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viernes, 26 abril, 2024
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Alba de Papel Tiempo de expectación

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Unamuno escribió que el dolor es la sustancia de la vida y la raíz de la personalidad, para referirse al desafío que representa lo que podría ser una llamada apremiante a mejorar la vida, ceñida a una fuerza interior de valores creativos y de una firme actitud ante la crisis, o las crisis de la vida moderna.

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El actual siglo que vivimos, se encuentra en una fase adolescente, cargado de impulsividad y violencia, de inmadurez y egocentrismo sin freno, y al parecer, sin interés suficiente para aquilatar las experiencias del pasado que permitan cambiar en positivo la barbarie que hemos creado.

Se dice que sólo el acendramiento de los valores de la “vivencia” vivida a conciencia permitirá la generación de nuevas sincronías de nosotros con los demás, sobre los finísimos hilos cruzados de la templanza, empatía, solidaridad, respeto y autocuidado.

Desde el escenario del diálogo cultural de carácter virtual que en los últimos tres meses se ha multiplicado y ha reunido a especialistas extranjeros, nacionales y locales, su mayor llamado a la sociedad es a la re-significación de lo humano y al reconocimiento sensible de parte de los gobiernos y de la sociedad misma, del arte y la cultura como bienes fundamentales de la vida y de la historia de los pueblos y ciudades.

Preciados estamentos que están ligados al desarrollo de la vida en comunidad, a la inclusión de los otros, a su protección e impulso de un nuevo orden comunitario que favorezca la igualdad y la aceptación de lo diferente, al amparo de políticas culturales flexibles, urgentes en el mundo, promovidas con eficiencia por las instituciones y los grupos organizados de la sociedad.

Un mundo cada vez más pequeño e íntimo, problematizado por la codicia y la pobreza; por la desigualdad y la enfermedad; remiso a una idea fallida de “modernidad” que a muy pocos ha beneficiado, en demérito de millones y millones de personas que viven en condiciones miserables, que a pesar de esto, siguen apegados a sus costumbres, lenguas y estilos de vida, sin importar el sufrimiento indecible a que son sometidos y despojados de sus derechos más elementales.

En un escenario convulso y profundamente desigual, el discurso de la cultura a favor de la paz y los derechos de los pueblos, vuelve a mostrar su fragor, como si fuera una revelación que niega el hecho de que los castigos vienen para su destrucción, sino para aleccionarnos sobre la crueldad de lo que hemos sido capaces de engendrar y buscar con una conciencia fundamental, las correcciones que se necesitan para fortalecer el impulso por la vida.

La palabra corrección, proviene del término griego “paideia” y literalmente significa educación, la que en todos los niveles se precisa para una vida mejor.

Desde esta perspectiva, los agentes culturales tienen una responsabilidad para seguir impulsando en todos los planos – hoy desde la comunicación virtual-, una convocatoria por la vida: por el reconocimiento de las identidades, de la ciudadanía y de la multiculturalidad por encima de la complejidad social. Una convocatoria unánime por la alegría.

Que su decreto, vaya encaminado a la liberación del sujeto de sus aprehensiones construidas en la ignorancia y el miedo, el que sentimos como si fuéramos hojas caídas del árbol en el punto medio que hay entre el otoño y el invierno, sin posibilidad de volver a florecer para morir aplastados.

Ciertamente lo que vivimos en la actualidad, entraña una enorme complejidad, con un macabro matiz apocalíptico que va mellando sin piedad nuestra humanidad, pero no nos rindamos, es menester recordar y visualizar la dualidad de las cosas: la vida es un compás que se cierra con la muerte, pero en ese campito de tiempo, palpita el amor, ese ingrediente cósmico que dará sentido a nuestras vidas, y nos hará vibrar a pesar del dolor.

Esto sólo es posible a través de nuestro convencimiento, que brota de la entraña misma de lo que somos como pueblo y de aquello que imaginamos para ser mejores, para cuidarnos más, protegernos a los unos y a los otros y creer con firmeza en nuestra “humana” humanidad.

El tiempo de caos del presente, puede ser cambiado por uno de expectación, que si se obra con sensibilidad y comprensión, nos colocará con benignidad en el umbral de la esperanza. Que así sea…

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