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miércoles, 24 abril, 2024
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Felguérez, el escultismo y la senda

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Por: Nelson Guzmán Robledo •

La Gualdra 436 / Manuel Felguérez: in memoriam

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Hace unos diez años recibí una invitación del Centro de la Gráfica para colaborar con un texto en la edición de una serie de afiches alusivos a la obra de Manuel Felguérez. Ahí tuve la oportunidad de encontrarme con el maestro el día de la presentación; hablamos sobre la generación de la ruptura y de su amistad con Octavio Paz, pero mucho mayor interés mostró cuando le interrogué por su adhesión al movimiento scout y le referí que yo también había pertenecido en mi adolescencia a sus filas. En una conversación pública que sostuvo con Raquel Tibol, había escuchado de su propia voz referir cómo el momento decisivo de su vida, el que indirectamente le había llevado al territorio del arte, se había dado a raíz de su pertenencia al movimiento scout.

Se trataba de un viaje que había emprendido con motivo del Jamboree Mundial Scout celebrado en Francia en 1947; él relató que se había financiado el viaje recorriendo las serranías de Puebla y Veracruz para recolectar puntas de flecha antiguas -“chuzos”- para luego venderlas en la Ciudad de México y con cuya venta había reunido los fondos para comprar el boleto de barco hacia Europa. Ese viaje le permitió entrar en contacto con el mundo del arte y con los grandes museos europeos que le causaron tal impresión que a su regreso estaba seguro de haber encontrado su vocación.

Se cuenta que en su viaje a Francia habían hecho una escala en Londres; un día encontrándose en los márgenes del Támesis tras haber asistido a una exposición de William Turner, Felguérez esbozó unos trazos que luego mostró al escritor Jorge Ibargüengoitia (también miembro de los scouts) diciéndole: “Mira, Jorge, soy un artista”. Su encuentro con el arte y con su propio destino era tenido por el pintor como un regalo o don que le descubrieron sus andanzas en el escultismo. Quizás por ello se mostraba orgulloso y agradecido con el movimiento, al grado de referir esa anécdota como parte fundamental de su carrera como pintor.

Sabemos por diversos testimonios, entre los que se encuentra el libro de Arturo Reyes Fragoso, Dos artistas en pantalón corto, Ibargüengoitia y Felguérez, scouts, que había pertenecido al movimiento desde los tempranos años de la manada de lobatos, que después fue guía de patrulla al pasar a la tropa (la solemne fotografía de estudio en que posa con uniforme y sombrero de cuatro pedradas muestra entre sus muchas condecoraciones el cordón y las barras de guía flanqueando la insignia de compromiso), que fue rover de clan, a cuya sección pertenecía cuando emprendió el viaje a Europa. En síntesis, Felguérez pasó por todas las etapas de la vida scout, de la cual se enorgullecía y aprovechaba cualquier ocasión para hablar de ello.

Y es que quien ha vivido plenamente al seno del movimiento scout, quien ha experimentado el agotamiento y las inclemencias del medio, el verdor de los paisajes, el olor de la fogata en la noche reverberante y la frescura de la neblina del alba, los sentimientos de solidaridad y de rivalidad con las patrullas ajenas, la identidad y el orgullo de portar el banderín, los retos de la pista comando o la plaza de desafíos, la lluvia y el sol, la lejanía y el temblor del extravío, el honor de recitar la promesa frente a la tropa que concurre en formación de herradura, quien ha sentido en su infancia y juventud reverencia por el simbolismo de la selva de Seeone, de las sendas y los escollos del río; quien ha vivido todo ello con intensidad, aprende que el valor fundamental de la vida quizás sea concebirla como un andar perpetuo, un campamento que habita el movimiento, aventura y azar. Quizá lo más importante del escultismo es que otorga un aliciente, un motivo inexacto que sin embargo da ocasión de emprender la ruta que cada uno, con mapa, brújula o estrellas, orienta y recorre. Emprender el camino: ese es quizás el mejor legado que el movimiento scout puede brindar a quienes se confían a él. En aquella conversación dijo que aunque ya había dejado hace muchos años el movimiento aún sentía fraternidad hacia el escultismo, “Tú sabes a lo que me refiero”, concluyó.

Como buen transeúnte, Felguérez cumplió su recorrido. Quiero pensar que ahora se encuentra “en el campo del reposo y de la dicha, donde Dios ha tendido su tienda para la eternidad”. Que así sea, ¡Buena caza!

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_436

 

https://youtu.be/8Xke2jbjqMY

 

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