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viernes, 29 marzo, 2024
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El Rey Lagarto cumpliría 70 años de edad este domingo

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Por: REDACCIÓN •

Nueva York. Jim Morrison y su banda, los Doors, fueron el icono de una generación y su música era en ese sentido casi un elemento secundario. Con su muerte con tan sólo 27 años, surgió el mito de este artista que el domingo hubiese cumplido 70.

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Su pelo estaría canoso o se le habría caído, sería jurado de un programa televisivo de talentos o quizás estaría embarcado en proyectos musicales que no le interesarían a nadie. O formaría parte del grupo de hombres mayores que siguen haciendo buena música, como Paul McCartney o Eric Clapton. Nadie sabe qué habría sido de Jim Morrison, el poeta, músico, artista y sex símbol, de haber llegado a los 70 años.

James Douglas Morrison fue un buen alumno en su infancia, pero en la pubertad comenzó a suspender. Sus padres lo mandaron con sus abuelos presbiterianos, estrictos y abstemios, precisamente a él, que luego no dejaría de probar ninguna droga.

Padre e hijo representaban las dos visiones de aquella época. El padre, George, daba mucha importancia a la educación y fue ascendiendo en la Marina hasta llegar a ser almirante. Mientras él comandaba un escuadrón de portaaviones en Vietnam, su hijo llamaba a la revuelta en Estados Unidos. «Me interesa todo lo que tenga que ver con la revuelta, el desorden, el caos, sobre todo las acciones que al parecer no tienen ningún sentido», declaró en cierta ocasión.

Unas palabras que recuerdan a la poesía, y de hecho Morrison no era un músico, sino un poeta. En realidad estudió cinematografía con Josef von Sternberg, que había hecho famosa a Marlene Dietrich. Pero en algún momento le puso música a sus textos. Con su amigo Ray Manzarek creó The Doors, nombre inspirado en el ensayo psicodélico «Las puertas de la percepción» («The Doors of Perception»), de Aldous Huxley.

Al principio tocaban en el club nocturno Whisky a Go Go de Hollywood, en donde había jóvenes contratadas que bailaban con poca ropa encima de podios y de donde surgió el término de «chicas gogó».

A fines de los años 60 tocaban allí por un par de cientos de dólares Van Morrison, The Byrds, Frank Zappa y los Doors. Muchos de los éxitos de la banda, como el hit «Light My Fire», fueron escritos por el guitarrista Robby Krieger. Pero Morrison era el rostro de la banda, se hizo famoso, amado y odiado.

Porque con la fama no sólo llegaron las envidias, sino también la represión. En aquel entonces, ser un revolucionario no era sólo una pose. La policía solía interrumpir los conciertos, a menudo violentos, y el «incidente de Miami» hizo el resto. Se acusó a Morrison de haberse desnudado en público y un tribunal lo sentenció a hacer trabajo comunitario. Muchos años después, muchos, fue indultado: en 2010, 40 años después de su muerte.

La fama fue retrocediendo, al igual que la salud. El abuso del alcohol y las drogas convirtieron al antiguo sex symbol en un hombre regordete, de barba, con constantes problemas respiratorios. La melena, peinada salvajemente como un busto de Alejandro Magno, se había vuelto áspera. Viajó a París para inspirarse, pese a que no hablaba francés.

Sigue sin estar claro incluso hoy qué pasó exactamente el 3 de julio de 1971 en la vivienda de París. Su novia, Pamela Courson, dijo que lo había despertado y metido bajo una ducha de agua fría. En ese momento vomitó y comenzó a sangrarle la nariz. Cuando llegaron los médicos ya estaba muerto.

Al parecer, Courson llamó primero a un par de amigos y a su proveedor de drogas y sólo después a la policía y los médicos. A las autoridades parisinas el estadounidense muerto les pareció poco importante como para hacer una autopsia.

Apenas tenía 27 años -como Brian Jones, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Curt Cobain o Amy Winehouse-. Y así nació la leyenda del «club de los 27», porque muchos músicos, ya sea por deseo propio o accidente, murieron a esa edad por el alcohol, las drogas o una escopeta. Ese mismo destino corrió Pamela Courson, que tres años más tarde fallecía a causa de una sobredosis.

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