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sábado, 20 abril, 2024
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De estadísticas electorales y autoengaños

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Dicen los que saben que en el mundo existen medias verdades, mentiras, mentirotas y luego estadísticas. Quizá debiéramos agregar un peldaño: “estadísticas electorales”.

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Cada fuerza política ha interpretado los resultados del 6 de junio pasado como mejor le place. Es natural, es necesidad política y psicológica.

La alianza Va Por México fue la primera en asumir los empates como victorias, y celebrar las derrotas estrechas porque no fueron goleadas.

No les falta razón, la aceptación del presidente y el poder de la marca “Morena” vislumbraban que esta elección sería la segunda parte del “efecto López Obrador” que llevó a puestos de elección a perfiles que sin él no habrían tenido la menor posibilidad.

Y prácticamente así fue, muchos de quienes recientemente le llamaban “loco” y “peligro para México” hoy recorrieron las calles prometiendo ser la encarnación de la cuarta transformación. Sería ingenuo pensar que durante estos tres últimos años cambiaron de opinión, o que de repente un día despertaron sintiéndose en la parte equivocada de la historia.

La ola López Obrador continúa, y como en 2018, este 2021 también arrastró al triunfo a quienes nunca lo hubieran logrado si no vistieran de guinda, y asumieran que votar por ellos, era votar por el presidente.

Con toda claridad política, Citlalli Hernández secretaria general de Morena, lo confirma: “le fallamos a AMLO, y le fallamos a Sheinbaum”, dijo palabras más, palabras menos, en un claro ejercicio de decencia y autocrítica.

Tiene razón, se falla cuando se obliga a que sea el presidente lo que sostenga a su partido, y no al revés, que sea el instituto político el que organice el respaldo al presidente.

Se le falla también a Sheinbaum, no sólo cuando se atienden los rumores de que la derrota en la Ciudad de México fue obra de personajes de Morena, sino porque se hace a ella “pagar los platos rotos” frente a su crítico electorado de las cuestionables decisiones nacionales, como aliarse con impresentables, la arbitrariedad en los procesos de selección, el nepotismo cupular, y las candidaturas de personajes señalados de violación, abuso sexual y manoseo.

Esto último es en particular un tema sensible en la Ciudad de México, foro en el que discurren las grandes protestas feministas. Es ahí donde zumban las calles por un feminicidio en Cancún, o donde se exige aborto legal, aunque ahí tiene más de una década de estar así legislado.

Aún en este escenario, las cuentas parecen seguir siendo alegres para Morena porque aumentó sus territorios y poblaciones gobernados, y mantuvo la mayoría en el Congreso.

Pero las matemáticas no conocen de congruencia ni de ideologías. En 2018 la coalición Juntos Haremos Historia ganó 210 distritos federales, y Morena por sí sólo ganó 8 (https://computos2018.ine.mx/#/diputaciones/nacional/1/3/1/1). Ya con sus aliados, que en aquel momento sólo eran dos: el Partido del Trabajo y Encuentro Social que perdió el registro (por lo que muchos de sus diputados se unieron a Morena) y con las plurinominales, su cuenta llegó a 308.

En 2021 la coalición Juntos Haremos Historia, esta vez con el Verde, es decir integrándose por cuatro partidos y no tres como en 2018, la coalición obtuvo 186 distritos, es decir 24 menos que los de hace tres años.

A eso habría que agregar que el Partido Verde Ecologista pasó de 11 a 40 diputados, según el análisis de Dulce Olvera (https://www.sinembargo.mx/12-06-2021/3985167 ) es decir, cuadruplicó su número de curules aunque sólo incrementó .66% su votación, al pasar de 4.78% a 5.44% ( ver https://computos2018.ine.mx/#/diputaciones/nacional/1/3/1/2 y https://centralelectoral.ine.mx/2021/06/13/formaliza-ine-resultados-de-los-computos-de-circunscripcion-plurinominal/ )

Cosa menor, se dirá, lo importante es que es parte de la coalición y eso bastará al presidente. Algo de razón tiene el argumento, el liderazgo de López Obrador ha logrado torear con legisladores lejanos a su pensar, y hasta atraer algunos que en otros momentos fueron adversarios.

Visto está que compartir partido no es garantía de lealtad, pero con los antecedentes a la mano, sería autoengaño asumir que se puede contar de manera incondicional con el Partido Verde, cuando su trayectoria deja claro que ha estado siempre con el mejor postor, aunque quizá nunca han tenido tan buen dirigente nacional como tienen hoy en las oficinas de Morena.

Habrá que reconocerles que eso no los saca del recato, bien dicen que el que come callado como dos veces.

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