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viernes, 19 abril, 2024
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La propaganda (y sentido común) de la rancia derecha en Godezac

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Por: La Jornada Zacatecas •

El poder no es un asunto de fuerza. Quien detenta el poder lo hace porque tiene legitimidad: credibilidad y consenso. En una palabra: hegemonía. Los indios del siglo XVI, al creer que efectivamente habían nacido para obedecer, hicieron posible el dominio español en América. Cuando las mujeres creen que su papel es el rol tradicional, hacen efectiva la dominación patriarcal; si los pobres creen que lo son por alguna responsabilidad propia, no exigen justicia al Estado. Esas “creencias” aparecen como obvias y, justo por eso, no son cuestionadas y constituyen lo que se conoce como ‘sentido común’. Si a una mujer del 1890 le preguntan si la mujer debe obedecer al marido, cuidar a los hijos y responsabilizarse de las tareas domésticas, volteará y responderá con toda naturalidad: “pues claro, eso es obvio”. Si volvemos a hacer esa pregunta a una mujer del 2019, su respuesta será muy distinta. ¿Qué ocurrió? ¡Cambió el sentido común!

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Como podemos observar, eso que llamamos el sentido común es algo que se construye. Es la cimentación de las condiciones del propio poder: las bases de su legitimidad y hegemonía. Pero además, constituye lo que tomamos por lo verdadero a secas. Las creencias que sostienen al poder pasan por ‘verdaderas’ cuando están en periodo hegemónico. Y se activa el círculo de reproducción del poder: este último promueve esas creencias y éstas sostienen a aquel. La cosa es que ahora mismo, la manera en cómo se construye el sentido común ya no es sólo la familia o las iglesias, sino la escuela, las instituciones públicas y los medios de comunicación. Y en la sociedad de la posverdad, en la propaganda de algo que no tiene ninguna verificación con la realidad, pero se cree en ella por necesidades emocionales.

Así las cosas, los grupos sociales que tienen el poder (aun cuando puedan o no tener el gobierno) estimulan la propaganda de las creencias que les da soporte: la supremacía de los valores del hombre blanco, occidental, cristiano, capitalista, moderno y (en algunos casos) liberal. Y para eso, usan el cine, la televisión y las narrativas históricas de sus escuelas privadas. Así emprenden la propaganda contra ‘el peligro socialista’, ‘la destrucción del hogar por el igualitarismo’, ‘el atraso indígena’, ‘las amenazas de la ideología de género’, o ‘el progreso económico del porfiriato’ y un sin fin de consignas ideológicas promovidas por estrellas propagandísticas del cine o la televisión o las redes. Y usan a los gobiernos que controlan para promover a los loros de la propaganda antes dicha, pero a costa de los impuestos de todos nosotros. Ahora mismo, se usan los medios de comunicación y los recursos de Gobierno del Estado para desplegar una estrategia de publicidad de la ideología de la más rancia derecha que pretende afianzar su sentido común, la cultura del privilegio, el odio a la diversidad.

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