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jueves, 28 marzo, 2024
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Dos mujeres, dos caminos

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Además de la discusión sobre la legalización del aborto en Guanajuato, dos temas relacionados con el feminismo estuvieron presentes en el debate público durante la semana pasada, teniendo a senadoras como sus protagonistas.

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En el primero de los casos, la senadora panista Alejandra Reynoso acusó de misógino al subsecretario de Salud Hugo López Gatell por la forma en la que éste respondió a sus cuestionamientos durante su comparecencia vía electrónica con integrantes del Senado.

En particular, la legisladora consideró que hubo “mansplicación” o mansplaining en la respuesta del doctor Gatell, es decir que se presentó esta forma de violencia que a grandes rasgos se ha definido como la suposición de que la mujer tiene una comprensión inferior a la de un varón en determinado tema, y por tanto se le explica con condescendencia y menosprecio.

El tema se antoja digno de debates semióticos, sociológicos, psicológicos y culturales, pero para todos ellos se requiere de condiciones mínimas de discusión difíciles de cumplir en este espacio, por lo que no entraremos en ellos; baste mencionar que estos debates sí se llevaron a cabo en twitter y en programas como el que dirige Hernán Gómez en La Octava.

Esto hizo recordar que la senadora Reynoso salió en defensa del legislador de su partido Ismael Cabeza de Vaca cuando se le encontró chateando con amigos sobre la fotografía de una mujer en la que uno de ellos pidió el número del “padrote” porque se la quería “zumbar” a lo que el panista se sumó diciendo “ya somos dos”.

Reynoso también recibió la solidaridad de 24 legisladoras de diversos partidos, todos opositores, que exigieron a través de una carta una disculpa pública al Dr. Gatell, quien paradójicamente ha provocado memes por su uso del lenguaje inclusivo como con su reiterada frase “colegas y colegos”.

Un terreno resbaloso, sin duda, porque por un lado el fenómeno existe y tendría que visibilizarse, y por el otro lado a las mujeres menos que a nadie nos conviene que éste se banalice y se convierta en la capa con la que cualquiera pueda escaparse de los debates que se consideren perdidos.

El segundo de los casos mencionados inicialmente es el de la senadora Malú Micher, quien en la comparecencia vía zoom del Gobernador del Banco de México, se cambió de ropa sin percatarse que su cámara estaba encendida, dejando al desnudo la parte superior de su cuerpo.

De acuerdo a la propia senadora Micher, fueron dos compañeros varones quienes a través de una llamada telefónica le advirtieron del incidente, estando presentes compañeras del sexo femenino.

Es de llamar la atención que fue precisamente una mujer quien más difusión ha dado a las fotografías de este incidente, y las mantiene en sus redes sociales no obstante que esto signifique una invasión a la intimidad de una congénere. Me refiero a Paola Migoya, ex militante del Partido Verde Ecologista, quien exigió en su cuenta de twitter la renuncia de la senadora Micher, y la calificó de exhibicionista.

Contrasta también la reacción de una y otra senadora protagonistas de estos incidentes calificados como violencia contra la mujer.

En tanto que Alejandra Reynoso se envolvió en la bandera feminista como defensa en el debate que pretendió tener con el Dr. López Gatell, la senadora Micher con amplia trayectoria en la lucha femenista –dicho sea de paso, con algunos posicionamientos de los que personalmente discrepo- respondió con toda dignidad declarando que no se sentía avergonzada por su cuerpo, aunque se disculpó por no guardar las formas que la actividad legislativa exigía.

Esta reacción sensata y madura me resulta profundamente feminista porque desarma a quien piensa que la evidencia del cuerpo femenino desnudo resta poder a su dueña.

Refleja en ella no la actitud de un objeto frágil y delicado que tiene que ser protegido, sino la de una mujer dueña de sí misma que asume como propia la decisión de darle poder o no a quien tiene algo de ella en su dominio. Así lo han hecho Olimpia Coral o Ana Baquedano que han sacado fuerza de aquellos que han pretendido someterlas por disfrutar su sexualidad. ■

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