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jueves, 28 marzo, 2024
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Octavio Paz y Jaime García Terrés: surtidores de otros vientos

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Por: DAVID NORIA •

La Gualdra 350 / Libros

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No sólo poetas, sino traductores de poesía, Octavio Paz y Jaime García Terrés hicieron del comercio con las lenguas y las culturas un motivo de empatía, colaboración y reconocimiento. Y porque un traductor de poesía es un traductor de los hombres, ambos supieron cautivar a los mejores espíritus de su tiempo dondequiera que trajinaron. La amistad con artistas y escritores de otros países, anecdótica y connatural hasta cierto grado entre los letrados de cualquier país, adquiere en ellos una dimensión diferente: la cultura mexicana –a través de las revistas, los proyectos o las instituciones culturales más importantes– no podrá entenderse en adelante sino como un diálogo permanente y en pie de igualdad con los mejores interlocutores extranjeros.

Durante su gestión al frente de la Revista de la Universidad (1953-1965), García Terrés recibe de continuo cartas desde París o Nueva Delhi de un Octavio Paz que, entre la poesía y el ensayo, el corredor diplomático y los cafés, se encuentra reclutando inteligencias críticas para darlas a conocer por medio del amigo en un ambiente intelectual que califica como “jdanovista” (arte comprometido, realismo socialista, etc.) y “reacio a la modernidad”. Edgar Morin, Jean Duvignaud, Kostas Axelos y Alain Jouffroy son algunos de los “tips” contra la esclerosis ideológica, al paso que para revitalizar las artes Paz le aconseja difundir a los viejos jóvenes: Apollinaire, Max Jacob, Reverdy, Braque, Picasso y Miró.

A esta traslación del pensamiento crítico hacia México se agrega la propiamente literaria hacia el español. En sus cartas a García Terrés, Paz menciona frecuentemente sus proyectos de traducción: “Me imagino que mis libros (la traducción de Basho y los ensayos) siguen en la imprenta”, le escribe en 1956 refiriéndose a las Sendas de Oku; “Se me ha ocurrido que la Universidad podría publicar una colección que se llamase Pensamiento Poético Moderno. […] Se trataría de pequeños libros de un solo autor (Baudelaire, Coleridge, Mallarmé, Novalis, etc.). […] Cada uno de estos libros se encargaría a un escritor, que haría la traducción y una introducción”, le propone en 1960; “Pienso en unas traducciones de Pessoa”, le confiesa en 1961 sobre las versiones que en efecto emprenderá. Por otra parte, Paz va siguiendo con atención las traducciones de su amigo: “Tu traducción de Seferis es muy buena. Hablé de ella con Elytis”.

            Pero los autores de Versiones y diversiones (1974) y Baile de máscaras (1989) –libros fundamentales de traducción poética en español– son también los agudos ensayistas políticos o los perspicaces comentadores de Posdata (1970) y La feria de los días (1961). La vocación crítica de uno y la ironía analítica del otro atendieron el devenir histórico desde convicciones similares, no exentas de diferencias o matices. Acaso Paz vio con prudente distancia las exhortaciones que desde El Espectador suscribía García Terrés (con Carlos Fuentes y Luis Villoro, entre otros) por el advenimiento de las “revoluciones hispanoamericanas”, así como la inmediata adhesión que su amigo mostró a la revolución cubana dedicándole un número exclusivo de la Revista de la Universidad. No tardó en llegar a México una tarjeta con espíritu socrático sellada en París ese mismo año de 1959:

Supongo, Jaime el Libertador, que los furores cívicos y las entrevistas y expediciones y reuniones no te impedirán, de vez en cuando, pensar en la poesía y, sobre todo, en escribirla.

Saludos cordiales.

Octavio.

Aunque rara vez la política es el tema de las cartas, Paz no deja de comentar con Terrés, por ejemplo, una iniciativa del Gobierno de López Mateos para el desarrollo de un mercado común sin aranceles entre los países de América Latina a contrapelo de los intereses norteamericanos. “Desde aquí parece algo realmente importante. Ya era hora de iniciar una política latinoamericana”, le escribe desde París en 1960. En artículos y libros posteriores, Paz desarrollará la idea de la necesidad de que los latinoamericanos reconozcan su unidad –a partir de la condición de “intrusos” o “comensales no invitados” a Occidente (aquí dialoga con Reyes)– para actuar política y económicamente en consecuencia y así proteger sus intereses frente a los de países más poderosos (tengan o no visos imperialistas), al punto de llegar a afirmar: “La pregunta sobre México es inseparable de la pregunta sobre el porvenir de América Latina y ésta, a su vez, se inserta en otra: la del futuro de las relaciones entre ella y los Estados Unidos” (Posdata). En lo cultural, García Terrés, fungiendo como director del Fondo de Cultura Económica (1984-1988), promovió en un ánimo similar la colaboración con escritores latinoamericanos gracias al desarrollo de los programas editoriales de las filiales en Argentina, Chile y Colombia.

            Plural, Vuelta y Revista de la Universidad fueron algunos de los medios que albergaron en su tiempo el diálogo público y la colaboración de dos poetas atentos al mundo, políglotas y gestores culturales que hicieron de la traducción, en sentido propio y metafórico, una ética del encuentro con el otro. Los pensadores, poetas y la cultura de Japón, India, Grecia, Francia, Estados Unidos y América Latina requerían –requieren– un interés y un acercamiento que ambos sostuvieron lo mismo en el pensamiento que en el verso; inversamente, diría Paz, ellos necesitan conocernos.

            El conjunto documental titulado El tráfago del mundo. Cartas de Octavio Paz a Jaime García Terrés 1952-1968, bajo el sello del FCE, reúne 51 cartas y valiosos apéndices, así como el poema “Oíd la voz del bardo” de William Blake, que García Terrés tradujo con motivo de los 70 años de Octavio Paz. La anotación y el bien llevado prólogo de Rafael Vargas permiten entender cabalmente contextos y referencias. Para un manejo más eficiente del volumen habría sido de utilidad un índice de las cartas y otro onomástico.

***

El tráfago del mundo. Cartas de Octavio Paz a Jaime García Terrés 1952-1986, Compilación, prólogo y notas de Rafael Vargas, FCE, México, 2017.

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