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martes, 23 abril, 2024
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El anfibio de dos mares

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Por: CARLOS FLORES* •

Esperé con muchas ganas el estreno de La forma del agua, ya que Guillermo del Toro se ha vuelto uno de mis cineastas favoritos, aunque en lo personal creo que no ha superado su obra maestra El espinazo del diablo, aun cuando El laberinto del fauno es una excelente cinta, pues su trabajo actual, en Hollywood,
Llegué a la sala y dio comienzo el filme. En particular, me gustó mucho la ambientación de la época y los escenarios. Ese laboratorio secreto donde se mantiene cautiva a la criatura no pudo concebirse sin Hellboy, pues de ahí vienen muchas de las ideas y los colores del mismo.

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La historia es fascinante: una mujer muda, que conoce a este ser, también mudo, y ambos logran una comunicación que bien podrían entablar dos seres con conciencia, que implica más el sentir que el pensar, por lo que no hay prejuicios ni temores, sólo afectos, así que que el amor pronto encuentra un camino para brotar.

Los personajes están bien pensados, pero, sobre todo, los actores que los encarnan son excelentes. Sally Hawkins interpreta a una mujer muda, que vive una pequeña vida solitaria en compañía de dos gatos, y que como único amigo tiene al señor Robert Hofstetter, un diseñador de publicidad que poco a poco pierde prestigio por su alcoholismo y debido al impacto de la fotografía en el medio, el cual es interpretado por Michael Stuhlbarg. En lo personal, quienes se llevan el mérito son Michael Shannon, el villano de la historia, Strickland, y Olivia Spencer, quien interpreta a Zelda, compañera de trabajo de Eliza, la muda.

Disfruté la película, la dirección, la fotografía, la historia, aunque me hizo tirar las palomitas con sus eróticas escenas inesperadas, así como las actuaciones, la música y los efectos especiales. El anfibio, protagonista de la historia, está bien logrado, aun y cuando no tiene un origen específico ni un mito sólido que lo sostenga. Salí satisfecho.

Sin embargo, luego me topé con El espacio entre nosotros, un cortometraje holandés escrito y dirigido por Marc S. Nollkaemper, que por cierto es excelente, y no pude pasar por desapercibido el gran parecido. La historia es idéntica, así como el anfibio, su piscina, la trama, e incluso algunas escenas son muy similares al filme de Guillermo del Toro.

Las dos películas son buenísimas. En un principio creí que se trataba de un plagio. No es la primera vez que Hollywood saca a la luz trabajos anteriores, sólo hay que recordar La comunidad del anillo, que es idéntica a la película animada de El señor de los anillos de Ralph Bakshide 1978, y que después se argumentó que se hizo de esa forma como un homenaje. Incluso creí que la lentitud narrativa de La forma del agua se debía que al ser sacada de un cortometraje no tenía el contenido para una película larga, pero parece ser que Guillermo ha vuelto a las formas narrativas del cine clásico, pues el director holandés considera que la similitud entre su corto y la película del jalisciense es una feliz coincidencia: una idea que pudo respirar y tomar forma tanto en el cine independiente como el comercial debido a que probablemente sus creadores abrevan de las mismas fuentes. ¿Será?

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