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miércoles, 8 mayo, 2024
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Elijan vivir

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ • admin-zenda • Admin •

Inercia

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“Tengo 30 años y estoy desempleada…” No es el título de una historia exclusiva, sino común entre los habitantes de este país. Somos jóvenes y desempleados, sin un futuro brillante ni prometedor. No tenemos nada; quizás aún vivimos en casa de los padres. Somos solteros y dadas las circunstancias tal vez nunca podamos darnos el lujo de tener hijos ¡Apenas podemos con nosotros mismos!

Somos jóvenes pero no tanto para este sistema económico… Somos el fracaso de este sistema económico. Hemos estudiado maestrías e incluso doctorados y no tenemos nada. Estamos a la espera del gran milagro electoral, del empujón de algún amigo en la empresa de su papá. No somos alguien en la vida.

 

Ganancias

He revisado las opciones laborales que existen en Zacatecas para mi perfil académico. Y me refiero a opciones que me permitan tener una vida digna: Una casa, un auto, vacaciones… Tengo sólo un par y en ambas no tengo manera de filtrarme. Y eso que no soy demasiado ambiciosa. Mi futuro no se visualiza sencillo.

Hay una gran cantidad de personas que tienen empleos con semejantes características pero ¿qué opciones laborales hay para la gente que, más allá de buscar un salario, desean el crecimiento personal? ¿Dónde lo obtendrán, trabajando en oficinas de gobierno? Lo cierto es que, en nuestro presente, se da mayor importancia a la ganancia neta y tangible; todos buscan el empleo que ofrezca mayores salarios antes que aquel en el que se dé privilegio a la calidad de vida.

En días recientes, con motivo de su 20 aniversario, tuve oportunidad de ver Trainspotting en sala de cine, y recuerdo que antes, durante la escena final, mientras Mark Renton escapa con el dinero del gran botín, podía estar de acuerdo con él en que “es una mala persona”. Lo cierto es que, en la actualidad pienso: ¿Quién en estas condiciones no lo sería? Esto explica, en gran medida, la corrupción en nuestro país, la violencia y la inseguridad.

A final de cuentas, parece que, en gran medida, muchos de los males que aquejan a nuestra sociedad, están relacionados con la facilidad o dificultad para obtener dinero. Y es que ¿qué o quiénes somos si no tenemos dinero? ¿Acaso puedo tener una vida digna escribiendo sin obtener alguna remuneración? ¿Mi ideología humanista me salva de morir de hambre? ¿Estoy para regalar mis servicios? No, no y no. Me rehúso a creer que las personas tenemos un precio, que estamos ligados a un sistema en el que valemos tan poco… Pero así es.

 

Neurosis existencial

¿Nunca se han despertado a media noche pensando en que la vida no tiene sentido? ¿Nunca han experimentado la crisis de no saber qué hacer con uno mismo? ¿Nunca se les ha ido el sueño pensando en que no son las personas que creyeron serían a esta edad? Yo sí. Todos los días durante el último año.

Uno puede pensar que semejantes preguntas son una tortura. Y lo son en tanto uno no les da el valor que tienen. Son las cuestiones que todos podríamos hacernos, aún sin el objetivo de encontrarles respuesta. Sentir la angustia, la desesperación puede ayudarnos a poner los pies sobre la tierra, al menos durante un par de noches.

¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos aquí? Preguntas trascendentales que, incluso, deberían darnos cierta paz. Son preguntas que no podrían tener respuesta unívoca, que por el contrario, nos invitan a integrarnos a la gran filosofía occidental. Y la verdad es que no sabemos quiénes somos ni qué hacemos aquí, pero dudo que la raza humana se reduzca a ser una mano de obra barata, destinada a realizar una labor enfermizamente repetitiva por un lapso ininterrumpido de unos 40 años… Aunque por otro lado, y paradójicamente, tal parece que eso es lo que hacemos en esta vida.

Venimos a trabajar. El trabajo se ha convertido en un modo de vida. Al parecer no está permitido el ocio y la improductividad. No, tenemos que levantarnos temprano, trasladarnos a algún lugar y obtener ganancias, es decir, ganarnos el derecho a vivir. Debemos entregar parte de nuestro tiempo y expectativas a una empresa a cambio de un salario. Pero… ¿Qué si no lo hacemos? ¿Qué si no queremos ser parte del sistema? ¿Qué si la vida es más que esta simple dinámica? ¿Qué si como dice Mark Renton: “Elijo no elegir la vida. Elijo algo diferente…”?

Pero… ¿qué se puede elegir? ¿Permanecer en esta tierra sin hacer otra cosa que contemplar obsesivamente el techo hasta encontrar una verdad trascendental? ¿Y por qué no? Elijo el estado de quietud antes que motivar nuevas oleadas de riqueza para otros. Elijo no obtener remuneración por permanecer frente a una computadora sentada durante ocho horas. Elijo tener tiempo para pasear, para estar con la gente que quiero. Elijo tener tiempo de calidad y no padecer la neurosis de llegar puntual a un lugar, de tener que dar cuentas de mis actividades a un empleador. Elijo la libertad de no ser nadie en la vida. Elijo todo esto, al menos, por un par de meses… En lo que encuentro algo mejor que hacer. ■

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