humano a la educación sin poner en riesgo el derecho humano a la salud física, mental y emocional de los estudiantes a nivel nacional y estatal”.

Desde su perspectiva, se trata de un dilema que no sólo implica la decisión de los gobernantes, sino también de la propia ciudadanía. En ese sentido, la Encuesta para la Medición del Impacto Covid-19 en la Educación 2020 (ECOVID-ED) reveló, sobre las ventajas y desventajas de las clases virtuales, que el 56.4 por ciento de los encuestados opinaron que las clases a distancia tenían como ventaja principal que “no se pone en riesgo la salud de los alumnos, se mantienen seguros en casa” y en contraste, el 58.3 por ciento de los encuestados opinó que la principal desventaja de las clases en línea es que “no se aprende o se aprende menos que de manera presencial”.
1. Algunas cifras de población estudiantil

El Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) arrojó que, a nivel nacional, hay una población de 57.2 millones de personas entre 3 y 29 años de edad, de los cuales cursan la educación básica 35.1 millones de personas (61.3 por ciento), la educación media superior 11.5 millones de personas (20.1 por ciento), 7 millones de personas la educación superior (12.2 por ciento) y otros 3.6 millones de personas sin escolaridad (6.3 por ciento).

Asimismo, la Encuesta para la Medición del Impacto Ccovid-19 en la Educación 2020 (ECOVID-ED) reportó una población estimada de 54.3 millones de personas con rango de edad entre 3 y 29 años, de los cuales 32.4 millones de estudiantes cuentan con educación básica (59.8 por ciento), 10.2 millones con educación media superior (18.8 por ciento), 7.1 millones con educación superior (13.1 por ciento) y 4.5 millones de personas sin escolaridad (8.3 por ciento).

De acuerdo con Guzmán López, “más allá de considerar la comparabilidad y similitud de los datos que arrojaron en el censo y la encuesta mencionadas, como dos instrumentos estadísticos del Inegi, aquí lo primero a destacar es que la precarización estudiantil, la encontraríamos dentro de un universo de 53.6 millones de personas entre 3 y 29 años de edad que van a la escuela y que representan el 42.5 por ciento de los 126 millones de personas que conforman el total de la población mexicana”.

En el caso del estado de Zacatecas, según el Censo de Población y Vivienda 2020 del Inegi, hay una población total de un millón 622 mil 138 habitantes, de los cuales 696 mil 178 habitantes son de rango de edad de 5 a 29 años.

Al respecto, en los datos estadísticos oficiales de la Secretaría de Educación de Zacatecas (Seduzac) se observa que únicamente cuentan con datos actualizados correspondientes al ciclo escolar 2019-2020, donde se menciona que había un total de 508 mil 374 alumnos inscritos en los distintos niveles educativos en la entidad, de los cuales en educación preescolar había 74 mil 718 alumnos, en educación primaria 198 mil 266 alumnos, 88 mil 143 alumnos en educación secundaria, mil 654 en profesional medio técnico, 64 mil 221 alumnos de educación media superior, mil 819 de educación normal, 56 mil 588 alumnos de educación superior y 18 mil 892 alumnos de educación especial.

Las cifras de 508 mil 374 alumnos en Zacatecas muestran que, antes de la pandemia del Covid-19, esa cantidad representaba el 31.3 por ciento de los un millón 622 mil 138 habitantes que conforman el total de la población zacatecana.

Por tanto, cuando se habla de la precarización del estudiante en la nueva normalidad, en el caso específico del estado de Zacatecas, no se habla de cualquier tema, sino de un fenómeno social que afecta de manera directa a cerca de una tercera parte de la población total de la entidad, más las afectaciones indirectas que ello representa en la dinámica de cada una de las familias zacatecanas que cuentan al menos con un estudiante en sus viviendas, explica Guzmán López.

Un primer indicativo de la precarización estudiantil es que tan sólo en la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (BUAZ), de acuerdo con la información que dio a conocer el secretario Académico, Hans Hiram Pacheco García, es que del total de 40 mil estudiantes que tiene la institución, en lo que va de la pandemia la deserción escolar pasó de mil a 6 mil alumnos.

Esos datos indican que antes de la pandemia de Covid-19, la deserción escolar en la BUAZ representaba únicamente el 2.5 por ciento y durante la pandemia se incrementó al 15 por ciento del total de la comunidad estudiantil de la Máxima Casa de Estudios de la entidad.

Al respecto, el funcionario universitario comenta que una afectación importante que trajo consigo la pandemia y la educación a distancia fue el desánimo y desmotivación, especialmente en los estudiantes de últimos semestres, porque tenían la expectativa de insertarse en el mercado laboral con la mayor preparación posible y, sin embargo, no pudieron hacer prácticas, mismas que son cruciales en el ámbito de la Medicina y la Veterinaria, por ejemplo.

“Esto no solamente pega en lo académico, sino también en el ánimo. Entonces, algunos estudiantes decidieron dejar de estudiar, esperar que pase la pandemia, y cuando estemos en clases presenciales volverían para concluir su carrera”, expuso.

De ahí que la BUAZ tenía un promedio de deserción anual de no más de mil estudiantes, pero en el último año con pandemia incrementó a 6 mil estudiantes (de un total de 40 mil), de los cuales muchos por desánimo o por decisión de darse de baja y volver cuando haya actividades presenciales.

 

La vida antes de
la pandemia

Felipe Ángeles Robles es estudiante de la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (BUAZ). Cursa la licenciatura en Artes con orientación en Teoría del Arte y es integrante de la banda de rock ‘Caldo de Brujas’.

Pasó un año y medio desde que la pandemia por Covid-19 azotó al país y al estado. Aquella cotidianeidad en la que Felipe podía acudir a la escuela, ver a las personas a los ojos y abrazar a sus amigos y maestros, ahora es un recuerdo lejano, nostálgico. Puede comunicarse con ellos, pero siempre separados con una pantalla, “conectados tecnológicamente, pero sin conexión humana”.

Cada día, Felipe recuerda levantarse temprano, desayunar, alistar los libros y cuadernos para ir a la escuela. Utilizaba una libreta con un color específico en su tapa para cada día de la semana y para cada materia; de esa forma los identificaba fácilmente.

Llegaba a la escuela antes de las 8 de la mañana y siempre abrazaba a compañeros y amigos a quienes le daba gusto volver a verlos: “ahora ya es hasta extraño y casi imposible darnos la mano”.

Felipe extraña aquellos momentos en que las clases presenciales permitían retroalimentación reflexión e intercambio de puntos de vista entre alumnos y docentes, porque “no es lo mismo estar en un ambiente de aprendizaje en el calor de un aula que en la pesada soledad de una habitación a la que ya te has cansado de ver”.

“No es lo mismo intercambiar puntos de vista con tus compañeros, dialogar con el maestro y respirar el aire de muchos nuevos días, que evitar el diálogo con el espejo, mirar todas las cámaras apagadas y ser el único que habla en una clase online, mientras te entristece no escuchar más las voces de tus amigos que ahora hasta cuando dicen presente se sienten más ausentes que nunca. Las clases presenciales eran maravillosas. Extraño tanto la escuela”.

Felipe añora los miércoles. Era día de ensayo para ‘Caldo de Brujas’ que, antes de la pandemia, tenía dos o tres presentaciones cada mes. La agrupación había sido aceptada para participar en el Festival Cultural Zacatecas 2020 y también en otros festivales en Guanajuato y Morelia, Michoacán.

“La escuela, el trabajo, la banda, las relaciones humanas, todo ha venido a menos. En familia nos hacemos compañía y nos apoyamos, pero también ha sido muy difícil la convivencia porque la mente encerrada por tanto tiempo se satura de emociones”.

Aunque la vida antes de la pandemia parece ajena, lejana, Felipe tiene la esperanza de que pronto sea posible recuperar algo de todo aquello que se tenía y que parecía cotidiano, pero ahora “con libertad y sin miedo”.

Sofía Arellano Chávez también es estudiante de la BUAZ. Cursa la licenciatura en artes con orientación en Educación Artística y trabaja en el departamento de Comunicación Social de la BUAZ; desde hace año y medio, un rincón de su casa se convirtió en su salón de clases y área de trabajo.

Este tiempo ha sido una montaña rusa de emociones y sentimientos, no sólo porque fallecieron familiares, amigos y compañeros de trabajo, algunos de ellos por Covid-19, sino también porque se ve lejana la posibilidad de volver a la cotidianeidad que había antes de la pandemia.

“De esa cotidianidad extraño muchas cosas y es que recuerdo que mi vida antes de la pandemia era muy ajetreada, llena de actividad, compañía y gozo. Todos los días me levantaba a las 6:30 de la mañana para alistarme, desayunar algo ligero, y tomar el camión sin importar lo lleno que iba para llegar a la escuela”.

Sofía recuerda que su horario escolar era de 8 de la mañana a 2 de la tarde y una de sus mayores añoranzas es la relación con sus compañeros, pues cada día organizaban lectura de poemas, debates, ejercicios de apreciación artística y a desayunar al comedor de Ingeniería.

Después de la escuela, iba a su casa a comer. Por la tarde, debía trabajar y, a pesar de que era cansado, lo disfrutaba porque debía visitar lugares diferentes, conversar con personas distintas y tomar fotografías.

En el ámbito recreativo, Sofía comenta que la pandemia tuvo impacto en muchas actividades que solía hacer, tales como viajar, asistir a talleres de fotografía, presentaciones, festivales y reunirse con sus amigos. Volver a hacerlo parece lejano.

Modificación en
el ciclo circadiano
El académico Federico Guzmán López plantea que el primer elemento indicativo de la precariedad estudiantil es la modificación del ciclo circadiano, el cual refiere a la dinámica donde los estudiantes interrumpen su ciclo natural de sueño debido a que su tiempo de trabajo para elaborar tareas les implica una ampliación de la jornada diaria de estudio para cumplir con sus obligaciones escolares hasta altas horas de la noche o incluso durante la madrugada.

“No debemos perder de vista que el ciclo circadiano es indispensable para la salud de los seres humanos, que ya si en nuestro cuerpo mantenemos el equilibrio en nuestro ciclo circadiano, significa que mantenemos una armonía con nuestra madre naturaleza, en los ciclos diarios de 24 horas, de luz y oscuridad. Aquí de lo que estamos hablando es de mantener el equilibrio fisiológico día con día, para la satisfacción de necesidades básicas mediante los ciclos de sueño-vigilia, ayuno-comer, así como control natural de la presión arterial, de la temperatura del cuerpo y el equilibrio hormonal. Sobre todo, lo que debemos tener en cuenta es que cuando alteramos nuestro reloj biológico interno llamado ciclo circadiano, enseguida esto se traduce en riesgos de contraer enfermedades crónico-degenerativas como la diabetes, hipertensión arterial, cáncer, entre otras”, explica.

Sobre este tema, Rudolf M. Buijs, neurobiólogo adscrito al Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, en un estudio que dio a conocer durante noviembre de 2018, destacó como hallazgo principal una correlación estadísticamente significativa entre las variables de incidencia de diabetes y lapsos prolongados de poco sueño.

Para Felipe, estudiante de la BUAZ, la modificación del ciclo circadiano “es un tema del que no te das cuenta pero que te cambia totalmente los procesos de cómo vas llevando la vida diaria. Nosotros de todas formas nos desvelamos, ya sea viendo alguna película o haciendo alguna actividad, pero la educación a distancia lo modificó todo”.

Yo soy alguien al que le gusta tener el tiempo ordenado o que lo trato ordenar para estudiar, ir de compras, etcétera, pero con esto de las clases en línea todo esto se ha multiplicado de una forma en la que tienes que llevar las clases en línea, pero también tienes que hacer los trabajos, los reportes, las bitácoras, y eso termina haciendo que se genere más estrés.

En mi trabajo, además, la empresa tuvo que modificar sus horarios para obtener provecho económico y eso también modificó mis horarios. Yo trabajaba de tarde a noche y ya tenía acomodados mis horarios, pero ahora se recorrieron y si lo juntas con los horarios de clase, entonces la forma de descansar es muy diferente.

Ahora me ha pasado que necesito algo que me ayude a dormir. Desde que inició la pandemia yo ya no puedo dormir si no escucho ASMR (método de relajación traducido como Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma). Eso es algo que he desarrollado a partir de la pandemia y me ayuda a sentir cierta calma o a desconectarme de los ruidos.

Esta situación también me ha provocado cansancio y agotamiento mental. Estás explotando más la cabeza, todo el tiempo la estás usando. Si estás en clase, también estás atendiendo el trabajo y otras cosas, y entonces sí te satura y el nivel de estrés es mayor. Eso hace que te canses más.

Sofia Arellano Chávez, también estudiante de la BUAZ, manifestó que, después de un año de pandemia y llevar clases en línea, la modificación del ciclo circadiano le ha provocado cansancio y agotamiento mental.

Antes de la pandemia era una persona que no me gustaba desvelarme; le daba prioridad a mi descanso porque sabía que al día siguiente debía ir a la escuela y a trabajar, pero últimamente sí me desvelo.

En mi casa hay un niño, hijo de mi hermana, y me cuesta mucho concentrarme y hacer tareas en el transcurso del día porque él juega, grita, o ponen música. Entonces opto por desvelarme para hacer las tareas y durante el día hacer lo que me toca en casa.

Por ejemplo, en la casa hicimos un rol de comidas. Hay días en los que le toca a mi mamá, otros a mi hermana y otros a mí y siento que no puedo dejar de cumplir con eso por hacer mis tareas, porque no puedo dejar de lado lo familiar por la escuela y el trabajo. Entonces decido desvelarme, cuando todo está en calma y ya nadie me habla o distrae.

Aparte, me gusta ser una persona cumplida en la escuela y he puesto mucha importancia a mis calificaciones y mis trabajos y entonces necesito desvelarme porque debo entregar tareas de calidad. Entonces, a las 3 o 4 de la mañana sigo despierta y al día siguiente entrar a clases.

Creo que esto sí me ha ido afectando en lo mental, lo emocional y lo físico, porque el sueño es una parte importante y si no hay descanso, no rindes. Empecé a notar que tenía mal humor, me sentía enojada, cansada, irritada, y yo se lo atribuyo a que no descanso como debe de ser.

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