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jueves, 25 abril, 2024
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Jorge Yacoman, presente en el espacio de los escritores emergentes de la FIL

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Por: ALEJANDRO ORTEGA NERI •

■ Habló sobre su novela “El vestigio del silencio”, que busca reconstruir la identidad desde el olvido

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■ Afirma que el rol de la literatura es rescatar los testimonios de las personas que han vivido tortura

 

GUADALAJARA, JAL. Detrás de los grandes cocteles de las editoriales trasnacionales, por donde se pasean con la copa en la mano editores y los escritores más reconocidos del momento, la FIL esconde otras historias que merecen rescatarse, y entre tantas de estas, una de ellas es las que tienen que contar los narradores emergentes que mediante una editorial independiente llegan aquí para abrirse el paso en un mundo complicado.

Pudiera ser el caso Jorge Yacoman, un joven escritor chileno nacido en 1988, que tuvo que dejar la lucha de protesta contra el gobierno de Piñera para poder viajar hasta Guadalajara con sus propios medios, y presentar a los lectores mexicanos, acompañado de la narradora zacatecana Maritza M. Buendía, su primera novela en una edición de autor, “El vestigio del silencio”, una historia que busca reconstruir la identidad desde el olvido.

“El vestigio del silencio” cuenta, desde la narración a manera de monólogo interno, la historia de un joven que sufre un accidente que le provoca amnesia, por lo que tendrá que reconstruir su historia e identidad mediante una relación amorosa con una mujer que llega a convertirse en una voz omnipresente en la cabeza del protagonista, un lugar en el que va enfrentando a sus fantasmas y vacíos.

Yacoman nació en Chile pero desde niño el destino lo llevó a México, donde prácticamente pasó toda su infancia hasta enfrentar nuevamente su regreso al país de origen, y cuando esto sucedió, el choque cultural le significó una crisis de identidad que devino en páginas llenas de letras hasta conformar “El vestigio del silencio”, una novela entre la memoria y la desmemoria, entre el olvido y la identidad, ese término tan resbaloso que va más allá del mero lenguaje.

Dice el autor sobre la temática de la novela: “fue un poco inconsciente cómo me metí en el tema, porque empecé a escribirlo cuando tenía 17 años y en ese tiempo todavía no me sentía chileno, y como a los 22 ya pude decir que soy chileno. Me costó mucho adaptarme a Chile y de hecho el libro lo escribí primero en inglés porque tenía un problema con el vocabulario, tampoco me sentía mexicano, no reflejaba mi identidad y de Chile sabía muy poco. En el colegio no me enseñaban nada que me hiciera sentir orgulloso de ser chileno”.

Y fue como llegó al tema de la identidad para escribir la obra, una historia que en cierto sentido se aleja de la tradición de la novela chilena en las que ha permeado lo político, el pasado manchado con la sangre que derramó la dictadura de Augusto Pinochet, sino que más bien, partiendo de esa misma crisis identitaria Yacoman creó un no lugar, una ciudad que pudiera ser cualquiera, pues la trama no esclarece dónde se desarrolla la historia, aunque va plasmada en ella esa ambigüedad a la que se enfrentó su propio autor, pues los nombres de los personajes son “gringos”, dice, hay un rescate de problemas con mucho cierto cariz latinoamericano.

Así pues el ejercicio narrativo de Yacoman le sirvió para ir buscando entre las palabras acumuladas los rasgos de la identidad, pero está consciente que la identidad chilena va más allá del lenguaje, que es algo más profundo, quizá inefable: “lo que planteé con esta novela es cómo reconstruir mi identidad y también un lenguaje, pero que fuera más allá de los modismos que crean mucha identidad, pero como todavía no podía sentirme cómodo con esto modismos o palabras, traté de buscar una mentalidad, tradiciones y rutinas de la gente que siento que reflejan un poco el Chile de la posdictadura, que lleva las heridas y algunas cicatrices que no se han resuelto. Lo que más quería en ese sentido, era construir una identidad que fuera más allá del lenguaje. Es un poco difícil porque muchos creen que la identidad está ahí”.

Yacoman se une a los escritores chilenos que vinieron en una etapa de su vida a vivir a México, como Roberto Bolaño en su momento, o como hoy en día sucede con Alejandro Zambra, sin embargo, el autor no creció ni comenzó a escribir con la tradición literaria ni la influencia de ellos.

“Al principio mi referentes eran los escritores gringos, como empecé a escribir en inglés era como un proceso paralelo mientras trataba de sentirme más chileno, pero ya me había ido por este lado de la literatura, como más gringo y me influenciaron mucho Kerouac y Palaniuk. Y fue recién el año pasado que leí a Bolaño por primera vez”.

Apenas supera los 30 años y además de la literatura y la poesía, también se ha dedicado a la creación cinematográfica, sin embargo, en días recientes sus actividades como creador han quedado paradas debido a que la lucha contra un gobierno represor le ha ocupado el tiempo. En Chile, es momento de echar a andar la memoria.

“Es bien fuerte lo que está pasando, sobre todo por el nivel de violencia. Chile ya no estaba acostumbrado a ese tipo de violencia, ya hay más de 20 muertos; hay tortura, desaparecidos. Es una realidad que durante 30 años no se había vivido y es bastante fuerte y cuesta creer que es real”.

Por un lado me hace sentir en lo que he estado trabajando, porque en este libro traté de demostrar los síntomas de una sociedad chilena, como dormida; en muchos chilenos que toman pastillas, que están diagnosticados con trastorno bipolar, por depresión. Gente que está muy al límite y como que los empujas y explotan. Y eso me llamaba mucho la atención, gente muy contenida, oprimida, muy llena de tabúes, y eso me hace sentir ahora con lo que está pasando, el rol que debe tener la literatura es rescatar los testimonios de las personas que han vivido tortura o violación a los derechos humanos”.

“Hace un par de días se confirmó que un joven perdió la vista de manera total, pero ya van más de 200 personas que ha perdido un ojo, y funciona como un símbolo de esta realidad que la gente poderosa no quiere ver”.

Yacoman acaba de publicar su segundo libro en Chile titulado “Espejos de una ausencia” (Al Otro Lado, 2019), el cual se compone de diecisiete relatos que abordan principalmente conflictos familiares y carencias afectivas en diversos contextos y a través de distintas voces. Algunos cuentos retoman personajes y temáticas de su primera novela. También ha escrito otros cinco libros más: dos novelas, dos compilaciones de relatos cortos y uno de poemas, los cuales planea ir publicando pronto en paralelo al desarrollo de su próximo largometraje.

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