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martes, 23 abril, 2024
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Superficialidad Social

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ • admin-zenda • Admin •

“…el primer deber de un hombre

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es pensar por sí mismo…”

José Martí

Reflexionando a conciencia sobre nuestra realidad social y política, considero que progresivamente construimos, modificamos y destruimos patrones de conducta, valores y principios de acuerdo a nuestra conveniencia y, en atención a ciertos convencionalismos de vida que nos rigen en un momento y tiempo determinado. Advierto también, la dificultad de preservarse en la marea de emociones, tentaciones y alternativas que se ofertan en la época moderna para evadir responsabilidades, violentar conductas y sucumbir a lo superfluo a la menor insinuación. Sin duda, estamos ante la edificación de una sociedad que se rinde a la imagen más que a la esencia de las cosas y las personas, que valora más la simulación de las acciones o que se abraza al yugo contrario a ser felices; también nos visualizamos prósperos y democráticos, cambiamos incluso, las siglas de las instituciones pero seguimos haciendo política de la misma forma e idolatramos a los mismos personajes que hacen alarde de su corrupción y ejercemos una complicidad colectiva que avala malos gobiernos a los que elegimos nuevamente, pensando en que el cambio de piel o color, generará un cambio positivo en nuestro destinó. Esta marea colectiva que se supone pensante, se transforma en testaferro del despilfarro de la clase dominante, pues los cargos son al erario público y no al patrimonio del gobernante en turno; algunos individuos padecen ceguera temporal ante los eventos que atentan contra nuestros semejantes dando paso a que las injusticias se instalen permanente en nuestras vidas como tatuajes a los que nos hemos adherido servilmente. Los que en apariencia se identifican como intelectuales, se encuentran sumidos en el proceso de rumiar aletargadamente, doctrinas, filosofías e ideas en lo abstracto, en citas de café desde donde pretenden lograr la revolución y la justicia social para beneplácito de los que gobiernan, pues si los que piensan y analizan nuestras realidades se han dedicado permanentemente a hacerlo, el obrero que cumple jornadas extenuantes para mal tragar, logrará muy poco con los breves lapsos de reflexión que tiene sobre su desgracia individual, negando toda posibilidad de imaginar sociedades más justas e ideas transformadoras. Poco a poco, la superficialidad social nos va cercando como una metástasis en donde el amor parece el enemigo a vencer al igual que la honestidad, el trabajo eficiente y la capacidad creativa. Sorprendentemente los escasos líderes que de pronto aparecen, constituyen un riesgo para el sistema como en su momento lo fueron Hidalgo y Morelos; peor aún, pensar en cambios y mejoras a los esquemas establecidos, es objeto de burlas y desprestigio, lo ideal es seguir los caminos trazados por otros destinos, aunque tarde o temprano el vacío sea el fin en el que se concentren sus tempestades. En este mundo de lo superficial, estamos tan faltos de verdaderos mentores sociales que cualquiera con una mediana inteligencia puede sobresalir en distintos ámbitos, con propuestas apenas creíbles o con estrategias que en otro tiempo hubieran rayado en lo estúpido, peor aún, se piensan que están al borde de un triunfo más grande y tan cerca de escenarios más elevados, sin saber que su soberbia es tal, que no les permite ver que su cosecha será contraria a sus intereses, pues la siembra de tantos enemigos y odios durante tanto tiempo, generará un caos que expondrá sus errores, verdades y pecados. En esta superficialidad, algunos jóvenes absortos de la realidad, prefieren más el odio que el amor, malbaratan el preciado tesoro de la juventud desperdiciando su energía e ideando anarquismos cuando son esclavos de otros yugos como las drogas, el alcohol y la obediencia irrestricta a líderes del pasado que los han imposibilitado a ser líderes del presente, lo cual permite que las grandes especies ya extintas, surjan nuevamente para ser los mandantes nuestro hoy y mañana. Lo superficial fluye como aguacero con la complacencia de muchos, como mecanismo de control infalible que emplea elementos que acercan a la especie humana al salvajismo, a lo ordinario y a lo predecible. Una sociedad invadida por lo superficial es peligrosamente manipulable. En este contexto, la profundidad del pensamiento, la acción decidida, el despertar ciudadano, la lucha por los ideales a toda costa, se antojan impostergables. Demos pelea a lo superficial, veamos el fondo de las cosas y no olvidemos que tarde o temprano, una gota de agua romperá la roca de los muros construidos. ■

 

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