Autora: Martha Araceli Hernández Córdoba
Residencia: Saltillo, Coahuila, México
La Parca está enamorada,
se la pasa suspirando.
Dicen que a Manuel Acuña
la Flaca lo anda rondando.
Con su Nocturno a Rosario
Acuña la cautivó.
Y fue con las hojas secas
con las que la enamoró.
Se lo llevó a un arroyo,
a sentir la suave brisa,
y se le cayó en un hoyo
por llevarlo tan aprisa.
Manuel reaccionó enojado
por lo que estaba pasando,
ya que al verlo desmayado,
ya se estaba propasando.
No se enoje, mi poeta,
correspóndale a mi amor,
y piense que es sólo un sueño
y acepte esta pobre flor.
No sea usted tan atrevida
y tenga resignación,
que yo amo a mi Rosario.
Regrésese hasta el panteón.
Estás ante un cadáver
que por ti murió de amor.
Al panteón no me voy sola;
nos vamos juntos los dos.
Estás muy equivocada,
y ya no la hagas de tos.
Si quieres te doy un beso,
un abrazo y el adiós.
No me dicen la ramera,
ni vengo sólo de paso.
Te voy a llevar conmigo.
Agárrate de mi brazo.
Pobre de Manuel Acuña,
lágrimas va derramando;
va camino al camposanto,
la Flaca lo va arrastrando.
