Hasta hace algún tiempo, la Universidad Autónoma de Zacatecas era aval de confiabilidad casi en cualquier esfera.
Sus análisis clínicos, sus trabajos estadísticos, sus investigaciones científicas, opiniones legales, y hasta sus traducciones, significaban credibilidad y confianza para la gente.
Aunque llena de vida política en su interior, de grupos, discrepancias y hasta mafias, la máxima casa de estudios hasta hace poco mantenía un aire institucional, que lo convertía en el referente que daba certeza, incluso a quienes no tuvieron el privilegio de formarse en sus aulas.
Sin embargo en sus años más recientes ha sido tan clara la relación entre los grupos universitarios y los grupos políticos que algunos ya señalan que la universidad se convirtió en partido.
De la misma manera que algunos grupos católicos usan el laicismo justamente como pretexto para violarlo, algunos grupos al interior de la universidad han encontrado en la pluralidad el argumento justificador de su escasa distancia con determinados grupos.
Habrá quien diga que esto siempre ha ocurrido, y quizá tenga razón, como es natural un espacio como la universidad se construye de personas, de individuos, quienes tienen todo el derecho de hacer vida pública y partidista más allá del ámbito universitario.
Sin embargo es innegable que la percepción de cercanía es mucho mayor ahora que en cualquier otro tiempo, probablemente debido a la preponderancia de un grupo político universitario al interior de la UAZ, mismo que ha dirigido sus destinos desde hace varios años con un nivel de dominio tal, que con frecuencia ni siquiera se percibe las naturales diferencias entre la rectoría y la dirigencia sindical. En ese tenor, ha sido elocuente la posibilidad de ser líder sindical, pasar a rector, y continuar en la vida política partidista ya fuera de los ámbitos universitarios.
El argumento suele ser el que la universidad necesita aliados, aunque no se deja claro si esos aliados lo son de la universidad, o de los universitarios en cuestión que aprovechando su condición al interior de la institución, se acercan a líderes políticos con el objetivo de garantizar su propio beneficio y no necesariamente el de la UAZ.
Durante la contienda que recién acaba, dos fueron los momentos polémicos en los que la universidad fue el centro de atención. El primero de ellos cuando autorizó la presentación de un libro de un senador con evidente filiación partidista que se hizo acompañar además de varios candidatos a diversos puestos de elección, algunos de los cuales portaban ropa con propaganda cuya visibilidad fue potenciada desde el presídium en el que se encontraban también autoridades universitarias.
El otro caso, fue cuando casi al final de las campañas, apareció un desplegado en el que un grupo de universitarios manifestaba su apoyo a uno de los candidatos, curiosamente, sin firmas, sino asumiendo como “abajofirmantes” a las unidades académicas a las que supuestamente pertenecían. No venía tampoco firma del responsable de la inserción, ni nada que nos haga suponer la dimensión de la simpatía.
Esto último justamente hizo surgir la duda entre muchos universitario ¿quién pagó la inserción? ¿Fueron recursos públicos? ¿A quién se consultó sobre la publicación para poner nombres tan genéricos como “unidad de artes”?
Ante los vacíos legales que permiten estos gestos sin mayor repercusión legal ni al interior ni al exterior de la universidad, para quienes lleguen a los espacios legislativos y se asumen como voces universitarias en ese espacio, queda el gran reto de llenar esos vacíos para que la UAZ no sea un logotipo en subasta entre los políticos.
Mientras ese día llega, corresponde a los universitarios hacer ver a la sociedad que la institución, como tal, es mucho más que los individuos con derechos políticos, cuyas acciones deben leerse así, de esta manera, como expresiones individuales cuyo peso está limitado a sus personas, y no al de un ente tan complejo, plural y diverso como la Universidad Autónoma de Zacatecas.
