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miércoles, 24 abril, 2024
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El marco de referencia neoliberal está en ruinas, sus constructores no se han dado cuenta

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Aseis meses del triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) estamos siendo testigos de la perplejidad creciente en que se desenvuelven la inmensa mayoría de los conductores y comentaristas de radio y televisíon, así como los columnistas de los grandes periódicos, en la tarea de críticar cada propuesta y/o decisión, primero del candidato y después del nuevo presidente. No han asimilado la baja efectividad de sus ataques replicados millones de veces en los spots de campaña de los adversarios de AMLO; recordemos sólo unos cuantos: Convertirá a México en Venezuela, liberará a cientos de capos asesinos, hará fracasar el TLCAN, con su decisión sobre el nuevo aeropuerto provocará la fuga masiva de capitales y una devaluación horrible de nuestra moneda. Nada de ello impidió que durante la campaña su caudal electoral creciera incesantemente y que su popularidad como presidente se mantenga estable.

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Para tratar de explicar el fenómeno, permitanme recordar un famoso y combativo libro de George Lakoff sobre el lenguaje político que leí hace ya diez años: “No pienses en un elefante”, un pequeño libro de combate que sintetiza décadas de trabajo y discusión en el ámbito de la lingüística cognitiva. Los conservadores estadounidenses, señala Lakoff, han invertido billones de dólares desde los años setenta del siglo pasado, en financiar investigadores y encuentros dedicados a estudiar la mejor forma de estructurar y comunicar sus ideas y de destruir las posibilidades de su adversario. Y lo lograron. Consiguieron definir las grandes cuestiones políticas en sus términos y etiquetar a sus opositores desde su lenguaje y sus valores. Los demócratas estaban claramente a la defensiva, al menos hasta que, gracias a la candidatura de B. Obama y a la decidida contribución de Lakoff en esa campaña, consiguieron afirmar una posición alternativa a la de los neoconservadores.

El concepto central de la obra son los marcos de referencia o estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo. Los marcos conforman las metas que nos proponemos, los planes que hacemos, nuestra manera de actuar y aquello que cuenta como el resultado bueno o malo de nuestras acciones. En política nuestros marcos conforman las políticas sociales y las instituciones creadas para llevar a cabo dichas políticas. Cambiar nuestros marcos es cambiar todo esto. Cambiar de marco implica un cambio social. Los marcos de referencia no pueden verse ni oírse, son estructuras de nuestro cerebro a las que no podemos acceder conscientemente, pero que conocemos por sus consecuencias: nuestro modo de razonar y lo que se entiende por sentido común. También conocemos los marcos a través del lenguaje. Todas las palabras se definen en relación a marcos conceptuales. Cuando se oye una palabra, se activa en el cerebro su marco (o su colección de marcos). Cambiar de marco es cambiar el modo que tiene la gente de ver el mundo. Es cambiar lo que se entiende por sentido común. Puesto que el lenguaje activa los marcos, los nuevos marcos requieren un nuevo lenguaje. Pensar de modo diferente requiere hablar de modo diferente.

Pues bien, la hegemonía del neoliberalismo en el mundo se fundamentó en un marco conceptual que resultó muy fortalecido con la caida de la Unión Sovietica, pues los fundamentos del capitalismo norteamericano se convirtieron en el sentido común del mundo occidental, cuando menos. El desprestigio de lo público, en especial de las dependencias del Estado, condujeron al convencimiento de que las privatizaciónes y el libre comercio eran indispensables. Fue un lugar común señalar que la corrupción es una cuestión cultural y, por lo tanto, inherente a lo público, y que todas las políticas sociales eran contraproducentes porque formaban personas dependientes e incapaces y, en consecuencia, los derechos sociales se transformaron paulatinamente en mercancias. A partir de 1982, en el ámbito político mexicano se constituyó un cogobierno PRI-PAN que impidió, por las buenas y por las malas, el arribo de la izquierda a la presidencia de la república y a la mayoría legislativa, apoyado por un amplo conjunto de actores mediaticos adoctrinados en el paradigma neoliberal, y disciplinados para aplaudir las reformas para su implementación, así como para descalificar toda propuesta que implicara un cambio de paradigma. La irrupción ilegal del Consejo Coordinador Empresarial en 2006 machacando la consigna de que AMLO era un peligro para mexico, fue un ejemplo del éxito y poderío de ese marco de referencia. Mientras que un ejemplo patético del agotamiento del mismo, fue el llamado infructuoso de Leo Zuckerman a los inversionistas a que sacaran sus capitales del país en represalia por la posición de AMLO ante la construcción del NAIM y, sobre todo, los 30 millones de mexicanos que votamos por él.

Parece increíble que a seis meses de la elección el tono de la crítica mediatica y de los políticos opositores no haya cambiado. Siguen intentando descalificar a AMLO distorsionando sus decisiones y propuestas o calumniándolo sin rubor, mostrando que no han asimilado y entendido su derrota, y menos han comprendido la naturaleza del cambio y la narrativa que impulsa la nueva fuerza gobernante. Lástima porque la democracia mexicana requiere una oposición seria y lúcida. Lo que hoy tenemos es una competencia entre opositores para ver quien reacciona con mayor estridencia contra AMLO. Allá ellos.

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