Aun cuando de manera vaga y un tanto deshilvanada (por mucho que sus arengas enciendan el tendido la retórica no es exactamente lo suyo), oportuna e increíblemente sorprendió a todos.
Frecuentemente, acaso con sustento, se enfatiza la carencia de una mente estratégica, una arrogante sordera a voces distintas de la propia y, por ende, la comisión de errores garrafales en momentos decisivos.
Los hechos, evidentemente más que los dichos, indican que esta vez no fue el caso.
En ese tenor y dando voces un tanto destempladas, en una población cualquiera de las muchas azotadas por las violencias criminal e institucional, anunció la presidencia que está seguro de encabezar promulgará una “amnistía”, extensiva a los capos de las drogas.
Si su intención era neutralizar la “cargada” mediática en favor del “precandidato” de la Presidencia lo consiguió con creces, pues no sólo dejó trunco el capítulo de la conciliación de los adversarios del reality oficialista, y evidenció a los comandantes de las fuerzas armadas como actores del proceso electoral, sino contrarreplicó con un pronunciamiento en un tema tabú, por lo menos en procesos electorales: el de la salida inmediata, pacífica y negociada, de la genocida “guerra contra las drogas”.
Ni que decirse tiene el candidato del gobierno enmudeció desde entonces.
La apuesta del controvertido dirigente entraña riesgos enormes; y no resta sino esperar disponga de los recursos necesarios para dar la batalla… y no morir en el intento. ■
