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jueves, 25 abril, 2024
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El disfrute de la lectura y un futuro promisorio (4)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Durante muchos años la parte norte del país y en particular la del estado de Zacatecas fue sometida a los caprichos de un cielo cruel. Ha habido sequías legendarias que se han quedado incrustadas a la memoria colectiva de los zacatecanos; aquellos años aciagos conocidos como “el tiempo del hambre” en el lejano 1925, cuando la sequía no sólo hizo merma en la producción de alimentos, sino que dejó una secuela de miseria, enfermedades, epidemias y migraciones explicables por los mismos motivos.

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Siempre se ha dependido de la precipitación pluvial para llevar a cabo las tareas productivas del campo mexicano. Al menos hasta la segunda mitad del siglo 20 cuando empezaron a explotarse varios acuíferos subterráneos, por una parte, y la construcción de varias presas y represas y otros proyectos audaces que parecían construidos con buena intención, buscando el desarrollo del campo y su población.

El “milagro mexicano” parecía una realidad cuando se vendió en todo el mundo la idea del progreso a través de proyectos productivos que en periodos más bien cortos que de largo plazo producían enormes ganancias al grito de zas. Por todas partes se llevaban a cabo obras de aparente beneficio social cuando de pronto, la electricidad primero, el agua potable después, los servicios de alcantarillado y varias comodidades que junto a una movilidad incipiente pero sostenida y el boom” de los aparatos domésticos, un despliegue ilimitado de los medios de comunicación y el despegue de las formas de transporte individual y colectivo en formas nunca antes vistas y prácticamente sin límite alguno. El modo de vida americano sigue teniendo ese hechicero encanto hacia el disfrute de innumerables satisfacciones en la vida cotidiana y de trabajo y mantiene su oferta de desarrollo a través de esfuerzos sostenidos, dentro de la ley y honorables, al menos esas historias se repiten con mayor frecuencia en el país vecino que en cualquier otra parte del mundo y explica que mucha gente prefiera vivir en esos lares.

Sin embargo, en el país la visión del desarrollo se enfocó hacia formas mezquinas de enriquecimiento rápido, ilimitado y casi siempre ilícito, a la luz de los hechos. El desarrollo personal fue abismalmente desigual, casi todo para muy muy pocos y muy muy poco, más deuda forzada para la gran mayoría. La visión de una nación educada fue olvidada en forma grosera con la población sobreviviendo apenas con salarios de hambre o nulos. Y la gente, que había sido muy poco lectora, dejó de leer lo poco que había aprendido desde Vasconcelos, y dejó de escribir y de pensar y de analizar y vivir su cotidianidad al menos amigablemente con sus vecinos y con la naturaleza. Y se ignoró a la historia para vivir un mejor presente. Y los resultados nos arrojan una nación famélica.

Es tiempo de recuperar el presente a través de una ilustración colectiva sobre asuntos que atañen a todos, y desde esa perspectiva ciudadana ilustrada, comenzar a solucionar asuntos como el cuidado y el consumo del agua; el consumo razonable de energía eléctrica y de la energía fósil. Resulta utópico plantear un esfuerzo colectivo para reducir a niveles significativamente bajos la producción de residuos sólidos hacia la confinación final. La verdad es que resulta penoso que un estado tan pobre produzca tanta basura.

Para lograr lo anterior y más, es necesario saber a dónde se quiere llegar, adoptar sistemas cuyas partes permitan apuntalar cada una de sus fases y crear nuevos modelos de desarrollo desde perspectivas amables y constructivas; eliminando las formas de gobierno que parten de la creación de formas de descontento extremo que impiden a la población tener ideas de desarrollo basados en la educación, la cultura, las artes y las ciencias como los puntales de un futuro promisorio.

De nada sirve tener tantas posibilidades derivadas de la riqueza de recursos con que aún cuenta el territorio nacional y el país, por consiguiente, si no se cuenta con el conocimiento mínimo necesario para aprovecharlos en beneficio propio. Si no se aprende, difícilmente se va a cambiar la realidad y ese primer cambio consiste en leer, todos, cada día un poco más. Y como dicen en el pueblo, esto era para antier. Si no, tan tranquilos. Hasta aquí llegamos.

No se le pueden pedir peras al olmo.

Se aporta esta idea, aspirando a que una buena conciencia con poder, la lleve a cabo a nivel masivo.

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