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miércoles, 17 abril, 2024
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Lecciones desde Texas de cara a la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica

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Por: Jorge Martínez •

En medio de la discusión de la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica (LIE) en México, de los argumentos de voces expertas, de campañas de desinformación, de politización y polarización extrema, así como de los reclamos de activistas jóvenes, se vivió un apagón histórico iniciado por el vórtice polar que alcanzó de lleno al estado de Texas.

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Entender la relación de los eventos sirve para contextualizar la importancia que tiene la legislación de la industria eléctrica y prevenir futuros incidentes, lejanos o cercanos, similares o peores.

En Estados Unidos hay tres redes eléctricas: la del este, oeste y la de Texas. Esta última creció independiente desde sus orígenes. Sin embargo, la independencia –para evitar regulaciones federales de 1935– se volvió un fin y prioridad en sí misma. Por ello, las conexiones de Texas con otras redes son mínimas: tres con México y un par con la red del este, lo cual imposibilitó cualquier tipo de apoyo a su red eléctrica.

Hace más de dos semanas se advirtió que el vórtice polar alcanzaría el estado, trayendo consigo temperaturas gélidas, poco características en ese estado. Con un frío visto por última vez en 2011 y antes en 1989, los texanos se quedaron sin energía eléctrica. Tras los apagones, miembros del Partido Republicano, incluyendo al propio gobernador, responsabilizaron a las energías renovables. Sin embargo, los datos de ERCOT, el Consejo de Regulación de Energía de Texas, cuentan una historia más compleja.

En pocas palabras: todo el sistema energético falló (o tuvo fallas), desde la extracción y distribución, hasta la generación. Diversos gasoductos se congelaron. Se priorizó llevar gas a 40% de las casas que lo usan para calefacción. Sin el suministro de gas, no podían abastecer a las plantas de generación.

Las plantas térmicas basadas en combustibles fósiles, como carbón y gas metano, las turbinas eólicas y uno de los cuatro reactores nucleares con los que cuenta el estado dejaron de producir energía. Todas las fuentes de generación fallaron ante las bajas temperaturas, por falta de las adecuaciones apropiadas. Sin ellas, la red eléctrica se colapsó.

Pese a ser el mayor productor de energía en Estados Unidos, Texas depende del gas metano. Al congelarse los gasoductos que lo transportan, Texas no pudo producir suficiente electricidad para satisfacer la demanda y su población sufrió durante una semana entera las consecuencias de este efecto dominó.

De manera similar, en México, cuya dependencia del gas estadunidense se viene señalando por expertos en la materia desde hace años, las plantas de generación que dependen de este energético, más de 50% aproximadamente de la capacidad instalada en el país, vieron restringida su operación.

La demanda de energía superó al suministro aquí también, creando los consecuentes apagones en el noreste del país. El congelamiento de los gasoductos, una falla en el sistema texano llevó a otro, colapsando y extendiéndose geográficamente.

Texas no sólo evadió la regulación federal, también construyó un marco regulatorio débil. Las empresas privadas competían por bajar los costos y no tenían incentivos para invertir en infraestructura estratégica o blindar la infraestructura contra fenómenos meteorológicos extremos, mucho menos frente a eventos poco comunes como éste.

Por ello, durante décadas, hubo una pobre inversión en la resiliencia de las redes de distribución, las plantas de generación y el almacenamiento. Incluso después de 2011, cuando se presentaron temperaturas de frío extremo, surgiendo reportes recomendando acciones correctivas, esta situación continuó.

En México, por decisiones de gobiernos anteriores, así como de la presente administración, se ha creado una dependencia del gas barato, que no ha venido de la mano de inversión en una estrategia de respaldo. Incluso se cancelaron proyectos de almacenamiento que habrían podido serlo.

¿Cómo se encuentra un mejor balance entre costos y resiliencia? En el caso de Texas, Rick Perry, exgobernador del estado y exsecretario de Energía de Estados Unidos durante los primeros años de la administración de Donald Trump, comentó que: “Los texanos pasarían más de tres días sin electricidad, con tal de evitar que el gobierno federal intervenga en su red”. Vale la pena cuestionar si después de esa semana los habitantes del estado de Texas, que no tuvieron acceso a ­energía, seguirán pensando lo mismo.

¿Qué podemos aprender de cara a la propuesta de reforma a la LIE?

Lección 1. Las decisiones que se tomen en relación con el diseño del sistema eléctrico y su infraestructura tienen consecuencias en el largo plazo, debido a larga vida y los altos costos. Decisiones que se tomen hoy pueden definir el futuro energético del país varias décadas. Ese es el tamaño de la responsabilidad de los legisladores.

Lección 2. Ninguna fuente de energía o eslabón de la cadena es inmune a las inclemencias meteorológicas y climatológicas. Esto se recrudece cuando no existe la preparación, prevención y planeación adecuada. La resiliencia del sistema se beneficia de inversión para aislar los equipos, en respaldo, redundancias y medidas preventivas puntuales y coordinadas.

Lección 3. El talón de Aquiles de la red eléctrica no es un bajo porcentaje de operación a máxima capacidad, ni siquiera la variabilidad, sino la impredecibilidad de las fallas. Texas esperaba contar con un total de 67 GW de fuentes fósiles y nucleares, de los cuales 28 GW estuvieron fuera de servicio. Incluso en la nuclear, considerada por muchos como la más resiliente, por fallas en un sensor de un sistema externo se activó un apagado automático de uno de cuatro reactores en el estado. Por otro lado, sólo se contaba con que la energía eólica aportara 7% de GW conectados. De hecho, las energías renovables llegaron a producir aún más energía de lo esperado durante esa semana. Las desconexiones inesperadas imposibilitaron producir suficiente energía en un estado que depende principalmente del gas.

Lección 4. Para encontrar un balance entre la seguridad energética y el costo-eficiencia, se requiere de planeación a corto, mediano y largo plazos, así como anticipación en diversas acciones y medidas preventivas. Para ambos es necesario el monitoreo constante y las proyecciones certeras del futuro de la demanda, el suministro y las condiciones climatológicas.

Lección 5. Texas muestra una cara de la moneda: la iniciativa privada puede invertir en generar mucha energía a costos bajos y competitivos. Sin embargo, sin una regulación que cree incentivos apropiados, se infravaloran servicios clave y la resiliencia. El precio lo están pagando los texanos al enfrentar al frío sin energía o agua y en sus facturas. Por otro lado, la falta de inversión en México se ha debido a falta de presupuesto, ya que es limitado y compite contra otras prioridades, como la salud, pero también está sujeto a cambios de voluntades e ideologías entre una administración y otra.

Así como es necesario balancear la red eléctrica para que opere de manera regular, tenemos que encontrar el balance y equilibrio entre los sectores público y privado para que el mercado eléctrico pueda funcionar, atendiendo, a un costo accesible, las necesidades de los ciudadanos, garantizando sus derechos, protegiendo el ambiente y el clima, para en un futuro estar protegidos del mismo. Cada uno tiene sus fortalezas, debilidades y prioridades. Una buena regulación favorece las sinergias en beneficio de todos.

Última Lección. No estamos preparados para la crisis climática que se avecina. Vivimos una nueva normalidad que sólo empeorará en el futuro cercano y que se agravará conforme tardemos en actuar. Veremos más condiciones climatológicas extremas, arriesgamos romper el frágil equilibrio del planeta y nuestros sistemas claramente no están preparados. Nosotros no estamos preparados.

Ted Cruz, senador republicano de Texas, quien lleva sirviendo como funcionario público tres décadas, en medio de la crisis voló a Cancún con su familia. Con esto nos mostró lo que algunos tomadores de decisiones podrían hacer ante la crisis causada por sus decisiones pasadas: saltar del barco, no asumir la responsabilidad y buscar evitar las consecuencias.

Nosotras, las personas, en especial las infancias y juventudes, viviremos con las consecuencias de estas decisiones.

¿Cuánto tiempo tenemos antes de que lleguen nuestros propios fenómenos meteorológicos extremos: tormentas, inundaciones, huracanes y olas de calor? ¿Vamos a escuchar a la ciencia, actuar hoy y prevenir, o vamos a señalar con los dedos y lamentarnos después? ■

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