Aquella mañana desperté toda adolorida, la anestesia del día anterior me había hecho sentir como si un tren me hubiera pasado encima, (situación que hoy, siete años después, mis amigos me recuerdan con risa). Me había puesto tan tensa al ver el instrumental con que me anestesiarían para la cesárea, que en la noche no dormí a causa de la terrible contractura muscular en la espalda que me había dado. Terminó la noche y al amanecer mi esposo regresó a casa para asearse y me quedé sola con mi bebé recién nacido el día anterior, dormía en su cuna. Entonces se abrió la puerta y sucedió lo que tanto temía, entró el pediatra que revisaría a mi pequeño niño y luego me preguntaría si ya lo había alimentado. “Qué pena” pensaba en mi interior, “me van a ver” al tiempo que le contestaba “no doctor, estoy muy adolorida no me he levantado”, mientras él tomaba con seguridad el bultito con cobijas y caminaba hacia mí sin titubear. “Descúbrase”, dijo al mismo tiempo que ponía en mis brazos por primera vez en mi vida a mi bebé. “No sé cómo hacerlo” y acerqué al niño hacia mí, vi su cara, pequeña, pero perfectamente bien delineada, con los rasgos esenciales de un rostro humano, naricita, boca y sus ojos cerrados; entonces acerqué levemente mi pecho a su boquita, como con un toquecito, instantáneamente, su nariz se movió e hizo dos movimientos en boca y mandíbula con los que pareció despertar, sin abrir sus ojos, para inmediatamente comenzar a succionar. Era algo tan de él, y a la vez tan de mí, pero él lo hacía más perfecto. Yo tenía 19 años, y aun con la diferencia de edad recuerdo ese día, tan claramente, como el día en que mi bebé me enseñó a ser mamá.
Desde el año 1992 la Organización Mundial de la Salud decreta la “Semana Mundial de la Lactancia Materna” con el fin de fomentar, proteger y apoyar este acto. Precisamente los días en que se celebra son del 1 al 7 de agosto, es decir esta semana y por tal motivo más de 120 países, entre los que participa México, realizan actividades de difusión.
Una onza materna brinda los mismos calostros que un litro de leche convencional. Sin embargo, más de 40 por ciento de las madres mexicanas capaces de dar leche abandonan la práctica a los pocos días. Las cifras muestran que la lactancia es alta en un comienzo pero va disminuyendo a medida que el bebé crece por razones no médicas que podrían ser evitadas con un mayor apoyo a la mamá. Como la finalización de la licencia por maternidad de las mujeres que trabajan fuera del hogar.
Como parte del esfuerzo por preservar la leche materna en algunos lugares del mundo se han creado Bancos de Leche Materna. ¿Se imaginan las posibilidades de esperanza para un bebé prematuro de 500 gramos, o de 800 gramos con el respaldo de un alimento de calidad a su alcance? Pues Zacatecas es pionera desde hace 20 años en este ramo.
Bajo la dirección de la doctora María Elena Luévano, nuestro estado se destaca a nivel América Latina por contar con dos bancos de primera calidad, con tecnología de punta para pasteurizar, sensibilidad y mentes soñadoras que han fomentado la donación de leche materna para el bebé que la necesite. No importa raza, color de piel o nivel económico, la leche materna de una madre sirve para un bebé de China, India, Rusia, o cualquier lugar del mundo.
Nuestros Bancos, ubicado en el Hospital General de Fresnillo uno y en el Hospital de la Mujer otro, han alcanzado estándares de primera gracias a la constancia y difusión de este tesoro para la vida que debemos salvaguardar en la medida de lo posible.
Es posible gracias a una visión humanitaria y al espíritu altruista de mujeres y hombres que las acompañan, convencidos de los beneficios que pueden ofrecer a quienes lleguen a este mundo en condiciones de adversidad. 11 por ciento de los recién nacidos nacen prematuros, y de ellos otro 1 por ciento muere por desnutrición.
Nuestro estado es digno de ser reconocido por sus logros. Tengámoslo presente la próxima vez que platiquemos de lo que hay, y si tienen posibilidad de fomentar este acto entre un madre y su bebé, hágalo.
