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viernes, 29 marzo, 2024
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La izquierda en el cine mexicano del siglo XX [Quinta parte: El nacionalismo revolucionario de la década de los 40’s (continuación)]

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Por: XAVIER ROBLES •

La Gualdra 405 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku / Cine

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Alejandro Galindo fue un artífice del cine verdaderamente urbano y popular, en oposición al cine melodramático urbano de Ismael Rodríguez, que de ninguna manera puedo considerar un cineasta de izquierda, menos al final de su trayectoria fílmica, cuando realizó obras completamente deplorables. Don Alex, como le decíamos cariñosamente los jóvenes cuando lo encontrábamos en los Estudios Churubusco, también filmó soberbiamente a la pequeña burguesía mexicana, en Una familia de tantas (1948), y enriqueció de muchas maneras el discurso de la izquierda en el cine, por el notable desenfado, ideología y conductas de sus personajes. Su cine respiraba verdades por todas partes. Él sí puede y debe ser considerado un ícono del cine de izquierda mexicano. Algunas de sus películas más importantes son: Campeón sin corona (1946), Esquina, bajan..! (1948), Hay lugar para… dos (1949), Doña Perfecta (1951) y Espaldas mojadas (1953).

Roberto Gavaldón también puede ser considerado un cineasta de izquierda, obsesionado por el cacicazgo en los poblados campesinos y la vida cotidiana de esos mismos ambientes rurales. A él debemos excelente películas como La barraca (1945), basada en la novela homónima de Vicente Blasco Ibáñez, en la que se narran los problemas cotidianos de una familia campesina de finales del siglo XIX; En la palma de tu mano (1950), filme que narra la descomposición social que se dio en el México de la posguerra, basada en una obra de Luis Spota, adaptada por José Revueltas y el propio Gavaldón; Rosauro Castro (1950), otra adaptación de Revueltas y Gavaldón, sobre un cacique rural. Tema recurrente en la obra de Gavaldón, El rebozo de Soledad (1952), filme en el que nuevamente narra la vida cotidiana de un poblado campesino dominado por un cacique, novela de Javier López Ferrer, adaptada por el propio Gavaldón; Macario (1960), cinta en la que también se abordan las difíciles condiciones de vida de los campesinos, historia de B. Traven, adaptada por Emilio Carballido y el propio Gavaldón; La rosa blanca (1961), que denuncia la explotación que las compañías extranjeras del petróleo hacían de los mexicanos, incluyendo la utilización de “guardias blancas” que reprimían a los trabajadores y ejercían toda clase de actividades criminales, también historia de B. Traven, adaptada por Emilio Carballido y Gavaldón, que fue censurada por el gobierno durante muchos años; y El gallo de oro (1964), historia que narra los cambios de fortuna de un pregonero de pueblo que se convierte en gallero, escrita por Juan Rulfo y adaptada por Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y el propio Gavaldón. Hay que lamentar la excesiva tendencia hacia el melodrama de este formidable cineasta, lo cual le resta fuerza al discurso ideológico que lo mueve. Todo ello, sin demérito de su obra, que es rica en momentos brillantes y emotivos.

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Julio Bracho debe ser reconocido también como un cineasta que, a pesar de que es uno de los grandes popularizadores del melodrama que caracteriza al cine de la llamada “Época de Oro”, manifiesta por lo menos en dos películas suyas un contenido de izquierda y una preocupación externada hacia otro tipo de cine. La sombra del caudillo (1960), adaptación de Jesús Cárdenas y el propio Bracho a una novela de Martín Luis Guzmán, duró “enlatada” durante 40 por la censura cinematográfica, a causa de que mostraba apenas encubierto el crimen del general Francisco Serrano por Obregón y Calles, en Hutizilac. Película trascendente también es Distinto Amanecer (1943), historia del propio Bracho sobre algunas ideas tomadas de una novela de Max Aub y que contó con la colaboración de Xavier Villaurrutia en los diálogos, obra que trata de un dirigente sindical perseguido por los esbirros de un gobernador.

La mayoría de las películas de Julio Bracho no son, sin embargo, cintas con un contenido ideológico que tome partido por las clases trabajadoras, pero algunas de ellas son estupendos melodramas, como Historia de un gran amor (1942), libro cinematográfico del propio Bracho sobre “El niño de la bola”, de Pedro Antonio de Alarcón. A pesar de ello, y aunque fuera sólo por esas dos películas, Distinto amanecer y La sombra del caudillo, Bracho merece un lugar distintivo en los contenidos ideológicos de nuestro cine.

 

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_406

 

 

[i] Quinta entrega de la serie de textos escritos y facilitados por el escritor de libros cinematográficos, Xavier Robles (Rojo amanecer, 1989; Los motivos de luz, 1986). Robles, siempre comprometido con los movimientos sociales de izquierda en México, nos comparte los ensayos que esperamos aporten reflexión sobre el cine. Nota de Carlos Belmonte Grey. Continúa en el siguiente número de La Gualdra.

 

 

 

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