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viernes, 26 abril, 2024
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Los árboles que dan nidos: Ramón Iván Suárez Caamal

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 440 / Entrevistas / Poesía

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Ramón Iván Suárez Caamal, (Calkiní, Campeche, 1950). Radica en Bacalar, Quintana Roo desde hace más de 40 años. Poeta, estudió Lengua y Literatura españolas en la Escuela Normal Superior de México. La obra de Ramón Iván Suárez Caamal es integral, dinamiza el objeto poético y lo enmarca desde la pintura hasta el poema, además de fomentar la escritura y lectura en sus talleres literarios, su formación y gran trayectoria lo convierten en uno de los escritores más importantes del sureste de México.

 

Armando Salgado: Ha incursionado en la escritura de poemas para todos los públicos: ¿cómo se inició en la poesía?

Ramón Iván Suárez Caamal: Dato curioso, los primeros contactos, si no con la poesía sí con el verso los tuve en mi infancia con los textos de cancionero Picot e igual con las composiciones versificadas de carácter popular de un comerciante de alimentos que en el mercado del pueblo, en una pizarra anotaba sus críticas y versos burlescos que escribía para comentar los hechos chuscos que sucedían a ciertos personajes relevantes del lugar. Pero el descubrimiento de la poesía lo tuve en un libro de lectura de educación primaria en donde aparecían estos versos mágicos (cito de memoria): Los árboles que no dan flores / dan nidos. Y un nido es una flor / con pétalos de pluma / cuyo perfume entra por los oídos.

En el caso de la escritura de poesía, esta se inició en un taller escolar de periodismo que había organizado en la Normal Rural “Justo Sierra Méndez” de Hecelchakán, Campeche, el profesor de literatura Eolo Durán Castillo. En esa revista, que tenía por nombre Rutas Futuras, varios alumnos de todos los grados participábamos con textos de toda índole: literarios y periodísticos. Allí fue donde publiqué mis primeros poemas y de ellos conservo uno que ganó un segundo lugar nacional. Se titula “Noche de luna en el Mayab” y es al estilo de José Asunción Silva. Transcribo los primeros versos: Media noche / tras el biombo de las ramas / una luna pudorosa / se quitaba su huipil de casquivanas mariposas / y cien ojos disfrutaban la desnuda porcelana. Es un poema que ha corrido con suerte en el ámbito musical pues es la letra de una composición sinfónica en Quintana Roo para el primer Festival de Cultura del Caribe y posteriormente de una composición para piano. Ya como profesor de educación primaria seguí escribiendo. En estas circunstancias fue valiosa la pertenencia a un grupo literario en Calkiní, Campeche. Se llamó GÉNALI (género narrativo y literario) y fue el nombre de una revista que publicamos mensualmente en los lejanos años setenta. Las lecturas que me influyeron en un principio fueron varias: Rubén Darío, Amado Nervo, Pablo Neruda, César Vallejo, Rosario Castellanos, Efraín Huerta, entre otros.

 

AS: ¿Cómo fue su niñez?, ¿qué significa escribir para niñas y niños?, ¿qué poemarios de su autoría nos recomendaría y dónde se consiguen?, ¿qué otros autores de literatura infantil y juvenil nos recomendaría?

RISC: Fui un niño tímido, retraído al que le gustaba leer. Viví en Calkiní, Campeche, hasta los doce años. Luego fui al internado de la Normal Rural en otra población del estado de Campeche. Antes de este hecho, estudié mi educación primaria en la escuela “Mateo Reyes”. La biblioteca escolar era un sitio al mismo tiempo un lugar atractivo y extraño. En enormes estantes estaban los polvosos libros que nos daban para leer y sobre estos muebles (y esta una visión imborrable) infinidad de frascos con forros en los que flotaban serpientes, iguanas y no sé que otros animales. Había además animales disecados que supongo fueron el resultado de las clases de biología: conejos, zorros, ardillas. En realidad, no sé si era así realmente o la memoria recuerda, reconstruye, agrega y suprime escenarios. Recuerdo de mi niñez los paseos a un huerto de la familia de un amigo en las afueras del pueblo. Era una delicia de frutos: mangos, zaramullos, zapotes y, sobre todo ciruelas verdes, amarillas, rojas de un jugo dulce que se deshacía entre los dientes al morder la fruta. Mis hermanos menores (Miguel y Pilar) y yo ayudábamos a la economía familiar vendiendo en las calles, en las funciones de cine y en los partidos de béisbol antojitos y frutas. Todas estas vivencias las he tocado en los poemas que escribí a lo largo de los años, especialmente en el libro Casa distante. La tranquilidad de mi niñez termina abruptamente cuando ingreso al internado, especialmente durante los meses iniciales del primer año de estudios al sufrir las novatadas a cargo de los alumnos de los grados superiores. En estas circunstancias se aprende a sobrevivir y a templar el carácter. Afortunadamente solo fue en los primeros meses. Después la vida en el internado se tornó más llevadera y hasta de camaradería y responsabilidad.

Escribir para niños y niñas considero que es un campo interesante y además necesario para formar lectores, no por el hecho de que lean, sino para que descubran que hay otras maneras de interpretar la vida y que el contacto con los libros es placentero. La escuela muchas veces en vez de acercar a la lectura la vuelve tediosa, una pesada tarea y ello aleja a los niños de la lectura. Otra cosa son las acciones de los mediadores de lectura que desinteresadamente promueven el acercamiento a los libros a través de juegos y otras estrategias que resultan interesantes para los niños. Pero, además, escribir para el público infantil es escribir para uno mismo, disfrutarlo ese hecho, vivenciar la infancia propia y la de los demás. El escritor —y en este caso el poeta— que enfoca sus textos al lector infantil debe crear una obra que tenga estas características: la imaginación, el humor, el juego, la musicalidad y un lenguaje claro, no pueril, para que sus libros atraigan, diviertan y hagan sentir y pensar a los pequeños.

Ya escribí un poco más de veinte libros para el público infantil. Nunca había pensado en cuáles libros recomendar. Posiblemente Huellas de pájaros, Palabras para armar tu canto, Te canto un cuento, Pregúntale al sol y te dirá la luna, Zigzag Zoo, Cuan la media luna, Donde se explica el amor con estampas de animales, Historias del niño invisible y la antología que hicieron en Cuba de buena parte de mis libros: Razones para armar un puente. Muchos están agotados. Varios se venden en librerías Educal y estoy promocionando los ya agotados en Amazon como libros digitales. Autores de poesía para niños que recomiendo: José Martí, Nicolás Guillén, Mirta Aguirre, Aramís Quintero, Roald Dahl, Edward Gorey, Shel Silverstein, Federico García Lorca, Beatriz Giménez de Ory, Mar Benegas, María Elena Walsh, Mercedes Calvo, María José Ferrada, Juan Lima, Cecilia Pisos, Jorge Luján, María García Esperón, María Baranda.

 

AS: ¿Qué experiencias ha tenido al coordinar talleres literarios?

RISC: Cuando estudiamos para profesores, en mi caso, la enseñanza es una prioridad. Esto se aplica también al conocimiento teórico y práctico del quehacer literario y de la poesía. Los talleres literarios son un semillero que brinda algunas condiciones para aquellas personas con cierta motivación, en principio por la lectura y después por la escritura. Durante muchos años impartí esos conocimientos y destrezas a los adolescentes de la Escuela Secundaria “Vicente Guerrero” de Bacalar. Allá se pusieron en contacto con libros de distintos poetas. Luego extendí estos procedimientos de creatividad a jóvenes y adultos de la Península de Yucatán y de otras partes de nuestro país. De esta labor y de esta metodología aparece el libro “Poesía en acción” publicado por Bellas Artes y después por Alfaguara. De igual manera y más reciente, es el Manual “Una resortera para las palabras” inédito, cuyo objetivo es acercar a los escritores o a los talleristas a los elementos de la poesía que se escribe para el lector infantil. Las experiencias al coordinar talleres literarios y dar charlas ha sido gratificante puesto que muchos de los que acercaron al taller hoy escriben poesía y fundaron sus propios talleres.

 

AS: Recientemente se incorporó al Sistema Nacional de Creadores: ¿qué opinión tiene respecto a los programas culturales?, ¿qué papel ha desempeñado la Casa del Escritor en Bacalar?

RISC: Como asientas, mi ingreso es reciente al Sistema Nacional de Creadores, luego de varios intentos. Los programas culturales son positivos cuando apoyan la producción artística y la difusión de los contenidos culturales. El artista, el escritor realiza sus creaciones con o sin los estímulos de las instancias de la cultura gubernamental. Esos programas, dan un respiro al artista, le permiten avanzar sin preocupaciones de índole económica, aun sea por el tiempo que dura el apoyo. Además, y en mi caso, esto me permite publicar y difundir la obra propia y de otras personas mediante la publicación de antologías.

La Casa Internacional del Escritor de Bacalar se inauguró ya hace varias décadas. Ha tenido sus altibajos, pero sigue su camino. No sé qué pasará luego de que concluya el problema del COVID. Tal vez implementar nuevos mecanismos de difusión y apoyo a los artistas. La Casa Internacional del Escritor brinda, mediante un proyecto personal, el alojamiento en sus instalaciones a los artistas (no solo escritores) que pretendan concluir en el tiempo que dure su estancia alguna producción artística. A cambio se le pide que dé charlas, talleres, presente sus libros, exponga sus pinturas, haga un montaje teatral, done libros a la biblioteca de la Casa, etc. Generalmente se le pide que vaya a las escuelas del poblado o municipio o trabaje con niños, adolescentes o jóvenes de las regiones depauperadas de Bacalar.

 

AS: A partir de su experiencia: ¿qué recomendaciones compartiría a quien se inicia en la escritura de poemas?

RISC: Participar en un taller literario puede ser benéfico para quien se inicia en algún arte. Se va con ánimo de aprender, especialmente los mecanismos y procedimientos en el entramado de la obra artística. En el caso de la poesía, leer mucho para disfrutar de lo que otros hacen, pero igualmente para entrar a sus procedimientos, a la estructura que sostiene su texto, practicarlos, asimilarlos, tener un abanico amplio de autores y, poco a poco, ir encontrando tu camino. Aprender nunca termina. Se debe tener bien claro que cada libro, cada poema, cada verso que se escriba es una aventura nueva.

Todo aprendizaje es por ensayo-error. Se avanza, se evalúa lo que uno produce, se pide ayuda crítica a otros artistas, se corrige una y otra vez, se deja descansar el producto artístico, se relee y se corrige nuevamente, se publica lo rescatable y se sigue escribiendo.

 

AS: ¿Qué hace Ramón Iván Suárez Caamal para ser feliz?

RISC: Escribir y pintar. Antes de la pandemia, disfrutaba de la laguna de los siete colores a la orilla del poblado de Bacalar e igual convivir con la familia y escribirle nanas y rimas a mi nieta Malaika. No necesito más. Una vida tranquila que me dé tiempo para crear.

 

 

RECUADRO

El jinete sin cabeza

1
Generalmente me describen sobre un potro,
a galope por caminos de niebla.

Desnudo de palabras, odio los sombreros;
en cambio, amo cuchillos y tijeras
para violar a las niñas de los ojos.

Soy un maniquí entre los espejos de las vitrinas,
lo sé por las moscas que lamen las comisuras de mi cuello.

¿Puede sonreír un decapitado?

2
Vigilaré mis miedos —dijo el hombre sin cabeza
mientras sopesaba sus expectativas
desde su corazón que jamás tuvo cordura.
La perdió con la primera manzana
cuando un gusano desgajó la inocencia del jinete.
No fue el fruto prohibido el que rodó sino su testa.

Él no puede aspirar el velo de las flores,
atar a sus orejas los zumbidos,
pasar la lengua,
ay, ese gusano húmedo,
por la comisura de sus labios.

3
Ya que no sé quién soy ni cómo fue mi crimen,
toma en tus manos mi cabeza de ojos abiertos,
llévala como ofrenda al altar donde oficia la noche;
abre el libro de mis decapitados versos,
lee por mí la letanía de los angustiados;
después abandona en la maleza mi cráneo
para que negree de hormigas y moscas.
https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_440
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