■ La columna juvenil del centenario
Cuando el famoso Barón de Humboldt visitó la ciudad de Zacatecas hacia la primavera de 1803, quedó enormemente impresionado por la multitud de vagos y gente de color “quebrado” sin oficio ni beneficio a los que los amos españoles y criollos curritos consideraban naturalmente inclinados a los vicios.
La misma población trabajadora de minas, telares, zapaterías, mercados y aguadores los tachaban como decadentes y estaban siempre alertas ante sus desmanes.
Las autoridades virreinales trataban de imponer duros castigos y ejemplares penas a quien osare robar, esquilmar, vender ilegalmente o hacer pandilla de juegos de cartas y otros malabares y que ponían mal ejemplo a las multitudes.
El fundamento esencial de las riquezas es el despojo, la hipocresía, el dramatismo de la pobreza ajena.
Poco tiempo después el Barón al regresar a su París fue recibido por más de 10 mil personas que le vitoreaban miles de kilómetros avanzados en su curiosidad y bajo el brazo las miles de anécdotas y documentos de primera mano que encontró en las ciudades continentales de nuestra américa.
Su entrada a nuestro país fue por el puerto de Acapulco proveniente del gran Guayaquil y en donde había estado con el mismo afán y curiosidad y entereza de conocer de verdad las magníficas ciudades latinas. Poco antes había visitado las ciudades venezolanas.
¿A qué viene todo esto?
Lo cierto es que en el caso de Zacatecas y el México de ese ayer tan doloroso, estaban convocadas las élites a seguir el derecho de herencia a explotar, dominar y nunca permitir la liberación de las pobrezas hacia el sendero de un progreso que era posible y plausible debido a la abundante riqueza que se enseñoreaba en los Fagoaga, el zacatecano más rico del mundo y que famoso por sus fiestas eternas en la antigua capital francesa y otras capitales de ese continente, inspiraba a los aventureros y emprendedores a imaginar un Zacatecas pujante y lleno de oro y plata.
¡Atrás los traidores!
¡Retrocedan los traidores!
Traidor es quien sabiendo su misión de defender al pueblo y protegerlo se vendió descaradamente a la osadía de los pudientes, traidora la clase gobernante que teniendo conocimientos y gravísimas responsabilidades en la impartición de la justicia, por omisión y acción dejaban en la orfandad de dueños de minas y fábricas a los miles de zacatecanos que peleaban literalmente por pan y techo, velas y atención médica, medicinas y ropa.
En el caso de Venezuela y Ecuador, la derecha continental empuña la mentira y el acoso a estados obreros que simplemente quieren poner orden y una justa distribución de la riqueza.
El Barón Humboldt de seguro intuyó el resplandor creciente de nuestros pueblos y con los ojos bien abiertos, escribió su crónica aplaudida, su espíritu veedor, su creencia en la libertad y de esas consignas aún muy en boga en un piso continental lleno de traidores. ■