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jueves, 28 marzo, 2024
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Memorias de un Basilisco, de Gonzalo Lizardo: Por más que cambien los gobiernos de signo político persiste la misma fobia contra la cultura

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

La Gualdra 442 / Literatura / Entrevistas

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“Nadie juraría que lo vio morir, nadie juraría que lo escuchó gritar, aunque aquella multitud solo se hubiera congregado ahí para aclamar su ejecución. Por algo protagonizó el primer auto de fe realizado en diez años, y ‘el más suntuoso de la historia’, si no exageraban las proclamas que habían esparcido la noticia por toda la Nuevas España: el 19 de noviembre de 1659, frente al templo de San Hipólito, sería relajado en la hoguera don Guillén Lombardo de Guzmán, el hereje irlandés que había ofendido ‘con proterva alevosía, tanto al rey como a Dios y a su Santo oficio’”. Así inicia la novela Memorias de un Basilisco, del escritor zacatecano
Gonzalo Lizardo, con quien platicamos a propósito de la presentación de este texto en el marco del Feria Nacional del Libro Zacatecas.

Jánea Estrada Lazarín: Un basilisco es un ser mitológico que tiene entre sus
atributos el poder cambiar de piel y la letalidad de su mirada. De acuerdo a
Quevedo, quienes afirman haberlo visto mienten, pues de haberlo hecho hubieran
muerto [Si está vivo quien te vio, / toda tu historia es mentira: / pues si no murió, te
ignora; / y si murió, no lo afirma], en este sentido el Basilisco de tu novela es un
personaje real alrededor del cual hay mitos que nutren la historia del personaje:
Lombardo fue pirata, conspirador, poeta, amante, pero sobre todo, humanista…
Gonzalo Lizardo: Don Guillén Lombardo fue un personaje real, pero nada
ordinario. Por sus dones intelectuales, pero también por su energía vital, fue un
personaje sobrehumano, casi. Eso pudieron apreciarlo la mayoría de sus
contemporáneos, por eso le pusieron ese apodo, por eso tuvo ese destino fatal, y
por eso ha persistido su memoria luego de cuatro siglos. A muchos los asusta, a muchos los fascina, y por eso sus aventuras se han convertido en un mito. No falta
quien ha cuestionado su biografía, incluso sus orígenes, pero pocos pueden
refutar su propio testimonio, su tremenda escritura. Hay que recordar que su vida
transcurre en una época donde apenas germinaba lo que hoy llamamos
Modernidad. Su trágico destino, como el de Giordano Bruno, está marcado por la
lucha ideológica en torno a la cultura escrita, una lucha donde el humanismo tuvo
un papel central contra la censura y la “santa ignorancia” que imponían tanto la
iglesia católica como la protestante. Guillén es un hijo de su tiempo, pero también
una de sus víctimas.

JEL: Guillén Lombardo, sucumbió ante la Santa Inquisición porque “se atrevió”, en
todos los sentidos, a ejercer el poder de su inteligencia en una época en la que
uno de los aparatos institucionales de control más poderosos era la Iglesia. Pese a
que la trama se desarrolla en el siglo XVII, los lectores pueden establecer
similitudes escalofriantes con lo que vivimos ahora…
GL: Desde entonces hasta la fecha ha persistido una fobia generalizada contra el
conocimiento, un rencor fomentado por los poderes políticos y religiosos contra
todo aquel que cuestione las bases ideológicas de su dominio. Tras el elogio a la
“santa ignorancia” o la persecución contra la “soberbia intelectual”, se esconde el
deseo de someter las conciencias individuales a las reglas que impone el poder.
Tras todo “sabio” o todo “hombre de letras”, se encuentra un potencial crítico al
que es conveniente reprimir antes que censurar. Como bien lo has señalado, es
terrorífico que aun ahora, por más que cambien los gobiernos de signo político
—de la derecha a la izquierda, del fascismo al populismo—, persiste la misma
fobia contra la cultura, la misma censura intelectual, la misma intolerancia contra
cualquier crítica al sistema político. Y entonces, como ahora, muchas veces se
prefiere desacreditar, difamar o suprimir a los intelectuales, que rebatir con
argumentos sus propuestas o sus reclamos. Incluso ahora hay quienes creen que
la Inquisición obraba rectamente, defendiendo los valores religiosos en los que
creían. La importancia de Guillén es que desenmascaró esa falacia: los únicos
valores que defendía la Inquisición eran los que convenían a los poderes políticos.

JEL: Memorias de un Basilisco tiene 24 apartados —distribuidos en 4 misterios—
cada uno de los cuales corresponde a una carta de tarot. La primera carta es “El
Sol”, que representa paradójicamente a la vida justo cuando Guillén muere; las
dos últimas son “La Templanza” —en donde lo consciente e inconsciente se
unen— y “El Juicio” —que represente la lucidez y el renacimiento”. Háblanos de
eso, de cómo las cartas del tarot son parte de la estructura del libro.
GL: Desde que empezaba a urdir la novela, sabía que necesitaba un orden
simbólico para organizar la enorme cantidad de datos, personajes, lugares y
eventos que conformaban la biografía de don Guillén. Y para ello tuve que recurrir
a los instrumentos que yo tenía a la mano, es decir, mi propia formación, mi propia
enciclopedia. Desde hace años, mi afición por el humanismo renacentista, el
hermetismo y el barroco me condujeron al tarot, al que no consulto como un
oráculo, sino como una herramienta simbólica muy poderosa para interpretar el
conjunto de la experiencia humana. Por supuesto, mi lectura de los arcanos es
muy subjetiva, y emana de las circunstancias específicas en que lo consulto. El
primer capítulo está regido por “El Sol” no porque simbolice la vida, sino el fuego,
ya que el capítulo comienza con la salida del sol, transcurre bajo el calor
inclemente del día y termina con la hoguera, justo con las brasas del crepúsculo.
Además, en esa carta también aparecen dos gemelos: o sea, Inés y Sebastián, los
otros protagonistas del libro. Y así obré, más o menos, con el resto de los
capítulos. El de “La templanza”, por ejemplo, alude al equilibrio simbólico que Inés
y Sebastián han conseguido: aunque no salvaron la vida de don Guillén, lograron
rescatar sus manuscritos: en la carta del tarot, el agua que el ángel trasvasa de
una jarra a otra alude a los escritos de Guillén, que gracias a sus alumnos pasarán
del nuevo al viejo continente. Y la de “El juicio”, naturalmente, alude al juicio final
que don Guillén hace de su vida: la condena de sus jueces y su abjuración del
Dios perverso que la Inquisición defiende.

JEL: En el libro podemos encontrar además dos historias alternas a la de Guillén,
la de Inés y la de Sebastián Carrillo, quienes nos ayudan a establecer el orden temporal de los acontecimientos; recae en Inés el papel de quien permanece en
tierra y en los otros dos personajes el de los viajeros. ¿Es la historia del Basilisco
la de la búsqueda constante en la que bien se podría hablar también de una
especie de “periplo del héroe”?

GL: Dentro de la historia de la novela moderna, persiste una tradición más o
menos secreta de novelas que cifran no una, sino dos historias que se entrelazan
para conformar una especie de metanovela: una novela dentro de otra. Eso
ocurre, por ejemplo, en El siglo de las luces de Carpentier, o en Los soldados de
Salamina de Javier Cercas. En el caso de Memorias de un Basilisco decidí que
utilizaría ese recurso para complementar el discurso subjetivo de Guillén: por un
lado, quería que él contara su vida usando sus propias palabras, pero también
quería mostrar el mundo, el contexto, la sociedad donde vivió, desde una
perspectiva más objetiva, para lo cual urdí un narrador omnisciente, totalmente
impersonal, para narrar el contexto de Inés y Sebastián, sus discípulos. Hay, por
tanto, dos “periplos del héroe”: el periplo de Guillén, desde que nace hasta que es
quemado en la hoguera, y el periplo de los hermanos Carrillo, desde que muere su
maestro hasta que consiguen salvar entre ambos su legado. Más que perseguir “la
verdad”, los tres persiguen dar un sentido existencial a sus destinos personales;
por eso Lombardo muere como mártir, por eso Inés se venga de Mañozca, por eso
Sebastián deja de ser un escribano mediocre —un simple burócrata— para
convertirse en un auténtico humanista, capaz de consumar sus metas gracias a
sus habilidades como escritor, heredadas de don Guillén.

JEL: La escritura es uno de los aspectos de más peso en la trama y eso me hace
recordar a otro personaje: Jezabel. Su aparición en la historia contribuye más
todavía a un manejo, casi teatral me atrevo a decir, de los acontecimientos.
GL: Siempre he dicho que cuando uno quiere apegarse a un género literario, es
conveniente transgredirlo: ir más allá de las convenciones genéricas. Jezabel, la
rata albina, apareció mientras escribía los primeros monólogos de Guillén, y lo
conservé para darle un carácter “fantástico” al relato histórico, para aligerar el drama, para ponerle color a los soliloquios. No hay que confundir “lo fantástico”
con “lo sobrenatural”. Lo sobrenatural implica una ruptura palpable y perceptible
de la naturaleza; por ejemplo, cuando un muerto resucita. Lo fantástico, en
cambio, es un efecto literario, una duda que nace en el lector cuando se pregunta
si Jezabel es una simple alucinación de Guillén, o una rata amaestrada, como las
que entrenan algunos presos para entretenerse, o un demonio sobrenatural. En
cualquier caso, funciona como un espíritu auxiliar, como un Mefistófeles en
tamaño reducido. Fue muy divertido escribir sus diálogos.

JEL: ¿De las Memorias de un Basilisco podrían desprenderse otros productos?
Pienso ahora en una obra de teatro o una serie, pero también en “El romance del
Basilisco” que acaban de hacer artistas zacatecanos…
GL: Esa es una tentación muy común cuando uno termina un proyecto de ese
calibre, pero siente que quedaron algunos cabos sueltos o algunos personajes
para desarrollar. “El romance del Basilisco”, por ejemplo, fue una canción que me
inventé para ponerle música a un subcapítulo: cuando Sebastián y el Negro
Ignacio se conocen en una pulquería y discuten sobre la suerte del Basilisco.
Obviamente, solamente dejé dos estrofas en el libro, pero me quedó el gusanito
de ponerle música y grabarla. A los pocos días de que apareció la novela me
encontré con un amigo muy talentoso, Fernando Jara, que me platicó sobre su
proyecto de musicalizar poemas de autores zacatecanos. Así que la colaboración
fue casi espontánea. Otro personaje que me dejó picado, con ganas de seguirle la
huella, fue la pequeña Hortensia, una niña zapoteca muy precoz e inteligente,
quizás demasiado, que aparece desde las primeras páginas y no deja de salir en
toda la novela. Tengo el proyecto de escribir las aventuras juveniles de Hortensia:
es el personaje ideal para meterse en líos, pero también para arreglarlos y para
salir de ellos.

JEL: Historia y literatura, dos direcciones que como has dicho, tomaste para
estructurar este libro que es además, desde la perspectiva del historiador, un
loable trabajo de investigación, contextualización e interpretación del momento en

el que se desarrollaron los hechos. ¿En el proceso encontraste datos que tal vez
te servirán para otros textos?
GL: Por supuesto. Escribir Memorias de un Basilisco fue una experiencia decisiva
en mi vida intelectual y personal. Disfruté mucho el proceso de investigación,
aprendí muchísimo, me divertí y, por supuesto, me quedó muchísimo material para
explorar. En concreto, me ayudó a enfocar mi trabajo académico hacia un tema
inagotable y fascinante: el barroco hispanoamericano como una filosofía muy
plural y precisa que se forjó en España durante el siglo XVII, pero que se
consolidó en Latinoamérica durante el siglo XX tras la crisis del racionalismo
decimonónico. Sospecho, en resumen, que existe una misteriosa continuidad
entre las ideas de don Guillén Lombardo y las de José Lezama Lima, por ejemplo,
pero también entre las prácticas inquisitoriales y la censura política
contemporánea.

JEL: “Sin faltar a la verdad, mucho menos cuando mentimos” es la frase con la
que terminas el libro ¿cómo te sientes de haber terminado un proyecto que te llevó
tantos años? ¿Qué sigue después de esto, Gonzalo?
GL: Ya pasaron dos años desde que la entregué a la editorial. Al final me sentí
cansado, es cierto, pero con la cabeza en ebullición: con muchas ideas y
proyectos y temas que apenas van tomando forma acá adentro. No he estado
inactivo: acabo de publicar un libro de ensayos, El grafópata (o el mal de la
escritura), y terminé el borrador de una nueva novela, Amanda (o las moscas del
alma), pero la dejaré reposar unos meses antes de rematarla. Mientras tanto
escribo una columna semanal titulada Las glosas y los azares: ensayos muy
breves que exploran temas cotidianos y lecturas inmediatas. De ahí han surgido
algunos temas que podrían ser desarrollados en forma de libro, pero ya les llegará
su tiempo, si lo dispone la fortuna.

 

Memorias de un Basilisco, publicado por Editorial Planeta, se presenta en la Feria Nacional del Libro Zacatecas el martes 11 de agosto a las 18:00 Hrs., en línea, a través de las páginas de FB de la feria y del Instituto Zacatecano de Cultura. No pierda la oportunidad de escuchar a su autor, quien de seguro abundará más sobre esta novela; durante la transmisión se estrenará también el video del
“Romance del Basilisco”.

 

Memorias de un Basilisco, de Gonzalo Lizardo

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