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jueves, 18 abril, 2024
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Narrarlo todo ante la inminencia de la muerte

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Por: QUITO DEL REAL •

Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.
José Emilio Pacheco

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1)
“Cuando un fenómeno social emerge a la literatura, esto quiere decir que su historicidad ya es incuestionable. Con este trabajo literario tuyo, es el propio movimiento del 68 el que se autonovela y se manifiesta como una expresión que da su verdadero significado a los hechos y a las incidencias políticas”. Con estas palabras escritas desde el estrecho espacio de una celda, José Revueltas saludó el texto general de Los días y los años, libro que daría a conocer a Luis González de Alba en el circuito literario mexicano y que lo revelaría como como una gran promesa.
Como es de suponer, el viejo Revueltas encontró algunas apostillas vagas y pequeños errores de apreciación en el manuscrito que, en ese momento (29 de octubre de 1970), se convirtió en una propuesta seria para ser enviada a una editorial. Existe además un comentario crítico, lleno de sabiduría, en la misiva que envió Revueltas a Luis, donde opina que el libro debe publicarse, “pero también debes hacerlo más congruente, más claro con un acabado mejor. Tal vez habría que precisar las posiciones políticas de los interlocutores en algunos diálogos en que tales posiciones aparecen indebidamente confusas”.
Los días y los años sería la primera novela de Luis González de Alba, un pastiche multicolor que intercalaba crónicas del movimiento estudiantil del 68 con una narración lineal, en cuadros novelados, de la vida cotidiana y las reflexiones políticas de los jóvenes presos políticos en el penal de Lecumberri.
2)
Luis González de Alba, el famoso “Lábaro”, fue un dirigente importante del Consejo Nacional de Huelga de 1968. En mi percepción es el más popular, debido a la buena prensa que atrajo durante su vida como escritor, a su tarea como divulgador científico y, sobre todo, por su postura política antiautoritaria.
Luis fue un personaje inteligente, de pluma atractiva, cuya celebridad se manifestaba en los círculos intelectuales universitarios y en las revistas culturales más sólidas. Algunos escritores noveles observaron en él un modelo a seguir y los académicos lo admiraban por la fertilidad de su producción de documentos. Era simpático y atrevido en las charlas, insólito en sus frases anti-partido, y puntilloso hasta la crueldad contra los machistas.
Llama la atención el día que escogió para quitarse la vida. Él decidió que fuera el 2 de octubre de 2016. ¿Coincidencia o símbolo? Todavía no está clara la gravedad de las heridas emocionales que sufrió y que provocaron su primera muerte el 2 de octubre del 68, cuando fue detenido, maltratado y vejado en el piso 3 del edificio “Chihuahua” de la Unidad Tlatelolco y divisó de reojo el fuego del genocidio. Vio a una multitud indefensa y a muchos camaradas muertos o heridos.
Los comentarios acerca de su enfermedad crónica del VIH se diluyeron en un puñado de rumores. Aunque, eso sí, no existen dudas acerca de su cansancio, cuando el ángel provocador que perseguía a Luis se apagaba en las charlas otrora repletas de inteligencia, explosión y energía. El escritor se quitó la vida el 2 de octubre de 2016, con un balazo que disparó a su corazón.
3)
Las censuras contra Luis provenían de su necio papel de enfant terrible, que tal vez utilizaba para expulsar sus humores biliares y el estrés. Sobre todo por su acerba crítica de la obra y personalidad de Elena Poniatowska, hasta que logró demandar judicialmente a la egregia escritora. Ambos se convirtieron, durante muchos años, en actores de una obra teatral concentrada en dimes y diretes para un estrecho circulito de público aburrido, en un país donde no pasan cosas memorables o divertidas.
La prolongada mise en scéne de Luis incentivó el mercado de sus libros, pero disminuyó su sentido de escritor. Claro, esto atraía a la crítica literaria, poco generosa para celebrar con críticas asertivas y buenas reseñas el talento mostrado en su ópera prima; no advirtieron a un autor ascendente, próximo a llegar a la cúspide de los narradores más comentados del país.
4)
A Don Pepe le fue peor: el largo repliegue del pensamiento marxista, notable desde hace casi tres décadas, cayó como señal oportuna para iniciar el giro ideológico de millares de izquierdistas que hoy pasean su venturoso presente como funcionarios o miembros de diversos parlamentos. Ellos dejaron de leer cosas interesantes y abjuraron de su pasado sin ofrecer una autocrítica; al contrario, se sumaron al coro de voces que anunciaron con premura el fin de la utopía. Pero, caray, la obra de Revueltas en invencible y eso pocos lo saben.
Hace tiempo, Christopher Domínguez escribió un comentario algo rudo: “Las novelas de José Revueltas no son apreciadas fuera de México. Más aún: son de cansada lectura para quienes respiran fuera de la cultura política que ha convertido a Revueltas en su paradigma. Destino arbitrario: quien pretendió ser un narrador mexicano universal, o más bien, el intelectual de este país que con más insistencia escribió para entender la tragedia contemporánea, ha quedado condenado a ser rara avis de un culto nacional” (ver: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/articulo.php?publicacion=833&art=18141&sec=Columnistas)
Christopher se equivocó. La cultura política no es una expresión social caprichosa, producida sólo para los legos; ahora, producto del reciente ascenso electoral del país, está próxima una oportunidad para revalorar, fuera de culto o sumisiones, la obra literaria de Revueltas. En este ciclo, podríamos ver a Domínguez concentrado en la revisión de sus propios escritos que, por cierto, no son los de sus inicios como reseñista, cuando desde las revistas El Machete y Nexos ponderó, sin ocultar su admiración y entusiasmo, la obra de Don Pepe.
Es un disparate lo que se atribuye a Luis González de Alba de trato desdeñoso a José Revueltas. Él no era de los que negaban tres veces antes de que cante el gallo. El autor del 68 nunca prescindió de sus opiniones repletas de camaradería y respeto para el “viejo”. Pongo como ejemplo algunas palabras de Luis en la ceremonia que organizó el Sindicato del Personal Académico de la UNAM (SPAUNAM), en honor de Revueltas, en 1976: “José Revueltas fue hasta el momento de su muerte un ejemplo de integridad intelectual, sobre todo en las actuales circunstancias, cuando parece que los disidentes de ayer han olvidado una palabra que José siempre tuvo en la mente y que guió todos sus pasos en la literatura y en la política, y es la palabra socialismo”. Historia documental del SPAUNAM (https://books.google.com.mx/books?id=x6tOSrneAKAC&pg=PA556&lpg=PA556&dq=cr%C3%ADticas+de+luis+gonz%C3%A1lez+de+alba).
Luis González de Alba murió como un socialista convencido. No cambió su postura original ni hizo declaraciones públicas de ese tenor; sus críticas a la izquierda oportunista implicaban su censura al socialismo autoritario, dogmático, representado por los partidos comunistas burocratizados, sobre todo de México y de Europa. En ese sentido, la congruencia de González de Alba se manifestó en varias ocasiones.
Muchos comentaristas lo caracterizan con premura y sequedad con el término “libertario”, para aproximarlo al liberalismo de moda, pero Luis González de Alba de 2016 fue el mismo de 1976 y de antes de 1968: un socialista democrático y antiautoritario. ■

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