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viernes, 29 marzo, 2024
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Miscelánea – ¿Y después de la Guardia Nacional?

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Por: AQUILES GONZÁLEZ NAVARRO •

«Los planes de desarrollo sexenales de las sucesivas presidencias neoliberales eran promesas de buen comportamiento ante los organismos financieros internacionales y los dueños de los capitales…

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Así el primer eje rector en el documento respectivo del calderonato era nada menos que el “estado de derecho y seguridad”, un propósito irrealizable para un Ejecutivo federal que se aprestaba a firmar la Iniciativa Mérida, por la cual habría de recibir y acatar las disposiciones de Washington para hundir al país en un ciclo de violencia que aún no ha podido ser frenado”, nos dice el inteligente e informado colaborador de “La Jornada”, Pedro Miguel el 3 de mayo pasado.

La Guardia Nacional ha iniciado funciones. Pronto lo hará en nuestra entidad. Este cuerpo militarizado cubrirá las labores que en materia de seguridad pública ha venido realizando el Ejército, la Marina y las policías estatales de prevención, con el poco apoyo (¿o estorbo?) de las policías municipales.

Nuestro hiperactivo y esperanzado Presidente Andrés Manuel, hace un cálculo de seis meses para acabar con el flagelo de la inseguridad. Los mexicanos deseamos que así sea y reconocemos el esfuerzo y tenacidad del Presidente que por fin se preocupa y ocupa, pero también nos preguntamos: ¿Por qué el Ejército, Marina y policías federales y de los estados no lo han logrado a pesar del tiempo en que se ha actuado y de los recursos invertidos?

Coincido con la respuesta que da Jorge Carrillo Olea, especialista en temas de seguridad: “El desprecio por un sistema coordinado de inteligencia criminal está cobrado su cuota… Se ignora que todo hecho anticipa sus intenciones, se llaman indicios”… “Si se sigue esa lógica la autoridad siempre estará tarde… ese vacío no se resuelve a las seis de la mañana viendo que pasó ayer, ordenando de manera reactiva y en consecuencia casi inútilmente…” “La Jornada”. Viernes 3 de mayo.

Citaba en mi colaboración de la semana pasada la siempre anunciada e invariable nota periodística luego de hechos delictivos: “El Ejército y policías veinte minutos después peinaron la zona sin encontrar a los responsables… hubo movilización por tierra y aire…” Lo conocemos de memoria y anticipamos los resultados. Ese es el problema de la respuesta reactiva.

En cambio, la labor de inteligencia en contra de la delincuencia se anticipa, al grado de tener fuentes de información, ubicación de casas de seguridad, penetración tal que permita anticiparse a los hechos y, si no lo logra, cuando menos conoce y ubica el origen.

La policía ministerial que es de investigación y la policía científica que es la criminalística y la criminología, deben tener su área de inteligencia que es el órgano superior: Evalúa resultados, se anticipa a las intenciones de la delincuencia y prácticamente los tiene ubicados.

La Fiscalía y sus asesores constituyen el área de inteligencia contra la delincuencia, inclusive hasta tener la visión de las autoridades involucradas con la delincuencia.

“Enfrentamos un rival intangible, inasible, eso hace tan difícil su sometimiento. La pequeña mafia se produce y actúa localmente, parece que el desafío brinca de estado a estado y hasta de población a población”. Carrillo Olea La Jornada.

Las debilidades de nuestro sistema de investigación las conoce la delincuencia organizada y hasta la no organizada. Hoy cientos de jóvenes, casi adolescentes algunos, cometen delitos graves imitando a los grandes delincuentes (para despistar a la policía) y no son más que pandillas de jóvenes desesperados ante un sistema social que no les da oportunidades. Y la autoridad, como justificación social repite: “fue delincuencia organizada”. La gente calla temerosa ya no exige justicia y, así, la autoridad no tiene necesidad de esclarecer los hechos. Un círculo vicioso.

Dos pasos son indispensables luego de la presencia de la Guardia Nacional: Atender el asunto con el Comando Norte de los Estados Unidos y fortalecer la policía ministerial y la policía científica.

El Plan Mérida, firmado por Felipe Calderón debe darse por concluido. No más armas de asalto de Estados Unidos a México. Se calcula que cada año ingresan al país más de 200 mil armas de asalto, enviadas por el gobierno. El Plan “Rápido y Furioso” es el ejemplo vergonzoso: miles de armas entregadas por el gobierno de los Estados Unidos a la delincuencia organizada en las narices de Calderón el traidor.

No más la presencia de agentes del gobierno norteamericano en nuestro país haciendo funciones de espionaje y desquiciamiento social.

No más al trasiego de armas por drogas. La marihuana debe despenalizarse para todos los usos y una vez reglamentada la siembra y el cultivo y luego los usos: médico, alimenticio, textil y lúdico, desaparecerá el envío de la yerba a los Estados Unidos y el envío de armas de este país a México.

Entonces, sólo entonces iniciará el camino hacia la cuarta transformación de la República.

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