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viernes, 29 marzo, 2024
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El laberinto de la desesperación y el boicot electoral: un hilo de Ariadna

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

El problema de Guerrero es algo muy complejo que va al análisis del perfil del crimen ante el que nos encontramos. En primer lugar es un territorio nacional que ha escalado en pocos años cifras espectaculares de criminalidad: México llegó en pocos años al lugar 139 entre 144 países en presencia de crimen organizado y a tener la mayor tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de la OCDE (24 contra 6 de Estado Unidos, o 1.2 de Portugal). Observamos la velocidad de este crecimiento si captamos el significado de la cifra del número de homicidios entre 2007 y 2011: saltó de 8,800 a 27,200 en esos años. ¡Sorprendente! Estas cifras se acompañan del crecimiento también del poder económico de las bandas de narcotraficantes que, además, es el mismo poder corruptor que poseen: se calcula que los ingresos brutos anuales por concepto de tráfico de narcóticos es de 400 mil millones de pesos. En lo cual, contribuye de manera importante el hecho de que sean ilegales; un kilogramo de cocaína en Colombia que cuesta 2400 dólares, puesto en Estados Unidos es de 33 mil, y ya vendido al menudeo en las calles del mismo país, es de 120 mil dólares. Es decir, el aumento el valor económico de la droga por efectos de la ilegalidad pasa de 2 a 120 en dos pasos. No es gratuito por ello que México tenga al narco más fuerte del planeta. En las cifras de escalas del fenómeno narco y diversificación de giros del crimen, está la de tomas clandestinas de Pemex, que de 2006 a 2012, pasamos de 213 a 1449. En 8 años la realidad del país cambió de forma asombrosa: de 2006 a 2014 quedamos invadidos por las organizaciones que se dedican a actividades ilegales muy lucrativas. En esos mismos años coinciden las cifras de corrupción política. En el perfil, además hay dos datos muy reveladores, por un lado la observación de que las bandas se nutren de jóvenes (42% han resultado ser menores de 25 años), y el escenario de Cohesión Social, revela un territorio lleno de esclusas sociales que cada vez menos se tocan, en lo económico, social y político.

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Entendámonos, tenemos un poder corruptor enorme, con una sociedad dividida en exclusas, con sus jóvenes vulnerados por el propio poder del crimen, y un Estado en manos de poderes fácticos; esto es, en manos de intereses privados, por tanto un Estado que se desmonta o se des-estataliza. Esto último es posible porque la clase política o élites dentro del poder, están no sólo separadas de la sociedad, sino metidas en una dinámica en la que actúan como Corporación. Así las cosas, diversos partidos hacen alianzas de mutua complicidad para ejercer un poder cada vez más opaco y corrupto. Ante este escenario, se ve de una complejidad enorme poder salir de esta situación: parece un laberinto de donde no es posible salir; parece que sólo hace falta que el propio laberinto explote. ¿Hay algún hilo de Ariadna que nos permita visualizar una orilla para salir del laberinto? Un laberinto que no es de la Soledad, como lo dijo Octavio Paz, sino de la Desesperación. En pocas palabras, la cosa es la siguiente: ¿cuál es el hilo que nos puede guiar a la salida del laberinto de la desesperación en que se encuentra el País? Tal vez sea la reconquista del Estado, porque es este último el que luego puede organizar las políticas para superar la crisis. Y para la reconquista del Estado se requiere antes, reconstruir la manera en cómo se constituye; y a su vez, su constitución depende de volver a hacer no sólo el sistema de partidos, sino todo el sistema de representación. Sin embargo, para rehacer el sistema de representación hay una condición que no la puede cumplir la actual clase política, por tanto, requeriremos primero que el sistema de representación actual se colapse. Sin su colapso previo, la reestructuración es una tarea imposible. Pues bien, la manera de que este sistema partidario colapse es que sufra el abandono de toda legitimidad. Debemos abandonar el próximo proceso electoral, para que este quede sin respaldo y legitimidad. En ese sentido, debemos entender que votar en estas condiciones equivale a respaldar todo el sistema de corrupción política que hace posible la reproducción de todos los demás mecanismos que sostienen el laberinto de la desesperación. Deberemos convencer a los ciudadanos que ahora mismo la mejor acción de ciudadanía pacífica es abandonar el proceso electoral, hasta en tanto, no se reestructure el sistema de representación que da forma al Estado. Si logramos dicha reconstrucción, habremos encontrado el hilo de Ariadna que puede sacarnos del laberinto. El boicot al próximo proceso electoral estará lleno de sentido ciudadano. ■

 

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