■ “En general, todos estamos viviendo un duelo porque perdimos una realidad que conocíamos, perdimos una cotidianeidad, todo es diferente”: Patricia Arenales
■ “Hay que hablarles con toda la verdad. Con toda la claridad posible, hacerles ver que la muerte no es buena suerte ni mala suerte”
■ “La muerte es un proceso natural y todos, o morimos jóvenes o a la mitad de la vida, o ancianos, pero todos nos vamos a morir, para que el niño lo vea como algo normal”
Para una sociedad de ritos, la pandemia del Covid-19 ha significado no solamente el cambio abrupto una vida cotidiana por otra en la que se transita con temor por el contagio, sino que también se ha convertido en la más acérrima enemiga que ha terminado con los rituales arraigados de las fiestas, los besos, los abrazos y los últimos adioses, quizá estos últimos más dolorosos aún, porque la muerte a causa del virus es quizá la más solitaria de los últimos tiempos.
“En general, todos estamos viviendo un duelo porque perdimos una realidad que conocíamos, perdimos una cotidianeidad, todo es diferente. Entonces todos estamos viviendo un duelo, pero los niños perdieron un poco más porque no están yendo a las escuelas, no tienen contacto con sus compañeros, muchos tienen miedo, y aunado a eso, si muchos de estos niños están viviendo un duelo, crea mucha ansiedad, incertidumbre”, dice Patricia Arenales Huerta, miembro fundadora de la Asociación de Logotorepia y Tanatología Aplicada (ALTA).
De acuerdo con cifras oficiales de Gobierno del Estado, hasta el pasado 28 de junio, la población más vulnerable al Covid-19 es aquella de 50 años de edad hacia arriba, pues hasta ese día, es decir, en el primer mes de la llamada “nueva normalidad”, de las 96 muertes registradas 76 fueron de personas por encima de dicha edad y quienes registraban una mayor cifra, fueron aquellos mayores a 70 años, seguramente muchos de ellos abuelos que se quedaron sin el último abrazo de los nietos.
Arenales Huerta explica que para abordar el duelo en los niños en esta situación, lo primero que se debe hacer es tomarlos en cuenta, ya que muchas veces los padres no quieren comentarles lo que sucede para no preocuparlos, porque los ven ansiosos y no quieren que ese sentimiento incremente, no obstante, dice la especialista, los niños se dan cuenta siempre que algo pasa y en este caso lo mejor es hablar con ellos, de acuerdo con su edad, con la verdad.
“Hay que preguntarles si tienen miedo, si tienen dudas, si saben que murió el abuelito, la abuelita, y explicarles. Cuando terminemos de hablar con ellos, dejar, si quiere llorar, que llore; si el niño quiere preguntar, que pregunte todo lo que quiera. El niño también puede reaccionar dándose la vuelta e irse, como si no tuviera interés en el asunto, pero el niño lo procesa de una manera diferente, entonces darle el tiempo y el espacio y cuando el niño empiece a procesarlo, se va a acercar a preguntar y probablemente va a llorar, probablemente lo va a expresar con palabras, pero si no también con actitudes; a lo mejor va a estar muy irritable, muy callado, o va dormir menos, a comer menos; y a los adultos nos toca estar pendientes de todos esos cambios”.
“Hay que hablarles con toda la verdad. Con toda la claridad posible, hacerle ver que la muerte no es buena suerte ni mala suerte; no es bueno, no es malo, sino que la muerte es un proceso natural y todo lo que tiene vida va a morir: las plantas, las frutas, las verduras, los animales. Entonces la muerte es un proceso natural y todos, o morimos jóvenes o a la mitad de la vida, o morimos ancianos, pero todos nos vamos a morir, para que el niño lo vea como algo normal”.
Para el caso de las circunstancias actuales, la tanatóloga precisó que si la persona que murió fue a causa del virus, se debe explicar al niño que no fue “mala suerte” y que no será posible, por las circunstancias, despedirse del familiar, pero que se puede despedir desde su corazón, y que, por lo tanto, le puede escribir una carta o hacerle un dibujo.
“A lo mejor pueden hacer una reunión virtual en la que todos hablen de cómo se sienten por la pérdida, y eso al niño le da la confianza de también decir cómo se siente. Cuando escucha que otra persona dice que lo extraña mucho, el niño se atreve a decir yo también. Cuando nadie lo expresa, el niño puede pensar que es malo, entonces se lo guarda. Pero cuando todos lo expresan, le damos la oportunidad de decir cómo se siente y esto se debe hacer periódicamente, porque el niño va viviendo también un proceso en el que sus emociones van cambiando”.
La especialista señaló que no es recomendable preguntarle directamente al niño cómo se siente, sino que lo mejor es que el adulto diga que extraña a los que partieron y que se siente triste, ya que cuando se habla de la emoción, el niño también se abre para hacer lo mismo. “Todo esto es nuevo para todos, los libros se han quedado cortos, porque ahora estamos con acompañamientos virtuales, cuando decíamos que el vínculo personal era lo más importante”.
Y es que en una situación normal, los ritos del duelo como la velación y el sepelio, son procesos que ayudan, porque el cariño de las personas contiene y van preparando al deudo para cuando se quede solo, pero ahora esto no se tiene, por lo que se está compartiendo el dolor de manera virtual, que de alguna manera no sustituye a la presencia física, pero sí ayuda a saber que están ahí.
“Si para nosotros es complicado, para los niños más, porque los abuelos son los que a veces los cuidan mientras los papás trabajan, entonces si el abuelo muere, el niño queda con un temor enorme por ver quién lo va a cuidar ahora, quién lo va a llevar a la escuela. Y ayuda mucho que los papás le den esa certeza al niño de que va a estar bien, de que se van a modificar las actividades pero que alguien se va a encargar de cuidarlo”, concluyó la especialista.
