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jueves, 18 abril, 2024
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La infinita travesía de voces en la obra de Pacheco

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Por: RAFAEL CALDERÓN •

La Gualdra 414 / Literatura / Libros

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Creo, con sinceridad, El infinito naufragio (Hotel de las Letras, 2019), es una antología llamada a convertirse en canónica para conocer mejor la obra de José Emilio Pacheco. Ésta reúne poemas, relatos e “inventarios” publicados por su autor en libros, revistas y suplementos durante medio siglo. Son tres géneros literarios que registran con certeza ineludible una parte importantísima de su franqueza poética y el registro de la infinita travesía de voces. Sin embargo, falta algo, y en esta ocasión, el gran ausente de los géneros es aproximaciones, así como una mínima muestra su novelística. Pero es la antología que sale al encuentro de los lectores el mismo año que están cumpliéndose ocho décadas del nacimiento del autor y un lustro de su ausencia física. La selección y el prólogo son de Laura Emilia Pacheco quien –igual que su padre– es escritora, editora y traductora literaria. “Sobre todo poeta, Pacheco consagró su vida a la literatura, a la palabra escrita sobre la arena de los días. Fue heredero de la mejor literatura mexicana, hispánica y universal; miembro de la estirpe de poetas conscientes de que el nombre secreto del Mal es el tiempo, que todo lo consume”, sentencia Laura Emilia como suerte de unidad crítica en el párrafo inicial del breve prólogo.

Hasta ahora son tres las antologías publicadas que registran una identidad para conocer la obra de Pacheco. Reflejan la presencia del escritor en su dimensión imprescindible de la lengua castellana. Una de éstas se publicó hace diez años en España y lleva introducción de Francisca Noguerol, bajo el título inconfundible: Contraelegía (2009); la segunda, salió días después de su inesperada muerte, Los días que no se nombran (2014) del mismo Pacheco pero seleccionada con la colaboración inequívoca de Jorge Fernández Granados; finalmente, El infinito naufragio. Las dos primeras, enteramente dedicadas a la poesía; la de Laura Emilia, lleva el magnífico sufijo: Antología general.

En su estudio Francisca Noguerol nos lleva a reflexionar a partir de sus conclusiones precisas y visionarias y suelta con rigor crítico: Pacheco es el autor que hay que consolidar como un clásico de la poesía en la tradición hispánica, y a partir de esto surge la lectura de sus poemas como resumen de un análisis detallado. Muestra rigor y precisión y lanza sus reflexiones: Contraelegía impone el resultado de su estilo y es sobresaliente: detalla y analiza, determina, todo a partir del título de un poema de Irás y no volverás. Fernández Granados acierta con esa suerte de la complicidad entre poesía y escritura, registra la poética con una revisión a la vez diferente, una y otra vez, revela el cómo y por qué: uno es el poeta de sus dos primeros libros, otro, el que evoluciona con No me preguntes cómo pasa el tiempo, y así, prosigue indagando su constante: es la esencia imprescindible o entrañable y deja ver su presencia para reconocer que ya es un clásico del idioma y su nombre se inscribe más allá de la poesía mexicana.

Por su parte, Laura Emilia Pacheco enjuicia la obra a partir de esta selección y con una luminosidad intensificada el resumen o primera puerta de acceso está en el poema que abre El infinito naufragio. Es común que sea otro, y no el poema que se llama “La enredadera”, el que abra una selección poética. Creo, éste, manifiesta la luminosidad intensificada del verso y por su ritmo, la fuerza de su música y el sonido. El eco se impone y consagrada la unidad y lo que significa estar ante la lectura que resulta maravillosa. El verso inicial es apasionante: “verde o azul, fruto del muro, crece”, pero es la enredadera una planta de tallos trepadores; el color azul o verde, se vuelven inconfundible, y en la pared de las casas se apoya o bajo el recoveco de sus ramas es perturbador el sol del mediodía. Se asemeja a la casa que se divide entre cielo y tierra, pareciera estar suspendida en el aire y “con los años se va haciendo más rígida”. Como resumen final recuerdo que Laura Emilia desde hace tres décadas –por lo menos– es colaboradora en los principales periódicos, revistas y editoriales en lengua castellana, y radica en la Ciudad de México, donde nació en los años sesenta del siglo XX.

“Toda antología es injusta. Siempre habrá un texto faltante o uno que sobre, según el juicio y la memoria de cada lector”. Con esta antología, Pacheco ya no es el mismo, ni será igual; la obra literaria es parte de un infinito permanente de la escritura para conocer o naufragar por ese mundo fantástico y examinar el mundo poético de Pacheco, junto al de Leopardi, ahora que están unidos en esta universalidad de la poesía, por el título de esta antología de un verso que corresponde al poeta italiano y en el tiempo fue instalado en castellano por otro poeta, Antonio Colinas, biógrafo de Leopardi y amigo entrañable del poeta mexicano. Esto es resultado de esa red subterránea de la poesía y del diálogo infinito entre influencias y reconocimientos.

 

 

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