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miércoles, 17 abril, 2024
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Conmoción y arquitectura: Luis Armenta Malpica

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 414 / Entrevistas / Poesía

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Luis Armenta Malpica (Ciudad de México, 1961). Es poeta, ensayista y director de Mantis Editores. Premio Jalisco en Letras, Premio Nacional de Poesía José Emilio Pacheco, Premio de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, Diplôme d’Excellence Librex en Iași, Rumanía, y Premio Jaime Sabines-Gatien Lapointe, Canadá-México. Cavaler al Poeziei Capitalei Marii Uniri Lași, y finalista del Premio Letterario Internazionale Camaiore (Italia), entre muchos otros reconocimientos. Autor de veinticinco poemarios, siendo los más recientes Götterdämmerung (Quebec, 2015), Greetings to the Family (España, 2016), Voința luminii (Rumania, 2017), Chiamatemi Ismaele (Italia, 2019) y Enola Gay (España, 2019). Libros y poemas de su autoría han sido traducidos al alemán, árabe, catalán, francés, gallego, inglés, italiano, maya, neerlandés, portugués, rumano y ruso. Luis Armenta Malpica representa en México y otros países, el equilibrio entre obra y persona. La calidad de su trabajo y el gran profesionalismo con el que ha andado por los caminos literarios, plasman su enérgica huella en estos asideros de la palabra.

 

Armando Salgado: Nuestro país tiene puntos donde se concentra la literatura: el centro firme, el noroeste presente y el sur-sureste insistiendo. Cuéntanos de tu relación con el occidente mexicano: ¿qué apreciación tienes de este lado?, ¿qué se ha escrito?, ¿ha influido en tu escritura?, ¿qué se hace actualmente?

Luis Armenta Malpica: No creo que sean tantos los focos de creación los que podría llamar predominantes y mucho menos si hablamos de regiones o estados. Me conformaré con decir que en Guadalajara hay una larga y fecunda tradición de narradores y poetas que, desde el siglo XIX le han dado sitio a la literatura jalisciense en todo el país. El occidente mexicano no ha estado tan unido como otras regiones. Guadalajara, por ser la segunda ciudad más importante del país e, insisto, por su tradición artística, siempre ha tenido alguna rivalidad con la Ciudad de México y un intercambio superior al que tiene con Colima, Michoacán, Guanajuato, Nayarit, Aguascalientes o Zacatecas, los estados vecinos. En cambio, desde hace años y todavía, Guadalajara recibe a estudiantes y creadores incluso de San Luis Potosí o Sinaloa.

Soy curioso y me interesa lo que se escribe en el país, pero no creo haber recibido una influencia directa en mi trabajo, como sí ocurrió con los poetas de Tabasco o de Chiapas que leí con fruición en mis inicios: José Gorostiza, José Carlos Becerra, Juan Bañuelos y Óscar Oliva, por mencionar un par de nombres solamente por estado, mantienen mi admiración y tutoría sobre mucho de lo que escribo. Estoy trabajando, como editor, con gente del noroeste, de Colima, de Chiapas, como lo hice un tiempo con Chihuahua o Sonora. Pero esa es mi labor editorial, que no influye en mi obra. Por otra parte, la tradición estadunidense que reviso desde hace años sí que me ha obligado a repensar mis recursos y lenguaje. Y esto es lo que yo considero una influencia real.

En Guadalajara, cierto grupo muy visible está escribiendo desde una postura desenfadada y humorística (sarcástica, más bien), desprolija y desacralizadora, que puede remontarse a Salvador Novo, Gerardo Deniz, Abigael Bohórquez o Ricardo Castillo (para situarnos en la tradición mexicana) pero cuyos vínculos cercanos son las poéticas más arriesgadas de Chile, Perú o Argentina. Sin embargo, hay muchas variaciones de lenguaje y registro. Y si esto ocurre en mi propia ciudad, lo mismo opino para el resto del país. Ya no hay corrientes o escuelas dominantes, sino una pluralidad y mezcla de posibles poéticas. Lo celebro y, sin embargo, me parece un tanto peligrosa esta lectura electiva entre comunes, pues lleva a la descalificación de los opuestos e, incluso, a una supuesta superioridad entre lo que tiene más riesgo y lo que se trabaja de manera menos innovadora, como si el mecanismo del poema fuera, por sí solo, lo que hiciera posible la poesía. Por el lado contrario, existen muchas voces que se han adormecido en la comodidad de la emoción y la estampa de familia, que no ofrece desconcierto, elusión ni misterio en sus formas. Yo busco el equilibrio entre la conmoción de lo humano y la arquitectura de un texto, sin exigirlo a los demás, sin reprochárselos tampoco.

 

AS: Desde Voluntad de la luz (CONACULTA, 2006), Llámenme Ismael (FOEM, 2014), hasta Enola Gay (Vaso Roto, 2019), tu poesía muestra gran madurez, una fluctuación en estructuras desde la sintesís narrativa o un axioma extendido, con el peso justo para la forma y valor único en contenidos: ¿qué elementos consideras necesarios para superar continuamente lo que has publicado?

LAM: Mi proceso ha sido la indagación de formas y lenguajes, la búsqueda de una ruptura de lo que me he planteado desde mi primer libro en una reelaboración de ciertas obsesiones y preguntas. Soy un poeta de tradición también: mis ritmos lo señalan. Mi larga lista de figuras tutelares lo demuestran: Dante, Whitman, Vallejo, Pessoa, Seferis, Montes de Oca, Gonzalo Rojas, John Ashbery u Ocean Vuong (para situarme desde lo más lejano a un autor que no llega a treinta años actualmente). Escribir es mi manera de expresar mi condición humana y sus desavenencias con el mundo: me molestan la intolerancia, la violencia que se ejerce hacia los jóvenes y las mujeres, el predominio del poder y de la corrupción, el preocupante regreso a la derecha radical o a una izquierda fallida y vengativa, el contubernio de las autoridades con los grupos de poder y el narcotráfico, entre otras cosas. Y no tengo más arma, más defensa hacia adentro, que mostrar mi malestar en un poema. Por ejemplo, para resarcir mi cuota de machismo, me he inclinado por el trabajo de poetas como Inger Christensen, Anne Carson, Margaret Atwood, Pascal Petit, Sharon Olds, María Auxiliadora Álvarez, Tamara Kamenzain y Cristina Rivera Garza.

No busco superar lo publicado porque no estoy en la escritura como en una carrera, ni contra mí ni contra otros. Persigo ciertas explicaciones de mi vida, un ajuste de perspectiva sobre lo que ha representado vivir en este siglo y una readecuación de tiempo y del espacio en el que desarrollo mi escritura. De allí que considere necesario no repetir un libro ni quedarme en lo que ha funcionado mejor en los lectores, sino romper esos esquemas y buscar en un hielo cada vez más quebradizo la firmeza del alma. Me tiene encantado la hibridación de géneros: que se pueda escribir un poema con aliento de ensayo y propuestas teatrales o de diálogo, que una anécdota tomada de un registro policiaco sea capaz de convertirse en prosa de intención y alimentar versículos y tonos diferentes. Por allí encamino mis mejores esfuerzos. No en la multidisciplina que agrega sonido e imagen a un poema, o se refuerza con acción corporal y teatralidad externa. No es lo mío. Yo ejerzo la palabra en la poesía y busco la poesía en las palabras. Nada más: palabra por palabra.

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AS: Desde su creación (1996), Mantis Editores es un referente editorial en el país y fuera de él: ¿cómo fueron sus inicios y cómo ha evolucionado?, ¿dónde y cómo se consigue su acervo?, ¿hay algunos libros en su catálago que sean emblemáticos y que hayan provocado mayor interés en ti?, ¿cómo relacionas el oficio de poeta con el de editor?

LAM: Intentaré responder en orden, como en las preguntas anteriores, este engarce que tan amablemente me propones. Mantis Editores inicia en 1996, a la par que mi carrera literaria, sin más idea que la de publicar a mis compañeros cercanos. Con el tiempo me di cuenta que en realidad busco darle salida a la mejor poesía, sea de mis vecinos, mis paisanos o de alguien que no conozco aún, estén vivos o muertos. Entonces aparecen autores jóvenes y más consolidados que forman un catálogo superior a 400 títulos (vamos para 500) y en los años recientes he procurado pasar de la traducción y publicación de voces importantes en México a hacer el camino inverso: que se traduzcan y publiquen, en coedición con Mantis o con apoyo de la editorial, las voces mexicanas que podrían interesar a los lectores de otras lenguas y países. De esta manera hemos conseguido que se editen directamente en alemán y al árabe algunos títulos, y otros en edición bilingüe al francés, portugués, inglés, rumano, italiano, etc.

Mantis Editores apuesta por la distribución mediante una empresa formal, pero dado que Educal y FCE en este arranque de sexenio no tienen bien definidas sus estrategias, buscamos no perder ese contacto directo con universidades y librerías, cafebrerías y centros culturales. Así, el catálogo completo está lo mismo en la librería Carlos Fuentes de la Universidad de Guadalajara que en La Pasajera, ambas en Guadalajara, en la librería Bonilla de la Ciudad de México o en la Casa Universitaria de la UANL (Monterrey).

Me complace haber recirculado una pequeña antología titulada Poesía en prenda de Abigael Bohórquez antes de la aparición de su poesía reunida por parte del Instituto Sonorense de Cultura, lo mismo que en traducciones al portugués, francés e inglés. La reaparición de Mamá morfina de Eros Alesi, Aguas aéreas de Néstor Perlongher o Espejo humeante de Juan Bañuelos también me enorgullecen. Yo empecé como poeta (me llamo poeta a partir de la primera publicación, aunque el término se construya día con día) en mi propia editorial, así que han sido caminos paralelos y convergentes. Me exijo y busco lo mismo para mí que para lo que publico, con la salvedad de que tengo un consejo editorial que me apoya en la revisión de materiales para conseguir ese equilibrio de calidad, riesgo y pluralidad que creo que muestra nuestra nómina de autores y títulos.

Como poeta, excepto con traducciones, mis libros más recientes ya no están publicados por mí. Nunca he tenido pudor por publicarme, porque finalmente no es un dinero público ni trabajo para institución alguna, en cuyo caso sí estaría en desacuerdo. Al ser una pequeña empresa (que recibe coediciones o apoyos en muchas ocasiones) quien tiene la última palabra soy yo. Pero mi respeto y gratitiud hacia el consejo editorial es mayúsculo porque otorga credibilidad y congruencia a un proyecto editorial independiente.

 

AS: ¿Cómo logras entender y lograr que otros comprendan los significados de otra cultura al momento de traducir un poema?, ¿qué autores has traducido y qué retos tuviste al trasladarlos a nuestra lengua?, ¿en qué otros idiomas disfrutas la lectura de poesía?

LAM: Yo no lo consigo: ese es el trabajo del traductor y posteriormente del lector. Como editor, lo que hago es propiciar que ese puente entre un idioma y otro surta efecto y otorgarle, mediante el cuidado editorial, de la mejor presencia en el formato impreso. Dejé de traducir poesía para dejarla en manos de los verdaderos profesionales, como Françoise Roy, Silvia Pratt o Gabriel Martín, quienes trabajan conmigo en el francés. Comencé a cotraducir al lado de Gabriel Martín, por gusto y curiosidad, sin las ramas necesarias, sin la pericia ni la cultura debida. Por eso abandoné la traducción: prefiero hacer las cosas lo mejor posible desde el lado editorial. Cotraduje a Nicole Brossard o Éric Roberge, pero cabe aclarar que la mayor parte del trabajo fue de Gabriel Martín. Digamos que yo afinaba el ritmo y aportaba algunos elementos de contraste y sentido, nada más.

Los retos de la traducción son muchos: uno de ellos es no traicionar a un autor proponiendo un ritmo, un lenguaje o un mundo ajeno al suyo. Una de las razones por las cuales me retiré de hacerlo. Prefiero leer en español, porque no domino ni el inglés ni el francés para aventurarme en un texto exigente. Me pierdo de muchísimos detalles y matices, lo sé. Sin embargo, no me gusta estudiar, así que los idiomas se los dejo a otra gente.

 

AS: Ante los cambios sociales y la posibilidad de nuevas formas de leer el mundo, ¿qué otros elementos consideras necesarios en la vida práctica de las personas?, ¿consideras que la literatura es clave ante estos cambios para incidir en el pensamiento crítico y en la consolidación estética de las personas?

LAM: La literatura y el arte en general no aportan nada al mundo globalizado que vivimos. Podría ser, más bien, una amenaza para esa economía liberal que ha demostrado con creces su fracaso aunque se niegue a morir. No es lo mismo la vida práctica que el neoliberalismo. Así que no juzgo a quien viva de una manera práctica. Yo quisiera ser más práctico a veces y menos idealista. En cambio, un pensamiento crítico resulta indispensable no nada más para entender lo que acontece en estos tiempos tan convulsos, sino para enfrentarlo, para determinar ciertos cambios posibles desde la trinchera del individualismo intelectual y humanista.

No me queda claro el concepto de “consolidación estética de una persona”; si te refieres a que tenga mayor cultura artística y mejor desarrollo de sus actividades de reflexión y crítica hacia el fenómeno del arte y de la sociedad en general, considero que esta y todas las épocas han padecido la apatía y el ignorancia de las enormes mayorías y que el arte sigue siendo un aspecto esencial para una gran minoría.

 

AS: ¿Qué suele hacer Luis Armenta Malpica todos los días, para sentirte bien contigo mismo?

LAM: Intento vivir la vida de la mejor manera y sin muchos pendientes. No me preocupa el éxito ni me deslumbran los reflectores, así que mi trabajo discreto y tenaz resulta favorable para ese “estar en paz”. Amo muchísimo, viajo muchísimo y escribo y leo bastante; la música no se aparta de mí, ni los amigos, ni la familia. Si no volteo tanto a la ventana, hacia fuera, incluso el mundo es bello. Con eso basta. Pero no es así en verdad: me siento bien de la misma manera cuando charlo con alguien sobre lo que podemos hacer para disminuir la violencia o el acoso hacia las mujeres, cuando hay una manifestación contra un político deshonesto o una política que lleva a la pobreza o desamparo, cuando alguien levanta su grito y su puño por los derechos de todos. Aunque sea por marchar un poco al lado de ellos, me siento bien.

 

 

Bonsái  : un libro

bajo la almohada

 

 

El diario empieza

aquí:

donde tus ojos

ven cruzar la navaja

y el potente rugido de su vuelo ascendente.

 

Boqueas toda la asfixia de la sangre

y en la piel no se mueve ningún signo. El alfabeto

se repite en nosotros como se calla un beso

y es el aire y la angustia y el impulso

lo que te vuelve un pez de tan humano.

 

Boqueas todo ese semen

que gira con sus hélices

hacia un destino más adentro de ti

más allá de ese glande inflamado de tinta

que te desaparece y te revela.

 

Boqueas una orfandad tan blanca

como el poema: en el rompecabezas

de tu vocabulario gotean esos trazos del animal

que se forma en tu piel y se transforma

en ti: en algo más que yo: en un nosotros

que nos desaparece.

 

Boqueas ese vitral

en cuya curvatura se forma un camaleón

un doble vibratorio de astillas y fragmentos

palabras separadas de una en una

hasta formar un bosque o un infierno.

 

Boqueas, por fin

un dolor que atravesó la página

desde sus catacumbas: esa noche más láctea

y tan inmóvil. Ceniza de la tinta

que hasta decir mi nombre se consume.

 

Hasta aquí

el poema : la primera palabra

por caer

en tu piel.

 

Después vendrán los sueños

que tuvo Kurosawa

por si acaso dormimos.

 

Pero antes

sólo un árbol :

 

[inserte aquí un bonsái]

 

De Enola Gay (Vaso Roto, España, 2019)

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/414

 

 

 

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