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martes, 23 abril, 2024
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Un nuevo sindicalismo independiente, democrático y unido

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Por: Óscar Alzaga •

Cuando a la gran mayoría de trabajadores de un país se le impide organizar para la defensa de sus intereses y derechos indispensables, esa nación carece de democracia y futuro. Esa herencia neoliberal nos dejaron los últimos seis gobiernos.

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Hoy en México 30 millones de trabajadores no cuentan con un sindicato, están a expensas de una explotación al gusto patronal, sin límite y sin leyes, ya que las autoridades las aplican al servicio del capital. Esa es una realidad que debemos conocer bien, para saber en qué terreno nos movemos, de qué partimos y qué podemos hacer.

Nunca había caído tanto el mundo laboral como hoy, despojado de sus derechos, mejores empleos y conquistas, producto de sus luchas.

De los 5 millones que sí tienen sindicato, 4 cuentan con líderes electos a espaldas de los trabajadores; con contratos colectivos de protección patronal también firmados a sus espaldas. Sindicatos charros de origen, hoy son débiles subordinados a los patrones. Los petroleros no eligen a su líder por voto secreto, es a espaldas de ellos, igual los ferrocarrileros y ni qué decir de la CTM y otras centrales. ¿Hace cuántas décadas el magisterio de base no elige a su líder?

Solo un millón cuenta con sindicatos distintos, con dirigentes electos y contratos colectivos aprobados por ellos, pero hoy amenazados, como a los telefonistas y tantos sindicatos más. Que en los últimos 25 años disminuyeron sus huelgas, casi a cero.

Otros 30 millones trabajan en la economía informal sin derecho alguno, sin organización real que los represente y defienda. En condiciones aún peores, con mayor la explotación irracional infantil y de la tercera edad.

¿Qué unidad, organización y fuerza tienen hoy los trabajadores para cambiar esta situación y contar con una mejor alternativa? Hay quienes creen que el cambio debe venir de arriba: del gobierno, las reformas y los partidos. Sin duda todos son importantes para el cambio. Pero en el caso de los sindicatos el cambio democrático solo puede surgir desde sus titulares: los trabajadores. Para volverlos y los nuevos, ser de ellos.

La clase empresarial en plena engorda, mejor organizada y con más fuerza que nunca, nacional e internacional, destaca su parte más poderosa, la oligarquía, ella sí internacional: la extranjera y la local, enlazadas en casi todas las ramas económicas, la extranjera es dominante: Walmart y Oxxo controlan el comercio y así sucesivamente. La oligarquía nativa con inversiones y altos “ahorros” foráneos, aquí con inversiones y ganancias es subordinada al extranjero.

Ambas clases -no está de más recordarlo- todos los días disputan sus intereses, no sus derechos, porque éstos llevan 36 años sin aplicarse a la letra por los empresarios y gobiernos. Por ejemplo, el salario mínimo constitucional nada tiene que ver con la realidad, por esa caída de 36 años; la estabilidad en el empleo o la planta han sido sustituidas por el empleo eventual y de outsourcing; con contratos colectivos rasurados a diario. Los tribunales aún simulan la legalidad en ejemplar tripartismo.

La inconformidad social sigue creciendo, en tanto las necesidades y derechos del trabajo no se cumplen y la miseria aumenta, eso todos los saben. El 16% de aumento salarial de 2018 no modificó el bajísimo nivel salarial, México sigue teniendo el salario más bajo de Centroamérica.

Pero la lucha social sigue soterrada, pese al obvio descontento. ¿Qué esperamos, que ocurra lo que en 1911, cuando Porfirio Díaz salió del país, que estalló el descontento? O bien, que se repita como en 1935 el movimiento de huelgas más intenso de la historia, después que Calles el Jefe Máximo y su maximato de 1928 a 1943, dejó destruida la CROM y tuvo que surgir -producto de esas huelgas cardenistas- la CTM.

A la ciencia histórica le gusta omitir el papel trascendental de la clase obrera (y del pueblo) y sus luchas en los momentos decisivos del curso de la historia: destacan el conflicto Calles-Cárdenas en 1935 y olvidan el movimiento huelguístico de 1935-1938, el mejor de la historia nacional; de la expropiación petrolera exaltan solo la obra de Cárdenas, y dejan de lado la lucha petrolera de 1933 a 1937, que sin ella hubiera sido imposible el triunfo internacional y nacional del 18 de marzo de 1938.

Cuando la ofensiva contra el trabajo es patronal, se habla de las libres fuerzas y leyes del mercado, de flexibilizar las relaciones del trabajo y de modernizar el sistema de producción y productividad. Siempre y cuando la organización y capacidad del aparato del Estado apoye a la iniciativa privada, entonces sí, juntos hasta la victoria. Incluso se llega. Como fue con Salinas, a prometer que México llegaría al primer mundo si se apoyaba sus nefastos proyectos del TLC.

O con Peña Nieto, el “Pacto por México” que acabó de hundir el país en la abyección y corrupción, del que apenas flotan unos protagonistas, como Medina Mora, el Ministro de la Suprema Corte de Justicia, que el 20 de abril de 2006 ordenó el desalojo violento de los mineros de Lázaro Cárdenas, sin orden judicial, el ABC de la Ley. O cuando el mismo Medina se negó al rescate de los 63 cadáveres de Pasta de Conchos en 2007, como Procurador de Justicia, por sí y ante sí, en contra de los derechos humanos universales.

Los 6 gobiernos neoliberales tuvieron que acudir a fraudes electorales en varias ocasiones, fueran nacionales, estatales o municipales, como producto de la ilegalidad y prácticas las llevaron a todos los ámbitos de la sociedad, economía y relaciones, como la laboral en especial.

Que quede claro a la sociedad, al gobierno, empresarios y partidos, los sindicatos serán obra de y para los trabajadores, desde abajo, o no serán. Para poder ser independientes en su política sin depender de nadie, ser autónomos en su organización y economía, democráticos en su régimen e internacionalistas y solidarios en nuestra era global.

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