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viernes, 19 abril, 2024
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El desalojo del Zócalo y Laura Bozzo, puntas de la madeja

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Por: JORGE A. VÁZQUEZ VALDEZ •

Durante los últimos días México ha presenciado dos hechos que avivan la opinión pública: la disidencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y la devastación que dejó a su paso el fenómeno meteorológico compuesto por Ingrid y Manuel. Cada uno de los sucesos se ha desarrollado en su contexto y guarda su propia explicación, sin embargo se tocan en un aspecto muy sensible: la “singular” cobertura que el duopolio televisivo nacional –especialmente Televisa- y medios afines a su línea editorial les dieron. El presente artículo se enfoca en ese punto.

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Hace algunos años el sociólogo Pierre Bourdieu advirtió sobre la preponderancia que la televisión comenzaba a tener en los medios de comunicación, y cómo de manera progresiva la TV se alejaba de los principios de veracidad y honestidad que deben regir a los medios, para acercarse sin cortapisas a un periodismo subordinado a intereses comerciales y políticos. La reflexión de Bourdieu abre una ventana para mirar los dos fenómenos referidos, los cuales se caracterizan por el ocultamiento de datos y los escenarios prefabricados en un primer nivel, y por la develación de los intereses de quienes mueven los hilos en el segundo.

El trato informativo que el conglomerado de medios encabezados por Televisa dio a los maestros en el DF refleja la renovación de la sólida alianza que el PRI-gobierno mantuviera con Televisa durante décadas, y bajo la cual se ha criminalizado sistemáticamente a los grupos sociales inconformes. El ejercicio autoritario que la Policía Federal llevó a cabo el pasado 13 de septiembre en el Zócalo, las evidentes violaciones a los derechos humanos y al derecho de manifestación se dieron en el marco de un previo manoseo de la opinión pública por parte de este conglomerado de comunicadores, los cuales desempeñaron la doble función de generar animadversión contra los maestros, y de no dar cuenta de los abusos que la Policía Federal llevó a cabo en el Zócalo. El modus operandi radica en el desbordamiento de la editorialización por parte de dichos comunicadores, en particular los dedicados al periodismo informativo y no al opinativo, los cuales al transgredir la norma básica de comunicar el hecho sin anteponer juicios de valor, presupuestos o vaticinios infundados, violaron normas básicas de su oficio, lo cual derivó en desinformación y en la reproducción de antagonismos entre la ciudadanía y el movimiento magisterial al achacar a éste todo tipo de adjetivos y conjeturas. Sin embargo esto no se explica –aunque así se antoje- sólo por el reducido profesionalismo y carencia de códigos de ética de estos medios, sino por una línea editorial sometida a intereses mayores, específicamente el de consolidar una reforma educativa alentada por la vulneración de los derechos laborales de los profesores y no por la calidad en la educación.

El segundo hecho, constituido por la tragedia que sobrevino tras el fenómeno climático, generó por un lado la desesperación de millones de personas y la inundación de miles de hogares, pero también sacó a flote la corrupción, la negligencia y el oportunismo mediático. La edificación de decenas de fraccionamientos en zonas de alto riesgo en Guerrero, así como los contratos que se dieron para construirlos (muchos de ellos sin licitación de por medio), han tenido como comparsa tanto a gobiernos estatales como al federal, lo que da cuenta de un problema endémico; la negligencia ante la tragedia tiene dos caras, la de un inadecuado acopio y reparto de víveres, y la de la falta de eficientes planes de prevención a mediano y largo plazo, incluso al corto, pues aun cuando el fenómeno climático ya hacía estragos en múltiples localidades la información escaseaba en los medios de comunicación, ya no digamos en la mesa de celebración que la noche del 13 de septiembre encabezaba el gobernador Angel Aguirre en la casa de gobierno de Chilpancingo. El oportunismo mediático coronó la tragedia, y fue inaugurado por un Peña Nieto que pasó del telepromter del Zócalo capitalino a mojarse los zapatos ante las cámaras en Acapulco. Angel Aguirre decidió no quedarse atrás, y superó a su presidente al sumergirse hasta el pecho para ser entrevistado por un reportero de Televisa. Sin embargo el exceso llegó con Laura Bozzo, mejor conocida como Laura en América.

El pecado de Carmen Aristegui

Para este momento la confrontación entre Laura Bozzo y Carmen Aristegui ya es bien conocida y ha sido merecedora de la atención tanto de medios banales y sensacionalistas, como de los más serios a nivel nacional. De igual manera ha causado revuelo en las redes sociales, lo mismo en discusiones virtuales que en una burla colectiva que se carga contra la conductora de Televisa. Con la intención de ir un poco más allá de ese revuelo y tomar perspectiva conviene recordar que la estrategia mediática de Laura Bozzo no es inédita, y por el contrario es marca registrada del duopolio televisivo; muestra de ello es el desplazamiento que Lolita de la Vega hiciera en 1998 a la comunidad de La Realidad, bastión zapatista en el que la conductora de TV Azteca aterrizó -sin aviso previo y en una zona de conflicto- en un helicóptero del entonces gobernador del estado de Chiapas, Roberto Albores Guillén.

Lolita de la Vega fue recibida con repudio colectivo y obligada a abandonar la zona, lo que generó una serie de emisiones por parte de TV Azteca para criminalizar a los periodistas extranjeros que tuvieron acceso a espacio zapatista, lo que implicaba cuartear la observancia internacional que garantizaba la seguridad de las comunidades indígenas y que tanto estorbaba al Ejército Mexicano y al gobierno de Ernesto Zedillo. Lo mismo en 98 como en 2013 las conductoras de TV Azteca y Televisa contaron con el apoyo de las autoridades y el despilfarro de recursos públicos, la diferencia estriba solamente en que en el primero de los casos la provocación fue el objetivo, mientras en el segundo lo fue el generar una cortina de humo sobre el escenario de corrupción y negligencia arriba descrito. El pecado de Carmen Aristegui estriba en que develó la funcionalidad del teledrama que Laura Bozzo tenía como encomienda, lo que al final del día no representa una afrenta contra un personaje grotesco y con una trayectoria por demás cuestionable en Perú, sino contra quienes hilvanan el contenido de los programas que transmite el duopolio televisivo y aflojan el bozal a estos conductores. No sorprende por ello que la respuesta de Aristegui no se enfoque en una de las conductoras salida de los establos de Televisa, sino en la propia televisora, a la cual en muchas otras ocasiones Aristegui ha tenido que confrontar. En este sentido cabe recordar la entrevista que Aristegui le practicara a Peña Nieto el 11 de mayo del año pasado, en la que le cuestionó su relación con la televisora, lo que generó una serie de acusaciones y golpes bajos contra la periodista por parte del grupo de Emilio Azcárraga. Hoy, a más de un año de distancia y en el marco de la pugna Aristegui-Bozzo, viene a cuento la pregunta que Aristegui lanzara en 2012: “¿Qué le dolió a Televisa?”. ■

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