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jueves, 18 abril, 2024
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Feliciano Díaz

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Por: LUCÍA DE LEÓN •

El video tomado por casualidad en el estado de Tabasco donde un inspector municipal humilla a un niño indígena tzotzil de diez años, obligándolo a tirar los dulces que quería vender para ayudar a su mamá con los gastos, puso el dedo en la yaga de una cruel realidad.

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Feliciano Díaz Díaz es el mayor de sus hermanos: Daniel, Marcela y Angel, de 8,3 y un año de edad, respectivamente y el hombre de la casa, ya que su padre emigró a Cancún para dedicarse a la construcción. Terminando el ciclo escolar, Feliciano y otros tres primos decidieron viajar a casa de una tía en Tabasco para vender dulces en el verano y recabar fondos para comprar útiles y ayudar en el sostén del hogar.

La historia de Feliciano Díaz es la historia de millones de niños que trabajan orillados por la necesidad. En México, un estudio del Inegi reveló en 2010 que más de 3 millones de niños se ven obligados a trabajar a causa de la pobreza. ¿Cuántos niños contaríamos actualmente si los pudiéramos ver a todos? ¿Cuántos casos no tienen la suerte de salir a la luz pública con ayuda de las redes sociales y son expuestos al peligro día a día?
El video refleja un fragmento de la realidad, por un lado la pobreza y por el otro la ineptitud y la falta de criterio de la sociedad para responsabilizarse de la infancia.

Fue ante las ganas de salir adelante que Feliciano, mientras vendía dulces, se encontró con la “justicia personificada” como se dio a conocer en el video en cuestión, en donde las autoridades atentaron contra su dignidad humana. En el video se observa al niño llorando inconsolable mientras un inspector municipal le aprieta la mano con la que sostenía la canasta donde ponía sus dulces, y tiene en la otra 3 cajetillas de cigarro que le ha arrebatado a la vez que obliga al pequeño a tirar sus dulces al suelo uno por uno para dejar de venderlos sin compadecerse de su llanto ni de su lenguaje corporal que sólo refleja miedo.

Su carita se asoma desesperada por encima de un hombro y de otro, sin encontrar una ayuda que llegue; luego pega la barba al pecho, se cubre su nuca con las manos, solloza tallando sus ojos y se doblega en cuclillas llorando incapaz de levantar la mirada pero el inspector no vislumbra el grave error que está cometiendo.

Gracias al video, que fue difundido en las redes sociales, este caso se llevó a la CEDH y el DIF estatal ha reivindicado como es su obligación la garantía fundamental de este niño a estar seguro y protegido. De regreso con su mamá y con el compromiso de recibir una beca de apoyo para no tener que trabajar, la suerte de Feliciano cambió y en su semblante se reflejó el rostro de un niño inocente y soñador que mostró en las cámaras una imagen muy distinta, no sólo esbozó algunas sonrisas, sino que sus ojos miraron con un brillo que parecía felicidad.

¿Pero cuántos Youtube son necesarios para que todos los niños de México puedan mirar así?

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