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viernes, 19 abril, 2024
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Una luna y un jardín para Carmen, la ‘Karamelo’

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 450

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El viernes 2 de octubre hubo una manifestación para exigir justicia por el asesinato de Carmen Karamelo, una mujer -zacatecana por adopción- que vivió aquí varios años, los suficientes para integrarse a una comunidad que se distingue por su manera de vestir, de vivir, de caminar por la vida… les llaman cholos [“Y me dicen mil nombres para detenerme porque no pienso igual que toda la gente que ve Televisa y yo ni de broma veo telenovelas, gavilán o paloma”. Escucho a Armando Palomas].

No la conocí, pero he seguido de cerca su historia en el documental “Mi mundo cholero”, de Jazzmín Jasso. Era una mujer única, su cuerpo estaba intervenido bellamente con tatuajes, usaba arracadas grandes, portentosas, y cuidaba meticulosamente su vestuario para actuar en este teatro de la vida, de la vida de barrio, el suyo, el que la despidió con música desde el lugar en el que fue velada hasta el panteón. Su barrio, el que el pasado viernes exigió justicia y se quedó con la marca de un vacío injustificable, el de ella, la Karamelo, la amiga de su banda, de los morras y los morros a los que “amadrinaba” para que se salieran del oscuro mundo de las drogas, del kristal… [“Y me dicen cholo, pacheco, pasado, hippie, punketo, mechudo, rapado, muestrario de aretes, poeta frustado, pintor de segunda y tercera mano…”, Palomas sigue]. Porque Carmen era amiga, hija, vecina, hermana, madre, integrante de un club de carros antiguos, “chuleados”, que disfrutaba de la vida, de bailar…

¿Han visto ese video en el que baila con un “compa” en la sala de una casa?  Lo vi en días pasados navegando por la red. Ella y él, al ritmo de Los Mirlos, cadenciosamente se dejan llevar por una cumbia peruana y en un espacio de cuando mucho dos metros cuadrados crean el escenario perfecto para moverse en esa burbuja de magia pura, la que solo se consigue cuando hay comunión entre dos personas que bailan sintiendo la música, la vida, la melancolía iluminada por un foco de 60. Vi el video de principio a fin, grabado hace unos meses, pareciera que ninguno imaginara el terrible final que tendría el pasado jueves 24 de septiembre: le dispararon por lo menos en quince ocasiones.

Pobre Karamelo… pobre también de este país que ha pasado a normalizar esta violencia que arrebata a los integrantes de su comunidad. No sé en qué “la giraba” para sobrevivir, pero sé que llegó a pedir trabajo, fue entrevistada y pre-seleccionada para laborar en una fábrica. Cuando le dijeron que la esperaban el lunes siguiente vieron el tatuaje de una rosa roja que tenía en el cuello y rectificaron: le hablarían después… nunca le hablaron. [“skato, sandino, rockero, tumbado, marquista, guevaro, rojillo tatuado, loco, orate, avionado y demente, y todo… por pensar diferente”, diría Palomas también]. Por ser diferente Carmen fue discriminada y no contratada. Por ser diferente, su muerte no caló tan hondo ni tan mediáticamente como hubiera pasado en otras circunstancias; si su piel no hubiera estado tatuada, me pregunto, ¿hubiera sido igual? “Nos critican por nuestros tatuajes, nosotros no los criticamos por su ignorancia”, dijo un amigo de ella en la manifestación en Plaza de Armas. Ellos, los cholos, abrieron la marcha montados en sus bicicletas chaparritas, acompañados de colectivos feministas que pidieron en conjunto justicia. Justicia para ella y para las mujeres que en este país han sido asesinadas.

Un día me dijeron que Carmen significaba “jardín”. Carmen se llamaba entonces Jardín y quizá nunca lo supo. Un jardín de rosas dejó tatuado en su cuerpo -y en nuestra memoria-. Jardín de caramelo. Yo también pido justicia para ella. Para todas. Y como continuaría Armando Palomas, canto también:

“Pero tengo calzones
pero tengo pasión
tengo fe, pantalones
y una que otra canción.
Yo quiero un cambio
y una revolución.
Y aunque no tenga pies
ni manos, ni boca
tengo una guitarra
que toca y que toca
la misma canción.
Que dice viva, viva la revolución
que dice viva, viva la revolución
que dice viva, viva la revolución.
Y aunque no tenga pies
ni manos, ni boca
tengo una guitarra
que toca y que toca
la misma canción.
Que dice viva, viva la revolución
que dice viva, viva la revolución
que dice viva, viva la revolución”. [i]

 

#JUSTICIAparaCARMEN #justiciaparacaramelo

 

 

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https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_450

 

[i] “Luna”, de Armando Palomas: https://youtu.be/htd_TCFZ7QQ 

 

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