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miércoles, 24 abril, 2024
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Por: ALBERTO HUERTA* •

La Gualdra 298 / Río de palabras

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Entonces el cielo se adueñó de la noche

Juan Rulfo

 

Para Lilia

 

No tengo ni idea de lo tengo que hablar con usted, señora… No sé ni cómo empezar. No, no nos conocemos. Nadie nos presentó. Pero sé que tengo que hacer esto. He sentido su presencia. Me ve trabajar. La siento… aunque esté dormitando frente al televisor. Al principio me daba vergüenza que me viera llorar o caminar como endemoniado dando vueltas y vueltas. Hablando solo. Recorriendo pasillos, bajando y subiendo escaleras, caminando por el patio, bajo las palmas, el limonero… A veces creo que hasta me cuida. Y eso se agradece. El calor no disminuye, aunque ya esté bien entrada la tarde. Él siente húmeda la ropa. La playera, los pantalones… ¿Qué quiere qué le cuente? En el pasillo se escucha el maullido de un gato. Voltea la vista y los ve estirados sobre el sofá, en el piso de mosaicos rojos, adormilados por el calor. A pesar de que nadie nos presentó yo sé quién es usted. La he mirado asomarse por la ventana. Me gustaría invitarla a pasar. Ofrecerle algo de beber. El calorón está insoportable. Tengo en la cocina una rosca mixta. Chocolate. Pasas. Nuez. Vainilla. No puedo ofrecerle café porque desgraciadamente no bebo café. Pero una taza de té sí. ¿No se le antoja un caballito de mezcal? Tengo media botella. O root beer. Hice agua de jamaica con hielo. Estoy más que dispuesto a platicar con usted. Se ha hecho casi de noche. Aunque todavía hay luz allá afuera. Son las ocho y cuarto. Mire, yo tengo una azotea muy amplia. Un asador. Podríamos un día de éstos hacer un asadito. El súper está muy cerca y podría traer lechuga, nueces, manzanas y flecha para asar… chiles capones rellenos de queso fresco… cebolla de rabo… unas salchichas… o pollo… un guacamole… no sé qué más decirle. Bueno, eso que está pensando es cierto. Para qué negarlo. Pero no quiero hablar de eso. Sino de lo que usted me quiere decir. No, a mí no me importa que usted venga. Estoy solo. Usted me haría… no… nos haríamos compañía. Podríamos jugar a las cartas… aunque ya se me olvidó, de joven jugué mucha canasta uruguaya… ¿Viene por mí? ¿Me viene a acompañar? ¿Quiere que le dé mensajes a su familia? Puedo hacerlo. No. No me molesta. Al contrario. Me encantaría servir de algo. No tengo nada importante que hacer. Dile a ella, que tenemos mucho que platicar. Nos quedamos con muchas cosas guardadas, tal vez esperando una mejor oportunidad. Un momento más propicio. Dile a ella que me cuente lo que no me dijo. Que yo también tengo mucho que platicarle. Y bajó la mirada, un mechón de cabello le tapó la mitad de la cara. ¿Le vas a decir a ella? Y yo le dije que sí, que a la primera oportunidad le daría su recado. Y me senté en el escalón del pasillo, de cara a la ventana… La brisa nocturna mueve a la cortina. Ella ya no está. Se fue. De pronto una ráfaga de viento abre la ventana… La cortina vuela como bandera…

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_298

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