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jueves, 28 marzo, 2024
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Un Día sin Odio

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

El día de hoy esta columna lanza una propuesta que, para variar, no tiene tintes políticos ni interés alguno por lograr algún cochupazo que proyecte a su autor a los límites de la exquisitez de la notoriedad social o romper los límites de popularidad en redes sociales, pero que de lograr algún adepto a la idea que aquí se plantea, se estará contrarrestando un poquito la tendencia al desgreñadero público al que el mexicano medio está siendo sistemáticamente propiciado y predispuesto. Y esta tendencia no es nueva, los españoles pudieron masacrar a cholultecas y aztecas, gracias a las secuelas de odio existentes entre los pobladores originarios de estas tierras. La colonia creció gracias al apoyo mercenario de los mismos que ayudaron para lograr la caída de la gran metrópoli. Después, cuando a don Miguel Hidalgo se le ocurrió iniciar el movimiento independentista, fueron los mismos mexicanos quienes lo impidieron desde el uniforme realista. La traición en Acatita de Baján y el juicio a los Insurgentes fue instrumentado y culminado por criollos, principalmente. El final del movimiento se dio entre intrigas, zancadillas y golpes bajos, culminando con el establecimiento del primer imperio. Luego Santa Anna y sus vacilones; la pugna entre liberales y conservadores, la Reforma, el segundo imperio, el porfiriato y luego, esa mescolanza de barbaridades que fue mal llamada la Revolución Mexicana y su culminación con la cristiada; los cacicazgos subsecuentes, la dictablanda del pri, el neoliberalismo, hasta llegar a la 4T. Uf. No en balde México es un país de contrastes irreconciliables.

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En días pasados se publicó en mi portal de Facebook la idea que encabeza esta entrega semanal. ¿Por qué no establecer en nuestras vidas un Día sin Odio?, así con mayúsculas. Exactamente la idea que prevalece cuando las personas se retiran del terrible flagelo del alcohol, utilizando la mismísima técnica del movimiento Alcohólicos Anónimos (AA). “Hoy no odiaré. Mi próximo episodio de odio será hasta mañana o 24 Horas después”. Una sola persona que comience a llevar a cabo este tratamiento dará la pauta para que alguien cercano le imite o le ayude y en esta forma el tratamiento y sus logros crecerán como roncha de urticaria, positiva y agradable en este caso.

De acuerdo a la historia, todos en este país tienen fundamentos sobrados para odiar a algún prójimo o prójima. No importa si es de la familia, del vecino, del entorno laboral, del sexo opuesto, del partido político contendiente, de un rival deportivo, de otra clase social o raza. En fin, en este país siempre se estará predispuesto más hacia la competencia, la intolerancia y la descalificación, que hacia la cooperación y la convivencia armónica. Y buena parte del problema se deriva desde la mala educación. En el hogar siempre se orienta a los vástagos a no dejarse, los padres viven por regla general en constante beligerancia y poco se preocupan por establecer valores que tengan que ver con lo mencionado anteriormente. En otras palabras, se inculca el odio hacia lo que sea y ningún sistema se ha preocupado por lograr que la gente piense, aprenda y viva en paz.

Cuando en la iglesia católica se pide dar la paz, nunca se aprende a decir algo que signifique “te doy mi paz”. Es hora de cambiar un poco, si no es posible andar por todas partes repartiendo paz y amor, al menos se puede abstener de andar por ahí fastidiándole la vida a los semejantes. No hay nada complicado que hacer, tan solo basta contener la mala leche y pensar que todo mundo tiene derecho a pasar al menos una jornada sin engancharse en episodios de crítica, descrédito, agresiones, supresiones, inhibiciones o tantas otras acciones concretas que equivalgan a ese concepto abstracto que todos saben reconocer como “odio”. Y no hay mucho esfuerzo por hacer, solo aguantarse las próximas 24 Horas sin odiar a otros.

En la agrupación Reserva Nacional de Talentos (RENATA), a la que indebidamente pertenece este escritero, se tuvo la irreparable pérdida del profesor y licenciado Roberto Ortiz Hernández. Desde aquí nos unimos a la pena que embarga a sus familiares esperando que las fuerzas del universo guíen sus próximos pasos.

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