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viernes, 19 abril, 2024
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Somos lo que leemos y como lo leemos

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 383 / Promoción de la lectura

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Decía Luz María Chapela que “uno habla del mundo en función de lo que es, y somos lo que leemos”; yo agregaría: y como lo leemos. Trataré de ampliar esta idea. Hace años circuló, primero en listas de correo electrónico y después en redes sociales, la pregunta de cuáles serían los tres libros que te llevarías si tuvieras que pasar el resto de tu vida en una isla desierta. Juan Domingo Argüelles expuso una sesuda respuesta en su libro Antimanual de lectura. No recuerdo con certeza cuáles elegí, pero lo cierto es que entre ellos estaba la Biblia, pese a que nunca la había leído. Uno de los comentarios de quien entonces era mi contacto, escribió: “Nunca leería la Biblia por ningún motivo”.

Años después, en Colima, una chica decía que la Encuesta Nacional de Lectura era una farsa, ya que la gente decía leer el libro mencionado, pero ella nunca los veía hacerlo. Aquí estamos frente al tema de los espacios de lectura que en alguna ocasión escribí al respecto. Otra mujer, ahora de Coahuila, preguntaba constantemente si este título podía leerse en la sala de lectura. La respuesta era: sí, siempre y cuando no se haga una lectura dogmática y evangélica de él.

Hace unos meses comenzamos a leer la Divina Comedia en el círculo de lectura realizado en la Secretaría de Educación de Zacatecas. Coincidió temporalmente con el inicio de mi lectura de la Biblia versión Reina Valera (un año antes había leído la de los Testigos de Jehová). Ambas lecturas bíblicas tuvieron diversos propósitos, desde los literarios hasta los referenciales, pasando –desde luego- por los espirituales. Por otro lado, fueron de gran apoyo para entender algunos pasajes de la obra de Dante.

Regularmente acostumbro compartir, en mis redes sociales, frases o fragmentos del libro que estoy leyendo. Sucedió que ante la proliferación de twetts de carácter bíblico, un amigo me llamó alarmado. La pregunta la soltó sin tapujos: “Güey, ¿te piensas suicidar?”, desconcertado le cuestioné el por qué de su expresión. Refirió a los versículos bíblicos que había publicado las últimas semanas. Claro está que nuestra conducta y personalidad son conocidas por quienes comparten con nosotros muchos momentos de la vida, pero me llamó la atención que no fue la única llamada. Incluso, en el otro extremo, percibí un distanciamiento de otras amistades a partir de las mismas publicaciones.

No pude evitar plantearme el por qué no sucedió lo mismo cuando leí y compartí fragmentos del Bhagavad Gita. Desde luego que las prácticas religiosas del pueblo mexicano están más cerca de la Biblia que del Bhagavad. Pero también es cierto que concebimos que determinados títulos exigen un solo propósito de lectura. Este rasgo es fundamental en la formación de lectores. Quien lee (y de acuerdo a su propósito), puede y tiene el derecho de establecer cómo leerá tal o cual obra. Recuerdo a alguien que leyó Cañitas, de Carlos Trejo, protegido por varias imágenes religiosas. Hasta la próxima.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-383

 

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